Estar amenazado por ETA según Salvados

Si hay algo que no se puede decir de Jordi Evole y su programa “Salvados” (que ya no presenta pero sigue produciendo) es que no puede caer más bajo. Es la búsqueda de la excelencia pero a la inversa. Y a base de escarbar el hecho es que lo consigue. El último ejemplo es el especial de esta semana sobre los escoltas del País Vasco en tiempos de ETA, y el retrato que un pequeño ramillete de estos escoltas, seleccionados por Salvados, deja sobre sus escoltados.

Por alguna extraña razón, tal vez porque el PSOE ahora gobierna con la gente que llama presos políticos a los que hacían necesarios a los escoltas, Salvados parece haberse entregado a la labor de ensuciar la imagen de los amenazados por ETA e, inevitablemente, blanquear a aquellos que los amenazaban. Si los amenazados por ETA no eran tan buenos, entonces los etarras no parecen tan malvados. Algunos de ellos se lo buscaban. Es más, algunos de los amenazados por ETA estaban felices por encontarse amenazados, les interesaba estarlo, se alegraban cada vez que había un atentado. Cuando se comenzó a dialogar con ETA se entristecieron, no porque temieran que se hicieran cesiones a ETA, sino porque les gustaba y les interesaba que hubiera atentados.

Efectivamente es difícil caer más bajo. Es la doctrina de la minifalda con los violadores pero a lo bestia. Es como decir que a las feministas les entusiasma que se asesine a mujeres porque esos crímenes apuntalan su discurso contra el hombre y justifican futuros aumentos de sus partidas presupuestarias. Es como decir que las violadas en el fondo disfrutan cuando las violan. Quizá no todas, pero algunas, para poder extender la sombra de la sospecha sobre todas. Es como decir que la izquierda está encantada con los fusilados por Franco en el pasado por todo el jueguillo que le dan en el presente. Todo esto sería una barbaridad y un escándalo si se dice, pero en cambio Salvados puede usar este tipo de discurso para desacreditar a las víctimas y los amenazados por ETA.

No se posible asegurar que no haya un pequeño fondo de verdad sobre toda la basura emitida por Salvados. Es decir, fueron a lo largo de los años miles de personas las amenazadas por ETA que tuvieron que ser escoltadas. Fueron también por tanto miles los escoltas que tuvieron que ser empleados. No es imposible por tanto que entre los miles de escoltados hubiera algún cretino, o alguna palabra o alguna situación que se pudiera sacar de contexto. Tampoco se puede descartar que entre los miles del escoltas los hubiera que pudieran simpatizar con los terroristas, o que odiaran a los escoltados, o que pasados los años puedan mezclar injusticias laborales con discurso político y síndrome de Estocolmo. Lo deleznable es dedicarse a reunir todos estos testimonios y ponerlos todos juntos para que lo extraordinario parezca lo normal, utilizándolos para ensuciar la imagen de todos los amenazados por ETA. ¿Quién será, si es que realmente existió, el que entró a una herriko taberna a cantar el Cara al Sol? ¿Quién sería el que se alegraba de que hubiera atentados? La sombra de la sospecha se hace recaer sobre todos en general.

En realidad, aunque no se explicite, la idea que se deja flotando es la de que la sospecha debe caer sobre aquellas personas amenazadas que ahora se pudieran adscribir al grupo de los antisanchistas. En el colmo del cinismo Salvados presume de estar contra la polarización, de ser objetivo y de no fomar parte de la maquinaria generadora de fango y odio contra la que predica. El hecho es que Salvados divide a los amenazados por ETA entre gente decente, como Gorka Landáburu, convencido sanchista y normalizador de Bildu, y gente sospechosa de disfrutar con los atentados y que entraba a las herriko tabernas a cantar el himno falangista. Una historia que incluso en el reportaje de Salvados se incluye como un mero rumor, que acaso nunca tuvo lugar, que en todo caso habría llevado a cabo un sólo escoltado, puede que trastornado, pero que de todas maneras se incluye. También se divide a los escoltas entre escoltas decentes, los que denuncian estas situaciones imaginarias o excepcionales, y los que estaban tan flipados como sus protegidos encantados con encontrarse amenazados o con ser asesinados. En cuanto a los etarras en cambio a estos no se los divide, se les blanquea a todos. Porque blanquear a los etarras es el efecto secundario inevitable, acaso el buscado, de extender sobre los amenazados y sus escoltas la sospechosa de estar disfrutando mientras los violaban. La única forma de saber que un amenazado no era una falsa violada es comprobar si ahora bendice los pactos del gobierno con Bildu.

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