Todos los hombres son potenciales violadores. Esta es la penúltima enormidad que todo el equipo feminista y ultraizquierdista de opinión sincronizada ha decidido lanzar y repetir a través de todos sus terminales, para estigmatizar a los hombres y criminalizar a todo el género masculino.
Es evidente que el feminismo ya no busca la igualdad. No puedes querer ser igual a aquello que odias. Y el discurso de odio del feminismo está llegando a niveles intolerables intentado convertir en algo indigno el pertenecer al género masculino.
Uno de los mejores argumentos que se han aportado contra esta descalificación general de los hombres es el de señalar que lo mismo que decir que todos los hombres son potenciales violadores sería decir que todos los hombres son potenciales bomberos. Sería el mismo absurdo, sólo que si dices violadores en vez de bomberos extiendes un estigma y una descalificación sobre todo el género masculino, por eso dicen violadores en vez de bomberos. Hay una voluntad de insultar y de señalar al género masculino como violento, delincuente e inferior al femenino.
Las mismas feministas y ultraizquierdistas que están justificando el decir que todos los hombres son potenciales violadores, entrarían en brote si alguien dijera que todos los menas son potenciales violadores, o que todos los vascos son potenciales etarras.
El lenguaje potencial o no significa nada o se usa meramente para señalar e insultar, porque puestos a decir algo todas las podemitas son monjas en potencia. O putas, según queramos mirarlo.
Si nos abonamos al lenguaje potencial, todos los podemitas son potenciales corruptos.
Todos los socialistas son potenciales traidores. Algunos no sólo potenciales.
Todos los sanchistas son mentirosos.
Todos los comunistas son potenciales genocidas.
Todos los musulmanes son potenciales yihadistas.
Nos encontramos ante un asunto mucho más grave de lo que parece porque, aparte de que los hombres no tienen por qué aceptar ser sistemáticamente ofendidos e insultados por el colectivo feminista, se está generando una psicosis de temor a los hombres que ya está costando vidas. Este verano un hombre era asesinado en un concierto en Madrid porque dos mujeres pensaron que les estaba grabando. En realidad, el hombre estaba manteniendo una videoconferencia con su novia. No fue un malentendido. Fue una consecuencia del discurso del odio y del manto de sospecha que se está generalizando sobre todo el género masculino. No podemos minimizar el problema porque la gente que extiende este discurso no están en la periferia de la política, sino que está determinando al gobierno porque el gobierno depende de sus escaños.
Pese a que hablando en potencia podemos estar rodeados de falsas denunciadoras en potencia, o de totalitarios en potencia, lo que no puede ser cualquiera es un genio en potencia. La estupidez no es inteligencia en potencia. O eres inteligente o eres estúpido. O estúpida. No puedes ser potencialmente inteligente. Si eres tonta, no te vas a levantar lista mañana. Irene Montero puede potencialmente convertirse en el futuro en monja, en ultraderechista o en torero, pero en lo que no puede convertirse es en alguien inteligente si no lo es. Y esta es quizá la base del problema con el feminismo moderno, abonando la teoría de que la estupidez y la maldad son en el fondo lo mismo.
