La memoria histórica no es el relato unilateral que pretende la izquierda. Todo era mucho más complejo. La izquierda no era democrática y arcangélica. Los nacionales no eran bestias salvajes sanguinarias. Los abuelos vasconavarros no eran abertzales, eran mayoritariamente tradicionalistas y requetés. De todos aquellos antecesores vilipendiados quedan sus cartas y, frente a la caricatura, el testimonio personal de quiénes eran, cómo eran, en qué creían y por qué luchaban. De su relato se deduce también contra qué luchaban realmente y de qué se defendían. Hay que borrar su memoria si lo que se quiere es imponer un relato unilateral, pero hay que recuperar sus testimonio si lo que se pretende es completar la verdad.