Es evidente que el PSOE ha comenzado una carrera acelerada hacia el recorte de la democracia en España. Esa carrera incluye cambiar las normas del juego democrático para nombrar a los jueces a su conveniencia, para controlar, premiar y castigar los medios a su gusto, para responder o dejar de responder las preguntas de la oposición que le de la gana en el Parlamento, y para seleccionar o excluir por afinidad a los periodistas que pueden hacer preguntas en el Congreso al presidente, los ministros o al portavoz del gobierno. La división de poderes se esfuma por momentos y ahora es el gobierno el que vigila y fiscaliza a los medios y a la oposición en vez de a la inversa, como sucede normalmente en la democracia.
Naturalmente para desarrollar una gran involución democrática como la que pretende el PSOE hace falta un relato que la justifique. Desde que Sánchez anunció sus 5 días sabáticos estamos viendo cómo se construye a toda máquina ese relato. Aquellos 5 días de victimismo, de hecho, formaban ya parte sin duda de la estrategia para construir una justificación de las medidas de corte totalitario que se van anunciando.
El relato que el PSOE está imponiendo para bolivalizar la democracia española pasa por criminalizar a la oposición y a los medios de comunicación desafectos. Sólo así se puede entender que el gobierno, sus socios, sus portavoces y sus aliados mediáticos se encuentren en plena ofensiva para referirse a la oposición política y mediática como fascistas, alimentadores del discurso del odio, máquina del fango… No están llamando a la oposición y a la prensa libre todo esto sólo para insultarla, sino para justificar medidas legales y políticas contra ellas. No queda bien cancelar a la oposición sólo por llevarte la contraria, para justificar tu fascismo tienes que llamar fascista a tu víctima.
Por supuesto todo esto no es algo nunca visto. Al contrario, es lo que se espera ver y se ha visto en otros regímenes en los que la democracia ha sido subvertida desde dentro. Un claro ejemplo lo tenemos en Venezuela. Es por ello que hemos salpicado el texto de este escrito con citas de Chávez y Maduro en las que se ve que para imponer la dictadura en Venezuela han estado tratando a la oposición en Venezuela de la misma forma que ahora el PSOE está tratando a la oposición política y mediática española.
¿Es mu exagerado pensar que España corre el riesgo de acabar en una deriva totalitaria como la de Venezuela o sería ingenuo quedarse tranquilo ante la gravedad de los acontecimientos? Desde luego era de temer lo peor ya desde que Sánchez decidió bunkerizarse en el poder de la mano de sus socios actuales. En este sentido no es posible sobrevalorar el peligro de que el gobierno dependa de un partido liderado por un condenado por secuestro. O que el gobierno dependa de unos sujetos que acaban de dar un golpe de estado, que han sido condenados además por malversación y que se encuentran fugados de la justicia. Tampoco es posible sobrevalorar el peligro de meter en el gobierno a nostálgicos de la URSS y la RDA, a partidos y personas que celebran la dictadura castrista o que llaman democracia a lo que hay en Venezuela. Estas personas están llamando “regenerar la democracia” a hacer que la democracia española se parezca al régimen político venezolano. Con estos mimbres más Sánchez, ¿es posible exagerar el peligro?