En los últimos días venimos asistiendo a la exhibición de una lógica aberrante, en virtud de la cual el 0,04% de los casos de pederastia ocupaban el 99% de las noticias, mientras que se rechazaba la evidencia de que el 60% de ese 0,04% se trata de casos de naturaleza homosexual. Allí donde la estadística muestra una anormalidad verdaderamente relevante, es precisamente donde se rechaza. Si el pederasta es sacerdote, además, los medios tienen un criterio para valorar la noticia; si el pederasta es homosexual, los medios tienen otro criterio.
El pasado lunes, el cardenal Bertone era preguntado acerca de si la suspensión del celibato podría resultar eficaz para acabar con los casos de pederastia cometidos por sacerdotes. Bertone declaró entonces que «han demostrado muchos psicólogos, muchos psiquiatras, que no hay relación entre celibato y pederastia, pero muchos otros han demostrado, y me han dicho recientemente, que hay relación entre homosexualidad y pederastia”.
Ayer mismo, el director de la sala de prensa del Vaticano, Federico Lombardi, se remitió a los datos estadísticos relativos a las causas de abusos a menores de las que tiene conocimiento la Congregación para la Doctrina, publicados recientemente. Según estos datos, «el 60 por ciento se refieren a individuos del mismo sexo, mientras que el 30 por ciento son de carácter heterosexual». Una investigación anterior llevada a cabo en los EEUU reveló que el 81% de las víctimas de abusos por parte de curas católicos eran varones.
Lombardi también aseguró que no es competencia de las autoridades religiosas “hacer afirmaciones generales de carácter específicamente psicológico o médico”, y subrayó que estos porcentajes se corresponden con “la problemática de los abusos por parte de sacerdotes y no a la población en general”.
3 respuestas
Cuando la Iglesia es atacada, poner en marcha el ventilador para responder no resulta cuanto menos muy elegante. Porque si no hay duda de que la Iglesia lamenta, condena y persigue los abusos sexuales a menores, que siga habiendo gente que utilice esta desgracia en su propio beneficio, no es motivo suficiente para defenderse con el tristísimo argumento de que la mayor parte de los abusos tienen una componente homosexual. Un digno mea culpa implica saber aguantar sin entrar al trapo de cualquier indocumentado, y no confundir lo que son opciones de vida (como son las del homosexual activo, el sacerdote o el ecologista comprometido) con actuaciones objetivamente condenables (como la pederastia o la simple cretinez).
Si según el vaticano “el 60 por ciento se refieren a individuos del mismo sexo, mientras que el 30 por ciento son de carácter heterosexual”, me pregunto, ¿el 10% restantes que son? ¿Extraterrestres? ¡hERMAFRODITAS?
Bisexual hijo mío, bisexual.