Tragedia nacional

España vive desde ayer un drama nacional a cuenta de lo que está sucediendo en la Comunidad Valenciana y en algunas otras zonas del Levante español. Frente a la creciente cifra de fallecidos el resto de consideraciones palidecen, no obstante lo cual siempre cabe intentar añadir para el análisis algún dato de interés o alguna reflexión.

Para empezar, no nos encontramos como se está repitiendo ante un hecho impredecible, sin antecedentes o totalmente excepcional. La “gota fría”, ahora llamada DANA, es un fenómeno recurrente, con distintas intensidades, desde la noche de los tiempos en esa zona. En 1957 hubo una gran riada que dejó, según las fuentes, entre 80 y varios centenares de muertos. Consecuencia de aquella riada fue la gran obra de desvío del cauce del Turia. El grupo de análisis “Impulso a Valencia” advertía en 2014, en un informe llamado “Actualización del Plan Sur de Valencia”, del riesgo de que las infraestructuras construidas no pudieran contener una riada similar a la del 57, y que por otro lado, considerando los registros de las numerosas inundaciones acaecidas desde 1321 hasta 1957, el período de retorno de las riadas en Valencia es de 27 años. Se sabe por tanto a ciencia cierta que las grandes riadas son un asunto recurrente en aquella zona y que afrontar una crisis es sólo cuestión de tiempo, con o sin cambio climático. No estamos viendo nada que no se haya visto antes acaso agravado, eso sí, por el aumento de la población, las construcciones o la cantidad de vehículos circulando.

¿Puede haber sido un factor agravante la tardanza de las autoridades a la hora de dar avisos, el cálculo de la magnitud de la amenaza, o la respuesta a la catástrofe una vez desencadenada? Desde luego en España ya tenemos la experiencia de estar vendidos con este gobierno. Ante la pandemia de 2020, el de Pedro Sánchez fue el gobierno de celebrar el 8M y despreciar todos los avisos en vez de tomar medidas de contención. Es seguramente por ello que nos convertimos en el país desarrollado con más muertos por habitantes durante la primera ola de la pandemia. De los 121.852 muertos en España durante la pandemia, al Gobierno de España sólo le interesan los 7.291 de las residencias de Madrid, no siendo sin embargo las residencias de Madrid las más castigadas de España. Mientras los ancianos de las residencias de Madrid morían sufriendo una lenta agonía, en el resto de residencias de España los ancianos morían cantando alabanzas a Pedro Sánchez. Al final de la pandemia Madrid ni siquiera fue una de las comunidades con más muertos por habitantes, pero los muertos se utilizaron sin escrúpulo alguno pese a que el gobierno español no es que pudiera presumir especialmente de números. Cabe pensar por tanto que si, como parece, vamos a tener que afrontar una gran cantidad de muertos con esta desgracia, la utilización política de los muertos será inevitable.

Hablando de la utilización política de los muertos, no es de extrañar que alguien como Rufián haya sido el primero en intentar usar políticamente la catástrofe a su favor. Seguro que si la Comunidad Valenciana hubiera sido anexionada a Cataluña no hubiera pasado nada. En la Comunidad Valenciana es culpa del gobierno que llueva, pero en Cataluña no es culpa de la Generalidad la sequía. ¿Podía de todos modos haber cambiado algo la existencia de una especie de UME valenciana? Resulta dudoso por muchos motivos, como en su momento y para paralizar este proyecto expresaron los propios bomberos de la Comunidad Valenciana. ·En realidad la Unidad Valenciana de Emergencias no era tanto una UME que aportara medios materiales sino una agencia de coordinación de los medios ya existentes. Unos medios que, por cierto, no aumentaron los gobiernos de progreso en los años precedentes. El problema con estas agencias es que crear una agencia nueva para mejorar la coordinación lo que suele hacer es complicar aún más la coordinación, generando una agencia nueva. En todo caso en ninguna otra comunidad española, incluyendo las de izquierdas, existe algo así como una UME paralela. En Navarra, en cuanto entraron las fuerzas de progreso en el Gobierno de Navarra, lo primero que se hizo fue eliminar la Agencia Navarra de Emergencias, que sigue sin restaurarse ni tras los incendios devastadores de 2022.

Más que nuevos organismos o que el cambio climático, uno de los parámetros fundamentales en los grandes desastres es el enfoque político. Si apostamos por dejar los bosques abandonados, por no limpiarlos, por no mantener los cortafuegos, y por prohibir a la gente del campo alterar el estado natural y salvaje de la vegetación, el resultado son incendios incontrolables. Si apostamos por la restauración de la naturaleza, por no limpiar y trabajar los cauces, por dejar aquí también todo en su estado salvaje, por no construir pantanos, por destruir las presas, entonces no hay bomberos ni servicios de rescate en el mundo que después, cuando llega una gota fría, puedan paliar las consecuencias. Tampoco sirven de nada 1.000 bomberos o 1.000 soldados si materialmente no pueden llegar hasta la gente que necesita ayuda porque han quedado destruidos los puentes o inundadas las vías de acceso, o las condiciones climáticas no permiten el vuelo de los helicópteros.

¿Se `pudieron hacer las cosas mejor? Seguro que sí, tanto a nivel de administración central, como autonómica y local. Tanto enredarnos los móviles para poder lanzar un mensaje de alarma y resulta que ayer parece que ese mensaje de alarma en la Comunidad Valenciana no llegó a los móviles hasta pasadas las 20 horas, cuando la situación ya era evidentemente catastrófica y hacía muchas horas que cientos de personas, puede que miles, esperaban un rescate en un tejado o subidas a la capota de su coche, empapadas, a oscuras y congeladas. ¿Dónde estaba la AEMET? ¿Hubo antes de la riada un nivel de alerta y advertencia a los ciudadanos al nivel de la amenaza que se acercaba? Parece que no, a la vista de todos los coches circulando inadvertidamente ya de noche por zonas y calles a las que todavía la riada estaba por llegar. Los coches con las luces encendidas evidencian que la gente ya de noche seguía circulando desinformada y ajena al peligro.

Desde luego no será por la televisión pública que la gente de la zona cobró conciencia de la gravedad de la situación. Mientras ya desde primera hora de la tarde las cadenas privadas interrumpían su programación habitual o emitían especiales para dar cuenta de lo dramático de la situación, TV1 y TV2 seguían ajenas por completo a la realidad. Por la noche todavía la 2 seguía emitiendo conciertos y la 1 una película eso si sobre un apocalipsis planetario. Con las televisones públicas sin afán de lucro, no dirigidas por malvados empresarios, destinadas al servicio público, pagadas con nuestros impuestos, los españoles pueden esperar sentados a ser avisados de la existencia de algún peligro. Eso sí, hoy el sanchismo ha paralizado la vida parlamentaria en todo menos en la aprobación del decreto que pone por completo en sus manos el control de RTVE. Lo primero es lo primero. No importa tanto advertir, informar o evitar fallecimientos como controlar después el relato.

Como consideración final, sin embargo, quizá habría que pensar si no tenemos muy sobrevalorado lo que el gobierno, cualquier gobierno, puede hacer por nosotros. Es decir, claro que hay que exigirle eficacia al gobierno. Claro que hay que reprocharle al gobierno su inutilidad. Sin embargo, hay gente que parece pensar en el gobierno como en un sustitutivo de Dios. El estado no es una entidad omnipotente que pueda controlar los grandes fenómenos naturales. Por más que se aumente el presupuesto o el número de funcionarios del gobierno, seguiremos siendo pequeñas criaturas mortales y frágiles. El gobierno es el niño en la playa tratando de contener la marea con un cubo, una pala y un montoncito de arena. Da igual que le demos al niño una pala o un cubo un poco más grandes. A veces demandamos soluciones del gobierno como si el gobierno fuera omnipotente, porque necesitamos el apoyo de alguien que sea omnipotente. El que no reza a Dios espera conseguir algo rezando al gobierno. El demagogo que quiere gobernar y conoce muy bien esta necesidad es el primer interesado en vendernos su candidatura cogida de la mano de la idea del gobierno omnipotente. Por eso este tipo de creencias no son sólo falsas, son además peligrosas. Naturalmente esto no quiere decir que el gobierno, aunque no sea omnipotente, no pueda hacer dentro de sus posibilidades las cosas bien o mal. Siempre alerta ante todo lo que hace mal.

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Un comentario

  1. El Ejecutivo de Sánchez, según informa OK Diario, el 16 de marzo de 2023 lo dejó claro de forma rotunda: «No pueden entenderse, por tanto, las actuaciones de conservación de cauces como obras intensivas de dragado o eliminación de la vegetación natural, dado que son manifiestamente incompatibles con los objetivos de conservación y protección de la naturaleza recogidos en la legislación». Es más, presumiblemente el desvío realizado en 1957 hoy en día no se hubiese hecho. Están obsesionados con la demagogia barata que anteponen su forma de entender la conservación de la naturaleza al bienestar de las personas. De ahí su obsesión por cargarse los pantanos. ¿Qué serían las zonas secas de España sin los pantanos? Todas las obras hidráulicas están paralizadas. El caudal del Ebro puede ser esencial para regar las zonas menos favorecidas por la lluvia.

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