No se trata tampoco de ser apocalípticos. Pamplona no es Gaza. No obstante, hace unos años Pamplona estaba a punto de ser homologable en términos de seguridad, prosperidad y bienestar a una ciudad modélica del norte de Europa, claro que esto era cuando las ciudades del norte de Europa eran modélicas, otra cosa es ahora. El hecho es que desde aquel pico, justo antes de la crisis de 2008, nuestro ascenso ha quedado truncado. No sólo eso, asistimos a un claro deterioro en los últimos años. No es únicamente el punto en el que ya estamos, sino el punto al que nos dirigimos si no rectificamos y damos un volantazo.
Se acaba de conocer la noticia, por ejemplo, de que el comedor social Paris 365 deja de ofrecer cenas presenciales tanto por falta de recursos como por motivos de seguridad. Este comedor nace en 2009 al inicio de la crisis económica y gobernando todavía la derecha tanto en Pamplona como en Navarra. Esta iniciativa era una especie de aviso de que había problemas y de que no los cubría el gobierno. El caso es que llegó el cambio político en 2015, hace ya casi 10 años, y el comedor siguió abierto. O sea, ni dejó de haber demandantes de ayuda ni se convirtió en algo superfluo por el escudo social del gobierno. Al contrario, la demanda de ayuda más bien fue creciendo y creciendo.
El punto al que se ha llegado en 2025 es, por un lado, que el comedor ya no da abasto a la demanda. No le pueden dar comida a todos los que en esta Pamplona de socialismo y progreso acuden en busca de ayuda. Según la propia crónica del Noticias: “La decisión responde a la saturación de trabajo que enfrenta la organización, una situación que atribuyen a la falta de atención integral por parte de las instituciones a las personas en situación de pobreza en Pamplona y su comarca. «Los recursos de París 365 no dan abasto y no nos queda otra que negar una ayuda necesaria a mucha de la gente que se acerca a nuestra entidad», lamenta el comunicado”.
El otro motivo por el que se dejan de ofrecer cenas presenciales es la inseguridad: «Cada vez son más las personas que se juntan en la entrada del comedor solidario, en busca de una ayuda inmediata la mayoría de veces y para traficar con droga en algunos casos, especialmente durante los turnos de cenas».
Todo lo referido, junto a las noticias sobre el sinhogarismo o la inseguridad que se suceden en los últimos tiempos, certifica una nueva realidad instalada en Pamplona. No desaparece la pobreza y crece la inseguridad. De hecho aumentan de la mano la pobreza y la inseguridad. El nuevo gobierno y su nuevo recetario no sólo no acaban con estos dos problemas, sino que los están agravando. Esto no va tampoco ya de lo que publiquen o dejen de publicar los medios o de los análisis de los observadores políticos. La gente lo está percibiendo en la realidad de la calle. Da igual por tanto que los políticos lo reconozcan o lo nieguen porque la gente es testigo de primera mano o lo está padeciendo.
Resulta irónico escuchar al alcalde de Pamplona echando la culpa del problema a las propias ayudas que se han venido ofreciendo. Esas ayudas han provocado un efecto llamada y el efecto llamada ha provocado un desbordamiento. Asirón reconoce entonces, como cualquier representante de la supuesta extrema derecha europea, que Pamplona no puede resolver los problemas del mundo. ¿Puede España? ¿Puede Europa? ¿En qué momento dejamos de intentar convertir Africa en algo como Europa para empezar a convertir a Europa en algo como Africa? ¿Estamos resolviendo los problemas en origen o estamos importando los problemas del tercer mundo a nuestras calles? ¿Es ilimitado el número de gente que podemos acoger? ¿Y qué hacemos con la gente que viene a delinquir? Las preguntas que es tabú realizar en el ámbito mediático o institucional, se las empiezan a hacer la población. Censurar las redes sociales o los cordones sanitarios no van a ser la solución, ni al origen del problema ni a su reacción.
Un comentario
En efecto, todo el que abra los ojos ve el problema y su difícil solución estriba en responder adecuadamente a los acertados interrogantes que el articulista formula.Sin dejar de reconocer y admirar la labor humanitaria que algunos realizan, llama la atención el esfuerzo que se hace por desvincular la inseguridad existente de lo que denominan, en el pesado y repelente lenguaje inclusivo, “personas usuarias”. Su explicación es falaz y nada convincente. A las ultimas declaraciones del personal de los Servicios Sociales o,simplemente, a los hechos me remito.