Jesucristo: topar los precios de los panes y los peces o multiplicarlos

Incluso en estos tiempos atribulados y entre las nuevas generaciones es probable que todo el mundo recuerde el milagro de los panes y los peces, aquel por el cual nuestro Señor Jesucristo dio de comer a una multitud de miles de personas que le seguían con sólo cinco panes y dos peces. Jesús ordenó a los discípulos que repartieran los panes y los peces con la sorpresa de que no se acababan nunca. Al final no sólo comió toda la multitud y quedó saciada, sino que aún sobraron varios cestos con panes y peces.

Más allá de la interpretación teológica y de la llamada a la fe y la solidaridad, el caso es que tenemos ante nosotros en esta parábola una curiosa decantación económica de Jesús, libre interpretación por supuesto de Navarra Confidencial.

Ahora mismo el gobierno ha puesto bajo el foco de debate el asunto de la vivienda. ¿Por qué? Primero porque hay un problema con la vivienda. Al españolito medio le supone un gran esfuerzo económico acceder a una vivienda ya sea como propietario o en régimen de alquiler. ¿Acaso nos encontramos ante una nueva burbuja inmobiliaria? Todo lo contrario, lo que sucede es que hay escasez de vivienda y tampoco es tanto que los precios de la vivienda se hayan disparado como que el sueldo de los españoles lleva muchos años estancado en términos de poder adquisitivo real.

Podemos pensar que los propietarios de viviendas eran muy buenas personas hace unos años, y que se han vuelto malos de repente y que por eso han subido los precios. O que hace unos años los propietarios de viviendas eran muy solidarios, y que pudiendo cobrar 100 cobraban 50, por amor al arte. O podemos pensar que los precios de la vivienda, ya sea para compra o alquiler, los ponen arbitrariamente al nivel que desean los propietarios, y que lo mismo podría ponerlos al precio que quisiera el gobierno. Alternativamente podemos tratar de subir el nivel por encima del de una niña de 4 años educada por una líder bolivariana.

Los precios no han subido porque antes los propietarios eran bueno y ahora son malos. Los precios no son 100 en vez de 50 porque los propietarios se han vuelto ambiciosos, pero no tan ambiciosos como para cobrar 150 en un relato alucinógeno en el que los propietarios ponen los precios que quieren y los precios los determinan la bondad y la maldad en vez de la oferta y la demanda.

Los salarios tampoco se han estancado porque sí sino porque nos hemos estancado en términos de productividad. Hay dos formas de aumentar el salario real. La primera es producir 100 por hora donde antes se producía 80 por hora. La segunda es que lo que produces suba de valor porque ya no es lo mismo sino mejor. Así es como crece la riqueza en el mundo real y no por un cuento de buenos y malos para niños de 4 años. El problema es que en el cuento para niños viene el cazador con botas y se come a Cenicienta por tener alquilado un piso, mientras que en el mundo real para crear más riqueza hay que producir más y producir mejor y con más eficiencia, lo cual es mucho más esforzado y complejo.

Naturalmente Jesús tenía la ventaja de que siendo Dios podía multiplicar sin más los panes y los peces de manera milagrosa, pero nosotros no tenemos los poderes de Jesús. Por supuesto no estamos condenados a morirnos de hambre y podemos fabricar pan o ir a pescar, lo que no funciona es quedarse tumbado al sol. Es duro, pero es la realidad. Existen alternativas para comer pan o pescado sin tener que trabajar, como robar o predicar el socialismo (valga la redundancia), pero alguien tiene que esforzarse para hacer el pan o pescar. Si todo el mundo se queda cruzado de brazos sin esforzarse no hay pan, ni peces, ni pisos. El trabajo que dejan de hacer unos para conseguir panes o peces, es trabajo añadido al resto. Obviamente hay que dar de comer al que no puede trabajar, pero al que no quiere trabajar y se aprovecha del trabajo de los demás hay que enseñarle a respetar.

Volviendo a Jesús y al milagro de los panes y los peces, lo que vemos es que la solución evangélica a la escasez de panes y peces no es topar los precios, sino multiplicar los panes y los peces. La multitud que seguía a Jesús no hubiera quedado saciada con cinco panes y dos peces topando los precios, por más que el precio se hubiera fijado a un precio muy bajo. Topando los precios no se consigue que haya más comida. Topando los precios lo que puede pasar es que los pescadores, los panaderos o los agricultores que plantan el trigo decidan que no les sale a cuenta trabajar. De hecho una de las consecuencias de que los precios de algo suban es que aumente la cantidad de gente que se dedica a producir ese algo. La demanda crea la oferta, siempre naturalmente que no establezcas barreras artificiales de entrada a la producción de ese algo. ¿Hay algún país en el que las cosas hayan salido bien topando los precios o haciendo todas las cosas que proponen Pedro Sánchez, Rufián o Yolanda Díaz? Multiplicar los panes y los peces es el camino. La cuestión es si podemos elegir entre multiplicar los panes y los peces trabajando o haciendo un milagro. Como no somos Jesucristo tendrá que ser trabajando. También es cierto que cuanto menos trabajen Pedro Sánchez, Rufián o Yolanda Díaz más peces y panes tendremos, salvo que ocurra un milagro. Quizá nos contradecimos un poco pero lo mejor que pueden hacer algunos es nada, particularmente cuando el gobierno depende de ellos.


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