Otegui el secuestrador sí que puede dar lecciones sobre torturas y detenciones

Anda contento Otegui esta mañana con el reconocimiento como víctimas que el Gobierno de Navarra ha decidido otorgar a personas torturadas por la policía entre los años 2008 y 2011. Poco a poco estos reconocimientos van conformando un goteo que le permite a Otegui construir la acusación de que la tortura existió, de que fue sistemática, que se silenció y que la izquierda abertzale no inventaba o aprovechaba las denuncias de tortura como parte de una estrategia política.

Lo cierto es que torturas seguro que hubo. En todas partes hay torturas. No hay país del mundo en el que las fuerzas de seguridad no cometan excesos y abusos. Igual que no hay país en el que no haya políticos corruptos, maridos infieles o estudiantes que copian en los exámenes. Eso sí, en España no hay seguramente más casos de torturas que en cualquier otra democracia, y por supuesto muchos menos que en cualquier régimen dictatorial incluyendo los que le gustan a Bildu.

Los presos de ETA tampoco han sido probablemente un colectivo particularmente castigado por la tortura. Es decir, frente a los malos tratos que puede sufrir un preso común en cualquier parte de España, un etarra es un detenido arropado por todo el equipo de abogados, medios y partidos de la izquierda abertzale. No hay presos más blindados y mimados que los presos de ETA.

Tampoco hay duda de que ETA aleccionaba a sus presos para presentar denuncias falsas por torturas e incluso repartía manuales de instrucciones a sus comandos para hacerlo. Cuando un etarra dejaba de ser útil como pistolero, estando en libertad, se convertía en un instrumento de victimización y propaganda al entrar en prisión.

Aún suponiendo que pudiera haber casos de tortura reales contra algún etarra, por supuesto condenables, no sería sin embargo Otegui el más indicado para encabezar ese rechazo. Es decir, por un lado puede haber algún policía que cometiera torturas, como los hay en todos los países del mundo, pero lo que no había era etarras que no fueran terroristas y torturadores. El propio Otegui es un condenado por secuestro. O sea, un tipo cuyo comando detenía a la gente, la metía a punta de pistola en un maletero y la encerraba después en un zulo poco más grande que una tumba, sin saber si iba a salir de allí viva o muerta, y se dice según el relato de alguna víctima que hasta jugaban con los secuestrados a la ruleta rusa. Por supuesto todo esto sin derechos, sin abogados, sin plazos, sin puesta a disposición judicial y sin nada. El caso extremo, aunque hay otros, es el de Miguel Angel Blanco. El modelo etarra de cómo tratar a un preso vasco es Miguel Angel Blanco.

Cabe señalar por otro lado que no estamos ante sentencias judiciales, sino ante meros estudios e informes sobre torturas, de naturaleza política, encargados por el Gobierno de Navarra. Que haya habido por tanto torturas no es el resultado de un proceso judicial con garantías y dos versiones enfrentadas, sino la conclusión de un encargo a unos supuestos expertos realizada por los partidos políticos. Por supuesto a nadie se le escapa que estos informes sobre las torturas policiales y el reconocimiento a las víctimas no se producen ahora por casualidad, sino que forman parte de las negociaciones con la izquierda abertzale y la necesidad que tiene de Bildu el PSOE, tanto en el Gobierno de Navarra como en el Gobierno de España, para mantenerse en el poder. ¿Se pondría en juego el poder por unos informes que negaran las toruras o las redujeran a su mínima expresión?

Irónicamente, las últimas víctimas de torturas reconocidas, hecho ahora celebrado por Otegui, resulta que habrían sufrido esas supuestas torturas en la época de Zapatero, gobernando el PSOE. Es decir, que si hubiera habido en aquella época torturas sistemáticas, como denuncia Otegui, prácticamente está acusando al PSOE de torturador. Lo que no queda claro en este sentido es quién es más incoherente. Si el PSOE por darle igual esta acusación para seguir partiendo peras con Bildu, o Bildu por mantener en el poder a un partido torturador.

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