Hay que reducir el número de familias

Esta crisis es tan gigantesca al parecer que hay que reducirlo todo, soltar todo el lastre posible, comprimir todo lo comprimible. No basta con reducir el número de consejerias, de ministerios, de funcionarios, de empresas, de cajas de ahorro o de ayuntamientos. Hay que reducir también como sea el número de familias. O sea, que a partir de ahora se abre un período de negociaciones para la fusión familiar. Opas, alianzas estratégicas, fusiones frías. Adoptémonos unos a otros. Volvamos a las familias numerosas. ¿Que ya no se puede pagar una hipoteca con dos sueldos? ¡Prueben con tres o cuatro! Las familias llamadas monoparentales, esos trozos variados de familia que flotaban por ahí, la gente sola, las familias reducidas a su mínima expresión que representaban hasta ayer mismo el exito imparable de este mundo feliz tienen los días contados. El futuro es de las familias amplias, con su papá, su mamá, sus abuelos, sus tíos, sus primos y su demás familia. Familias como tribus, solidarias, capaces de sobrevivir al margen de las borrascas financieras y de los cambios electorales. Estoy esperando que la lógica de los acontecimientos vaya aconsejando una vuelta al familiarismo más demodé. Va a ser divertido oír el cambio de argumentación políticamente correcta que está a punto de producirse.

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CLAVES EN OPINIÓN

Un comentario

  1. No ha mucho le comenté a la parienta la posibilidad de convertirnos al Islam, por lo de las ayudas sociales y la moda, pero al llegar a mi propuesta firme de crear un harén particular con el que atraer al domicilio un par más de nóminas…se me jodió en cuento 🙂

    Bromas aparte, es una pena el comprobar como esta generación es la primera que vive peor que la de sus padres. Hace poco por tierras cántabras, compartí tertulia con un minero a punto de jubilarse, que en la actualidad está sufriendo un ERE parcial descubriendo a su edad lo que es el desempleo.

    Este buen hombre, nos recordaba lo que fueron para él los años 60 al final de la década, cuando emigró de su Extremadura natal a tierras norteñas en busca de una mejor situación laboral.

    Con su por entonces pequeño sueldo, pudo comprarse un piso ( de los de verdad, no como los de ahora ) al cual destinaba una mínima parte de su nómina. Se compró su primera moto, y al poco de casarse, su primer coche. Pudo mantener una familia sin apuros, y siempre había dinero para fiestas y verbenas.

    Era una vida sencilla pero sin necesidades, sin agobios.

    A día de hoy, está más tiempo desempleado que trabajando, tiene en su hogar una pensión completa para nietos de todas las edades, y gracias a los ahorros de toda una vida alguno de sus hijos puede seguir tirando adelante.

    Supongo que conoceréis a varias parejas de las cuales ambos trabajan, destinando uno de los sueldos íntegro a la Hipoteca, cuando no más, realizando piruetas con el restante para saber llegar a fin de mes aun a costa de lo más básico.

    Eso contando con que trabajen los dos, que si la nómina llega en solitario…

    El otro día me sorprendió un amigo cuando me decía que mucha gente destinaba parte de sus ingresos en aparentar que todo seguía igual, pese a resultarles vital para otro menester.

    Perplejo me quedé, la verdad, pues no concebía que la estupidez del género humano llegase a ese límite.

    Hipotecariamente hablando, habrá quien diga que la culpa es de quien ha intentado vivir por encima de sus posibilidades, que los habrá que sí, pero los más simplemente se han dedicado a encontrar una vivienda en la localidad que le vio nacer, cerca de su familia y su hábitat aun cuando la «normalidad» del sector imponía en tales inmuebles un precio 4 veces superior al real…en el mejor de los casos.

    Precios desorbitados, crisis en el empleo, y un pelín de estupidez «aparente»…que realmente queda en nada cuando comprobamos que al mayor estúpido del país, le llaman:

    Presidente.

    Un saludo.

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