Desmontada la AVT el camino es más sencillo. Y es que ahora hasta las mismísimas víctimas representadas por unas cuantas que están acomodadas en la pomada, darán el ok. Estos días pululan noticias sobre alguna fundación, así como sobre el Consejo de Víctimas creado por el Gobierno Vasco, cuya composición acoge representantes de asociaciones de víctimas. Asociaciones correctas, tranquilos todos los correctos. En esas noticias se manifiesta que entre sus principales preocupaciones figura la cuestión de ¡cómo reinsertar etarras! Todo ello albardado por discurso de plastilina que dice pero que no dice nada, que plantea cosas tan inocuas para la dignidad de las víctimas, la de la Nación, que no queda otro remedio que sospechar vehementemente del porqué se dicen precisamente en estos momentos… En fin, coartadas para malvados e ingenuos.
Todo ello sonrojante y revelador de la estrategia zapaterista a la que algunos miembros de asociaciones se han entregado de buen grado. Así nos venden que lógicamente a «las víctimas», fallecida la AVT, deo gratias, no les importa que el jefe etarra de la negociación Josu Ternera permanezca localizado y consentidamente impune. ¡Qué cansino e inoportuno suelo ser trayendo este asunto! Nadie nos dice el porqué de lo de Ternera, pero evidentemente tiene que ver con la negociación con los etarras. Eso sí, con la parte buena de los etarras. Es insignificante que el tipo sea responsable de decenas y decenas de asesinatos, entre ellos niños. Alguien ha decidido que es de los buenos. Al igual que Otegi, el del discurso de paz, «el gordo» en la jerga etarra. Y así tanta gentuza del estilo. Nada importan los manejos que denuncia Mayor Oreja, al que lo que procede es discutirle si los llamamos negociaciones, contactos, tomas de temperatura, tea party o si son galgos o podencos. Se juega con las palabras. Nadie entra en el fondo. Ni su propio partido que, como el resto de los que suscribieron aquel Pacto Antiterrorista, hoy pasan un tanto de todo esto, colocando así un pie en el lado oscuro.
No pierdan ojo a la nueva presidenta de la AVT, hasta ahora vicepresidenta con Casquero. La señora Pedraza reclama que la opinión de las víctimas venga determinada por «el respeto y la consideración (…) muy especialmente en lo referente a cualquier tipo de negociación o pacto con los terroristas.» Les ofrezco gratis la traducción: calladitas mucho más guapas. Lo dice una responsable (?) de la Junta Directiva que oculta lo de Ternera y el pestazo de tratos con la Eta, la que prescindió de los abogados que querían ir más allá en el caso Faisán, la que no quiso personarse en la denuncia que presentó otra asociación de víctimas contra Sánchez Manzano por su sospechoso proceder en las investigaciones y juicio del 11M… Es decir, la que con sus hechos desmiente el hato de palabras con las que de vez en cuando rellena sus declaraciones de intenciones.
Qué país. En España se organizan conciertos, como el pasado enero en Navarra, descojonándose de nuestros muertos, ensalzando a los etarras o como mínimo banalizando el asesinato. Y los políticos de cuyos partidos cabría esperar algo duermen la siesta. La nueva ley de víctimas de Navarra no ha estado lejos de aprobarse casi tal cual se había presentado en su proposición inicial por parte del PSN. Se trataba de una redacción que en 2010, en Navarra y después de lo llovido, resultaba infumable. Se abría la puerta a mezclar víctimas y terroristas, sus verdugos. Insisto, no se estuvo tan lejos dado que algunos estaban de siesta política. Da la impresión de que cierta resignación y desidia están instaladas en muchos ámbitos.
Hace algún tiempo se puso en marcha una campaña para colocar placas a nombre de las víctimas en calles de toda España. Ahí tienes la placa, majo. Pero lejos de, en consecuencia, revitalizar el espíritu cívico de la ciudadanía, se la está adormeciendo en pos de la preparación de una pista de aterrizaje en la política legalizada para una parte de la Eta. Una tribu de mandarines y txibatos de la banda que ya se han llevado muchos años aposentados en los parlamentos, nutriendo a la serpiente, incluso señalando objetivos desde el escaño, cuando no empuñando la pistola. A los de Patxi Zabaleta no les engañará la memoria reciente. Tras las referidas placas en las calles se va enterrando el espíritu cívico de los tiempos del Pacto Antiterrorista, que se rebelaba contra el mundo sangriento de la Eta, sus cómplices y consentidores. Ese ímpetu ciudadano se ha sacrificado en pos de la ineludible necesidad de echarles una mano para acogerlos en nuestro regazo social. Una puñaladita del inefable José Luis Rodríguez Zapatero, que donde había una solución, un acuerdo nacional, ha sembrado una amarga discordia. Nada, los muertos muertos son y ahora ya tienen placas. Placas nuevas que buscan su definitivo entierro, que es el de la conciencia cívica de todos nosotros. En mi nombre no.