Una vez más, el 31 de mayo se ha celebrado la habitual concentración de pamploneses enfrente del Parlamento de Navarra, con una pancarta conocida y bien expresiva que dice: «ABORTO NO. Dios ama al embrión.
CTC».
Por no responder -también en la sociedad y la política- al consejo evangélico de «Buscar primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura», y por rechazar en la sociedad política los derechos de Dios, garantía del que menos puede, resulta que ya no tenemos ni vida humana por el aborto ni pan para jóvenes y mayores.
La crisis económica es fruto de una horrorosa crisis de valores.
¿Creíamos que sólo de pan vive el hombre? ¿Quisimos el hartazgo de hombre sensible, aún machacando los derechos del concebido y no nacido? Pues no tenemos alma… ni tampoco tendremos pan. Así estamos.
¿Y el posterior vacío existencial de la persona injusta y amoral -agente de estructuras de pecado- por falta de justicia y sobre todo de Dios ? Una generación desmoralizada y amoral es una generación amargada y hasta de esclavos, que nosotros hemos de ayudar a salvar, sabiendo que, como decía Vázquez de Mella, es malísimo poner «tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias».
Sí; la «Ley» del aborto de 2010 que a conocidos políticos conservadores escandaliza -y no sin razón-, es una consecuencia lógica de la «Ley» despenalizadora y legitimadora del aborto de 1985. Es ilógico e injusto rechazar aquella y mantener esta última. Este no es un tema de «mal menor», sino de defender la vida o no, con todas sus consecuencias. Esta defensa forma una tersa unidad y toda fisura convierte a aquella en hipócrita e impulsora de grandes males.
Una vez más, también en el tema del aborto se comprueba la responsabilidad de los políticos, de ciertos grupos de presión, de los legisladores, y de la administración pública, que pueden conducir fácilmente a la sociedad por los derroteros de la mayor degradación moral que ha conocido la historia. Por muchos motivos, en realidad son ellos los que modelan a la sociedad y la juventud… y no al revés.