El caso Sánchez-Begoña es un bochorno insostenible

Todo desde la investidura de Pedro Sánchez es erróneo y anormal. Con aquellas raíces sólo podía salir un árbol torcido y podrido. Ahora vemos el resultado. Ni siquiera todo el resultado, sólo las primeras consecuencias del resultado. En realidad el caso Begoña Gómez sólo es la parte menos grave aunque seguramente más escandalosa de todo lo que está sucediendo.

Que la mujer del presidente del gobierno, aunque todo fuera legal, se dedique a captar dinero del gobierno es un escándalo.

Que ya se encuentre imputada por un posible delito de tráfico de influencias, es un escándalo y un bochorno.

Que el presidente del gobierno no asuma la responsabilidad política de todo este asunto y se atrinchere en Moncloa, es todavía más grave que lo anterior.

Que en vez de afrontar su responsabilidad política, Pedro Sánchez intente responder al escándalo de su esposa proponiendo medidas para nombrar a su gusto a los jueces o para censurar a los medios, ya no sólo es un bochorno y un escándalo sino una situación que linda el golpismo.

Pedro Sánchez pretende usar la investigación a su mujer y el sufrimiento personal de su situación como pretexto para recortar la libertad de prensa y la independencia judicial. No son pocos los terminales políticos y mediáticos que le compran esta mercancía. Si le compran esto le comprarían cualquier cosa, lo que no resulta muy tranquilizador. La realidad sin embargo es justo lo contrario. Precisamente un presidente cuya mujer está imputada por la justicia es el menos indicado para iniciar ninguna reforma legal que limite la libertad de prensa o la independencia de la justicia.

No es una exageración insistir en que lo menos grave de todo lo que estamos viendo es la imputación de Begoña Gómez. Que la mujer del presidente del gobierno se dedique a captar dinero del gobierno es inaceptable, pero que el presidente del gobierno se dedique a recortar la independencia de la justicia porque su mujer está imputada es ya casi, como decíamos, una especie de autogolpe. En este momento más que nunca y con este presidente en esta situación precisamente es cuando nunca se puede tocar la Justicia ni la libertad de prensa.

El problema, volviendo al principio, son las raíces podridas de esta planta liberticida. Pedro Sánchez tiene ahora un móvil personal para limitar la libertad de expresión o la independencia de la justicia, pero sus socios de gobierno son gentes que exaltan la dictadura castrista, o la dictadura chavista, o cocinan con un chándal de la RDA, o exhiben banderas de la URSS, o son filoterroristas que llaman presos políticos a los asesinos de sus rivales, o apoyaron ponencias que propugnaban la socialización del dolor. Toda esta gente no necesita una excusa personal para atacar la democracia porque ya viene de casa odiando la democracia. Los partidos que apoyan a Sánchez dicen que en España no hay democracia pero que la hay en Venezuela, y que regenerar la democracia es hacer que España se parezca más a Venezuela. Los socios de Sánchez van a apoyar por tanto a Sánchez totalmente en su deriva totalitaria, si intenta asaltar la libertad de prensa o la independencia de la Justicia.

Las raíces de la presidencia de Pedro Sánchez se encuentran demasiado podridas como para que de esta legislatura puedan no salir grandes males. No es normal que para ser presidente alguien le compre los votos a un fugado de la justicia a cambio de la amnistía. No es normal que el Gobierno de España dependa de quienes quieren la desintegración de España. No es normal que la presidencia dependa de un partido cuyo líder es un sujeto condenado por secuestro. No es normal que los socios del gobierno sean partidos que exaltan dictaduras comunistas. No es normal que la mujer del presidente del gobierno capte dinero del gobierno para terceros. No es normal que cuando es imputada la mujer del presidente el presidente quiera limitar la libertad de prensa y la independencia de la justicia.

Nos encontramos ante una deriva peligrosísima pero por otro lado absolutamente lógica atendiendo a los cimientos, socios y dependencias de este gobierno. Si el PSOE quiere seguir gobernando tiene que prescindir de Pedro Sánchez. No es sostenible la situación política y personal de Pedro Sánchez tras la imputación de su mujer. No se puede mantener en el poder a alguien por un lado sometido a tales sospechas, y por otro a tales tentaciones totalitarias para resolver su situación personal. La pregunta es si el sistema dispone de previsiones y contrapesos frente a un personaje dispuesto a todo para permanecer anclado a la presidencia. Las alternativas en este momento son o Pedro Sánchez o estado de derecho. No está claro que vaya a ganar el estado de derecho y está claro el resultado de que no ganara el estado de derecho. Lo impensable está sucediendo delante de nuestros ojos. Las implicaciones de que Sánchez no dimita ante este escándalos son atroces. No ya por la gravedad del escándalo, sino por todo lo que va a tener que hacer para resistir.

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