Para campaña de odio la que está sufriendo Elon Musk desde hace algún tiempo. Tras el propio Donald Trump, Elon Musk puede ser la figura occidental con más probabilidades de ser asesinada en estos momentos. Por lo pronto ya lo están marcando y señalando como a Trump. Por si acaso alguien no lo mata, no obstante, todos los gobiernos woke (que por suerte cada vez son menos y más débiles como atestigua la caída de Trudeau) han salido en tromba contra Musk por su última denuncia de las agresiones sexuales masivas contra niñas tuteladas en Gran Bretaña.
El ataque contra Musk excede de todos modos este caso, viene de antes y se explica por la pérdida del monopolio mediático por parte de la izquierda. La izquierda está nerviosa porque por culpa de las redes sociales ya no puede controlar de lo que se habla y de lo que no se habla. El cinismo con Musk resulta escandaloso porque poco se ha preocupado la izquierda por los millonarios que se dedicaban a influir cuando eran Gates, Soros, Roures o Oughourlian. El colmo de hecho es ver a El País, un medio propiedad de un millonario progre libanés al servicio del gobierno sanchista, exigiendo poco menos que la cancelación de Elon Musk. Por el contrario, si realmente empezamos a poner límites a la libertad de expresión, que sea por el nivel de cualificación. Que todo el que no haya mandado algún cohete al espacio se abstenga de opinar. Entretanto, la opinión de Musk no vale menos que la de los demás, incluyendo cualquier cretino subvencionado que defienda el neomarxismo como un lorito.
Lo cierto además es que las redes sociales, empezando por X, no son un espacio en absoluto monopolizado por la derecha o por los conservadores, sino que son más bien un espacio en el que simplemente los conservadores, los libertarios o los patriotas no han sido excluidos. La izquierda no tiene ningún veto en X o en cualquier otra red social, lo que la izquierda no está dispuesta a tolerar es un espacio en el que no estén vetados todos los demás. Naturalmente esto no se puede vender así, de modo que la izquierda tiene que vender su dictadura etiquetando previamente de fascistas, racistas o machistas a todos los que no comulgan con sus ideas. Después de colocar a la gente una etiqueta de este tipo entonces ya sí la puedes cancelar. El problema es que para poder colocar esas etiquetas sin que se discutan hay que tener el monopolio de la comunicación, y la izquierda se encuentra ante una nueva era que desborda los medios tradicionales y ante una figura como Elon Musk. Todos los pequeños inquisidores nacionales e internacionales de toda la izquierda radical apenas pueden refrenar sus ansias por censurar la información, determinar ellos lo que es bulo o es verdad, y perseguir a todo el que ose salirse de su guión.
Pensándolo bien, lo escandaloso es que sólo haya un multimillonario o un gran influyente como Musk en el punto de mira de la izquierda global. ¿Qué clase de distopía estamos viviendo para que sólo haya una figura empresarial top que se escape al club de los davosianos? ¿Qué hacemos si se cargan a Musk?
Por lo demás tampoco se trata de divinizar a Musk. Habrá cosas que diga Musk que serán razonables y otras que no. Habrá cosas en las que estará equivocado y otras en las que tendrá razón. Pero por lo menos no pretende hacernos felices quitándonos todo, obligarnos a creer en la autodeterminación de género, o imponernos una dieta de gusanos, y de momento mantiene uno de los pocos canales en los que se puede opinar con una cierta libertad. Qué poco debe confiar la izquierda en su discurso cuando le tiene tanto miedo al contraste de opiniones, a la pluralidad y a la confrontación de la información. Qué más quisiera la izquierda que Elon Musk, el gran visionario del siglo XXI, fuera uno de los suyos. Qué poco aprecio le tiene la izquierda a la libertad.
Un comentario
Las últimas fotografías hablan por sí solas y no parece que a los gerifaltes de la indigesta ideología Woke les hayan preocupado mucho las injerencias «sorosianas».