La anulación de libertades que se avecina en España

Nos encontramos en el ecuador del año 2024. Uno ha de aguardar la esperanza correspondiente en los distintos momentos de su vida (no deja de ser esto, además, una cuestión considerablemente espiritual, de confianza en el más allá).

No obstante, el optimismo no ha de confundirse con la relajación en la autodefensa así como tampoco con una actitud de desconsideración de la realidad presente. Así pues, no se debe de negar una de las cuestiones situacionales de España.

España está, en estos momentos, como Estado-nación, dando pasos considerablemente agigantados en el camino de servidumbre del que autores como Friedrich August von Hayek hablaban en su momento (considerándolo, bajo cierta perspectiva, como algo inevitable).

Decíamos que España correría serios riesgos bajo un Frente Popular del siglo XXI en el que, inicialmente, había figuras como Pablo Iglesias, directamente vinculadas al narcocomunismo venezolano y al mayor centro universitario de lavado cerebral marxista (la Universidad Complutense).

Como era evidente, se están apreciando medidas que contribuyen a agravar la opresión fiscal y la inseguridad jurídica de los propietarios e inversores, aparte de otras directrices contrarias a la libre circulación y el libre pensamiento, siempre al compás de la actual fase revolucionaria, del wokismo.

Ahora bien, ya no podemos echarle toda la culpa a los agentes políticos de la izquierda radical, algo alineados con las bases militantes del PSOE. Se puede hablar, perfectamente, de una persona en concreto (aunque haya otros de la misma condición a su alrededor).

A la fatal arrogancia del planificador central y la psiqué de quienes incurren en pecados capitales por cuanto y en tanto participan de esta ideología satánica llamada “socialismo”, se le suma la peculiar personalidad del Presidente del Gobierno de España, de Pedro Sánchez.

Bajo una personalidad que algunos podemos suponer como demasiado orgullosa de sí misma y demasiado recelosa de pensar sobre el sentir general del resto de los españoles, España está siguiendo los pasos de ciertos regímenes homólogos del Grupo de la Puebla, que viene a ser el Foro de Sao Paulo.

Se está yendo más allá de la transformación en ley de la presión censora de los lobbies ideológicos, que responden a la corrección política y la cancelación. También se va más allá de la manera política e intervencionista, bajo directrices chinas de la OMS, a la hora de gestionar la pandemia del COVID-19.

Se está optando por controlar todas las instituciones del Estado, quebrantando cualquier especificación de la separación de poderes. Podemos hablar del Banco de España, de la televisión estatal, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, sin olvidar el interés en incrementar las acciones estatales financieras en empresas.

No se puede olvidar el afán en controlar íntegramente el poder judicial, aplaudiendo cualquier acción de intimidación a jueces y fiscales que obran con independencia. Recordemos incluso que la Fiscalía General del Estado y el actual Tribunal Constitucional funcionan, actualmente, como meros validadores de la agenda política del PSOE y de la ideología woke-socialista-estatista.

El pasado mes de noviembre de 2023 (precedido de ciertas señales en 2018 y 2020) fue un claro reflejo de la necesidad de consolidar una “policía política” que reprimiera o disuadiese cualquier clase de manifestación pacífica y prudente contra el mal gobierno. Es lo que se podía ver con los gases lacrimógenos y con ciertas cargas desproporcionadas en la calle Ferraz de Madrid y ciertos alrededores.

Los pasos para supervisar la financiación de los medios de comunicación que no les tributan el Aló Pedro y las dilucidaciones para suprimir el “derecho de rectificación” son, bajo la premisa de la “regeneración democrática”, un primer paso para intimidar a quienes, en base a la libertad de información, pretenden contrastar y fiscalizar lo que corresponda.

Ahora bien, en cuanto a lo que haya que hacer, es un grave error pensar que haya que limitarse a denunciar esto votando (si bien las urnas no dejan de ser un mecanismo en sí, en el que uno ha de intentar hacer lo suyo) o, especialmente, esperar a que otros organismos lo hagan, como tal, por nosotros.

“Europa” no nos va a defender. Esa nueva Unión Soviética solo está preocupada por perseguir a aquellos gobernantes que no quieren imponer la basura ideológica de género ni tolerar la destrucción identitaria y cultural que conlleva la multiculturalidad islámica (la misma que ha socavado la seguridad de buena parte de Europa Occidental).

Von der Leyen y otros autócratas están muy encantados con el dictador posmoderno. También consentirá todo esto el Partido Popular Europeo, plenamente orgulloso de sus pactos de bloque con el Partido Socialista Europeo, en base a los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible, que encubren esa misma siniestralidad comunista que promovieron Lenin, Mao y Stalin.

Nos toca, por ende, obrar y actuar en todos los ámbitos, sin miedo a defender la verdad. Pero esto también debería de servir para que muchos corrigieran su tendencia a creer demasiado en un ente artificial de trasfondo demoníaco como es el Estado, que no deja de ser un artificio revolucionario de gestación ilustrada.

El Estado tiene un carácter monopólico mientras que quien detenta poder puede tener la facilidad de corromperse, en base al pecado original. El socialismo necesita de esa herramienta llamada Estado, para cualquier planificación económica que considere: la de las mentes, la de los recursos o la de ciertos medios de producción.

El poder debe de estar lo más fragmentado y disperso posible, algo que no contraviene al principio natural de autoridad. Se ha de seguir el principio de subsidiariedad, que llama a la no interferencia en los cuerpos de orden superior. Se ha de apostar por una sociedad orgánica de individuos con fuero interno y familias fuerte, donde se cuide de los cuerpos intermedios: la iglesia, la comunidad…

De hecho, en lo que concierne a la salvaguarda de nuestros ahorros y la libertad de información y aprendizaje, nos encontramos ante una ventaja interesante, que no se debe ni más ni menos que a la esencia dispersa y descentralizada que se puede concebir en la red de redes, en ese Internet al que estamos “hiperconectados” para bien.

Se ha de reivindicar mayor poder para los individuos, las familias y los cuerpos intermedios, frente a un poder centralizado que no solo es inmoral en todos los sentidos sino que también, por cuanto y en tanto va en contra de la naturaleza, del orden natural y espontáneo. Eso se puede interpretar en la incomprensión de leyes como la oferta y la demanda o de la heterogeneidad de patrones de acción humana.

El socialismo te quiere esclavo de la miseria y de la sinrazón, para que seas un átomo que se vea forzado a creer en esa entidad diabólica llamada Estado. Una vez que empecemos a desconfiar del desprecio a la responsabilidad y la iniciativa individual, reivindicando los valores virtuosos, podemos avanzar en la deslegitimación del sanchismo, del socialismo y de cualquier clase de estatismo.

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Un comentario

  1. Muy buen artículo.
    Muy cierto, y por tanto escalofriante.
    Y ni la UE ni la OTAN ni nadie nos va a ayudar, porque en el fondo todos están en el mismo establo, aunque este establo tenga varias puertas a los cuatro puntos cardinales para disimular mejor y traer a mas gente.
    Una vez dentro a unos les ceban (los jefes) y a otros les pisan (el vulgo), pero ya nadie escapa.

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