Podríamos decir que Venezuela vive momentos dramáticos, si no fuera porque Venezuela vive una constante situación dramática hace años. Hambre y tiranía son la firma del socialismo y Venezuela es la no excepción que confirma la regla. Existe no obstante gente encantada con la dictadura venezolana, dentro y fuera de Venezuela; en Venezuela, lógicamente, los que dirigen la dictadura, y fuera de Venezuela toda la extrema izquierda que sostiene a Pedro Sánchez en la Moncloa. ¿Cómo no van a apoyar todos los socios de Sánchez los pasos totalitarios del presidente si refrendan a Maduro? ¿Cómo les va a temblar el pulso ante la bolivarización de España si es el modelo que están apoyando? Lo que les molesta es la democracia, con una dictadura de su signo están encantados.
Seguramente infravaloramos el peligro para la libertad de que el gobierno de España dependa de partidos totalitarios. En la coyuntura actual, además, se junta la dependencia de partidos totalitarios con un presidente megalómano y narcisista fácil de seducir por una manera de gobernar autocrática. No sólo es que Sánchez tenga tics autocráticos, es que su mejor salida a todos los casos de corrupción que le rodean es una deriva totalitaria. Todos los días asistimos a constantes intentos de recortar la democracia en España para blindar personalmente al presidente del gobierno.
Como es lógico, el recorte de la libertad y la voladura del estado de derecho van de la mano del discurso de la amenaza de la extrema derecha, como en Venezuela. La defensa de la dictadura de Maduro se articula en torno a la afirmación de que la oposición a Maduro es la extrema derecha golpista. Todo lo que no es Maduro es extrema derecha. La cosa no sería tan grave si aquí ya no estuviéramos normalizando la idea de que todo lo que no es sanchismo es extrema derecha. ¿A dónde nos lleva ese discurso? A Venezuela.
Las primeras etapas del falso dilema entre sanchismo o extrema derecha son que mejor la amnistía que un gobierno de extrema derecha, o mejor un gobierno que miente que la extrema derecha. Después pasamos a la etapa de mejor un gobierno corrupto que un gobierno de extrema derecha. La etapa final es que mejor la tiranía que un gobierno de extrema derecha. El problema es que para justificarlo todo necesitas la amenaza de la extrema derecha. Si no existe la extrema derecha, te la inventas. A todo lo que no eres tú mismo lo llamas extrema derecha. O conviertes en extrema derecha a todo el que se te opone o te caes con todo el equipo. El problema es que no puedes adoptar un discurso que criminaliza a la oposición sin acabar actuando en consecuencia, lo cual al final acaba con un tirano en el poder, como Nicolás Maduro, y con una oposición en la clandestinidad, como María Corina Machado. ¿En qué parte de Sol, por cierto, estaba ayer el PSOE? Las señales dan miedo.
