El bareto de Pablo Iglesias y su actividad empresarial ejemplar

Hace unos días se publicó una información a partes iguales interesante y escandalosa. Resulta que el canal Red, la tele más roja, el medio dirigido por Pablo Iglesias desde que cambio la vicepresidencia por las tertulias, publicó una oferta laboral ofreciendo 200 euros al mes por trabajar de becario. Una cantidad no sólo modesta sino netamente inferior a la que ofrecen otras muchas empresas gestionadas por atroces explotadores capitalistas.

Ante la imposibilidad de negar los hechos dada la publicidad del anuncio, el canal de Pablo Iglesias trató de justificarlos, explicando la teoría de un contrato de aprendizaje y el cobro en formación frente al cobro en salario. Lo que sucede es que eso mismo podría decir cualquier otra empresa y en el caso de cualquier otra empresa eso mismo Podemos lo considera terrorismo laboral. La hemeroteca de Iglesias se vuelve contra él al recordársele cuando exigía para los becarios el salario mínimo más gastos de transporte, frente a los 2 euros la hora que paga el empresario Iglesias mientras el Iglesias ideólogo, al otro lado de la cámara, pontifica sobre las bondades del comunismo, los horrores del capitalismo, la revolución, la coherencia y la justicia social.

Lo cierto es que no es la primera vez que al líder de facto de Podemos se le evidencian las entretelas. No ya por el casoplón de Galapagar, que por supuesto, sino por la Taberna Garibaldi que abrió al abandonar sus cargos políticos. Es decir, ¿cuánto cobra un camarero en su taberna? ¿Cuánto cuesta una ensalada? Porque si los camareros cobran lo mismo, las ensaladas cuestan lo mismo, y los cócteles cuestan un poco más, ¿cuál es la diferencia con un empresario capitalista? O no existe una forma alternativa a la capitalista de dirigir un negocio o existe pero Pablo Iglesias no la practica, lo segundo sería casi peor. Si por otro lado no existe una forma viable de dirigir un negocio alternativa al capitalismo, en el que dependes de las ventas, los gastos y los márgenes en el mundo real, lo honesto y coherente sería abandonar el comunismo. En la incoherencia y la deshonestidad, sin embargo, parece que se vive mucho mejor.

¿En qué queda entonces en la práctica todo el discurso de Pablo Iglesias y su partido? En nada, en la pura gestualidad. En una gestualidad además miserable. Al final su bar es un bar como otro cualquiera, con precios como otro cualquiera, con salarios como otro cualquiera, en el que cuelgan una bandera palestina y otra LGBT en la pared, y en el que en la carta le hacen guiños al etarra Josu Ternera.

El drama del comunismo es que no ha dado lugar a nada mejor que lo que critica. No hay un sólo país comunista en el que se sea más libre o se viva mejor. No hay ningún país comunista al que la gente llegue huyendo de los países capitalistas. Tampoco hay empresas dirigidas por empresarios progresistas que funcionen mejor de una manera alternativa, que ofrezcan otros salarios a los trabajadores, que ofrezcan otros precios a los compradores y que no tengan pérdidas. Lo más parecido a eso, además, sería Mercadona más que el bareto o la tele del cínico Iglesias.