Al sanchismo le ha faltado tiempo para identificar y detener a las personas que increparon a Sánchez o golpearon su vehículo. El estado, en este caso sí, ha actuado de inmediato y utilizando todos los recursos contra ellas. Para esto ningún conflicto de competencias ha paralizado o ralentizado la acción del gobierno. Ha enviado a las fuerzas especiales encargadas de capturar terroristas a detenerlas. Ha ostentado por todos los medios su poder a fin de amedrentar a la población que pueda estar descontenta con su gestión. Ha lanzado al ministro del Interior a llamarlos “criminales” y a pedir que sean juzgados como los terroristas o los narcotraficantes, por la Audiencia Nacional.
En su afán por criminalizar a las víctimas de la riada que protestaban por el abandono del gobierno, el sanchismo ha utilizado dos bulos que poco a poco se van desarticulando por completo. El primero es que se trataba de una protesta organizada por la extrema derecha. El segundo que Sánchez había sido golpeado por un palo. Respecto a lo primero, ninguno de los detenidos muestra vinculación alguna con la extrema derecha. Respecto a lo segundo, no existe evidencia alguna de que Sánchez resultara golpeado durante la protesta: quod non est in actis non est in mundo.
¿Hubo no obstante violencia en las protestas por la visita? Pues claro que la hubo. Lo que pasa es que los golpes se los llevaron algunos guardaespaldas de Sánchez o de los reyes, o el coche de Sánchez cuando se daba a la fuga mientras los reyes conseguían rebajar la tensión hablando con las personas. No seremos quienes aplaudan este comportamiento, pero no se está persiguiendo con esta saña a las personas que se propasaron por estas acciones, sino por haber hecho huir a Sánchez. Esto no es justicia, es la venganza de Sánchez.
No es además Sánchez el más indicado ni legitimado para perseguir a la gente por rayarle el coche. A su alrededor, si no se fijó, había montañas de coches destrozados por la inundación. Se atribuye además a Juárez la frase de que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. ¿Dónde están las condenas de Sánchez o sus socios a la violencia que han sufrido en otras ocasiones los partidos de la oposición? ¿Puedes condenar la violencia política si tú mismo marcas un límite a partir del cual la ignoras o no la condenas?
Se da la paradoja, y esto tampoco ayuda mucho a mejorar la imagen del sanchismo, que ante una tragedia que va camino de alcanzar los 300 fallecidos el gobierno y sus terminales parecen más preocupados por el escobazo al coche de Sánchez que por todo lo sucedido en la Comunidad Valenciana. En términos de tiempo e interés, parece que importa más lo primero que lo segundo.
En este sentido el rey vuelve a ganarle la partida a Sánchez, porque el rey no ha dicho una palabra sobre la gente que le increpó o le lanzó objetos.
Hablando de ironías, contradicciones y paradojas, contrasta la eficacia de las fuerzas de seguridad para detener a los que se excedieron en la protesta contra Sánchez con la tocata y fuga de Puigdemont. Cuánto celo en un caso y qué poco en el otro. Pero claro, los detenidos de Paiporta no tienen 7 votos de los que depende el sillón presidencial. ¿Cuanto barro o cuántos palos a su coche (que no es su coche) aguantaría Sánchez por seguir aferrado al poder? Mientras anda deteniendo a la gente por un lado, ¿a cuántos delincuentes condenados o a la fuga ha indultado o amnistiado para conseguir y mantener el poder? El rodeado de imputados, ¿a cuánta gente quiere imputar por protestar contra él? Para exigir ejemplaridad hay que practicarla. Para pedir justicia hay que tener una sóla vara de medir. Y para ser implacable con el débil hay que legitimarse antes siendo implacable hasta con el que te puede dar o quitar el poder.
