La derecha tiene problemas de convivencia. Cuando el PP era el único partido con representación parlamentaria en la derecha obviamente no tenía problemas de convivencia. No tienes problemas de convivencia cuando no convives con nadie. La pregunta es si ahora el PP es consciente de que se encuentra en otra etapa y si ha aprendido a convivir con otro partido nuevo a la derecha, o si todavía sigue desadaptado y estancado en unas premisas apropiadas para un escenario que ha dejado de existir hace tiempo.
¿Cómo forma sus alianzas la izquierda? Pactando y llegando a acuerdos. Para llegar a un acuerdo, cada parte tiene que conseguir algo de la otra. Yo te doy algo que quieres tú, por ejemplo mis votos, y tú me das algo que quiero yo. El PP parece no haber entendido esto. El PP pretende que VOX le apoye sin contraprestación alguna, sin hablar, e incluso mostrando desprecio cuando no hostilidad. El argumento es que VOX tiene que apoyar gratis al PP porque si no es favorecer a la izquierda.
El problema con ese argumento es que si VOX apoya gratis al PP deja de tener sentido la existencia y la utilidad de VOX. Para apoyar sin más lo que hace o deja de hacer el PP ya está la opción de votar directamente al PP. La irrupción en el panorama político de VOX responde precisamente a la demanda de muchos votantes de la derecha de disponer de una palanca que obligue al PP a hacer cosas que el PP nunca parece dispuesto a hacer. Si la derecha hubiera estado satisfecha con lo que hace el PP, no hubiera nacido VOX. No por nada, sino porque VOX no podría existir sin una demanda insatisfecha por parte del electorado de la derecha respecto al PP.
Hablar de términos como demanda insatisfecha invita a considerar también el asunto de la convivencia entre PP y VOX como una cuestión de competencia empresarial. Igual que hablamos de un mercado de la vivienda, de la telefonía o de la automoción, existe un mercado electoral. La democracia es el libre mercado aplicado a la política. Los partidos no dejan de ser empresas que ofrecen un producto y que compiten en el mercado electoral con otras empresas que ofrecen-venden otros productos. El problema es que los partidos y sindicatos los pagamos todos, les compremos o no les compremos el producto. No obstante, para conseguir representación los partidos nos tienen que convencer de que les compremos su producto entregándoles nuestro voto, y compiten entre sí con sus ofertas para obtener ese voto.
Lo que el PP no parece haber entendido es que ahora ya no se encuentra en el mercado de la derecha gozando de un régimen de monopolio. Ahora tiene que competir. VOX no es su amigo sino su competidor. VOX y el PP no se pueden ver uno a otro como amigos sino como rivales, sería poco realista pensar otra cosa. Bien es cierto es que al menos rivalizan en el mismo lado de la orilla, pero rivalizan. El problema del PP es que a veces ni sabe que está en otra orilla que la izquierda ni se da cuenta de que no está sólo en su orilla. Cuanto antes empiece a darse cuenta y asimilar la nueva realidad mejor para la derecha. No sólo hay una competencia entra la izquierda y la derecha, sino que también hay una competencia entre las propias derechas. Para pactar con la izquierda haría falta un puente, pero para pactar con la derecha hace falta un camino. No es que VOX salve al PSOE como dice Ayuso, es que el PP prefiere salvar al PSOE antes que pactar con VOX. Y para pactar con VOX hay que hacerle alguna oferta a VOX. No se puede esperar que a todos los partidos haya que hacerles una oferta para llegar a un acuerdo menos a VOX.
Sorprendentemente, el PP entiende lo que es la negociación cuando se trata del nacionalismo de Junts o del PNV, tal vez porque lleva negociando con ellos toda la vida, bajo unas u otras siglas. Al PP no se le ocurre que el PNV o Junts le tengan que votar a cambio de nada. Por el contrario, el PP siempre ha estado dispuesto a pagar precios estratosféricos a cambio de los votos de Junts o del PNV. Quizá todavía sigue dispuesto a seguir pagando esos precios y legitimando a estos partidos golpistas, malversadores e independentistas que quieren romper la nación. De hecho parece que Feijóo se encuentra más dispuesto a buscar un acuerdo con estas formaciones antes que con VOX.
Respecto a todo lo anterior, interesa ver lo que le está pasando al centro-derecho en Francia o Alemania, pactando acuerdos extraños, insostenibles y antinatura con la izquierda, tragando a dos carrillos la trampa del cordón sanitario que perpetúa en el poder a la izquierda e impide para siempre gobernar con su programa a la derecha. ¿Qué tiene de raro que la nueva derecha deje caer gobiernos y partidos que le aplican un cordón sanitario? El resultado de que la derecha trate a la nueva derecha como una apestada es la ingobernabilidad. La vieja derecha tiene que afrontar los acuerdos con la nueva derecha con la misma falta de complejos que la izquierda pacta entre sí. Por un lado porque no tiene sentido aceptar una lógica asimétrica para la izquierda y para la derecha. No puede ser que los pactos de la derecha estén limitados y los de la izquierda sean ilimitados. Por otra parte, el electorado ha decidido que la vieja derecha no va a poder gobernar sin la nueva derecha en ningún país de Europa. Cuanto antes lo entienda la vieja derecha mucho mejor.