El ataque de Irán

Una vez más queda frustrada la esperanza de tener un día tranquilo. Ahora es Israel quien ha atacado a Irán. A estas horas todavía no está muy clara la magnitud del ataque ni sus resultados. El punto clave es si el ataque israelí ha tenido como objeto destruir las capacidades nucleares iraníes o si el objeto del ataque, como parece, ha sido mucho más modesto. La pregunta entonces es para qué un ataque meramente simbólico. Puestos a poner en riesgo la paz, o lo que sea eso que existe allí ahora, que sea por un objetivo que merezca la pena. A estas horas tampoco ha habido respuesta iraní, por lo que nos encontramos en ese dulce estado de tranquilidad y bienestar que llamamos incertidumbre absoluta.

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Respecto al ataque israelí, sabremos lo que nos cuenten los israelíes, lo que nos cuenten los iraníes y, quizá sobre todo, lo que nos cuenten los indiscretos satélites que actualmente nos sobrevuelan todo el tiempo y cuyas imágenes trascienden rápidamente a los medios. Así fue como, por ejemplo, primero se obtuvo la más clara evidencia de las consecuencias del ataque iraní de hace unos días sobre la base aérea israelí de Nevatim. Podemos dar por hecho, sin embargo, que los iraníes carecen de la capacidad antimisil israelí. Lo sabemos porque esa capacidad es como mucho similar a la de los rusos, y en Ucrania ha quedado en evidencia la incapacidad rusa para interceptar los misiles occidentales. Tal vez por eso, irónicamente, Occidente les proporcione a los ucranianos pocos misiles. Así las cosas, podemos intuir que sea cual sea el ataque que Israel haya lanzado sobre Irán habrá alcanzado el 90% de sus objetivos, exactamente a la inversa de lo que sucedió cuando fue Irán el que atacó Israel.

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No conviene sin embargo menospreciar la capacidad de hacer daño de Irán. Aunque Israel pueda frenar el 90% de un ataque iraní, la solución es lanzar 100 misiles donde normalmente se habrían lanzado 10. Por toda la actividad misilística que Ïrán viene sosteniendo para armar a los hutíes, a los rusos, o a sus variadas milicias activas en la zona, da la impresión de que Irán cuenta con un nutrido arsenal. Por otro lado resultan un tanto equívocas las cifras israelíes de que el fin de semana pasado detuvo más del 90% de los artefactos lanzado por Ïrán y los proxies de Irán. La citada base de Nevatim, por ejemplo, fue alcanzada por 5 misiles de Irán. Esto significa que o todo el ataque iraní fue dirigido contra esa base, o que si 5 misiles alcanzaron sólo esa base el porcentaje de intercepción no pudo ser de más del 90%. Más bien parece que el porcentaje de eficacia de los antiaéreos y antimisiles occidentales puede rondar el 100% contra drones o misiles crucero, que vuelan a baja altura, siendo apreciablemente más bajo contra misiles balísticos, probablemente como los que cayeron en la base, los cuales son mucho más difíciles de interceptar y llegan a su objetivo después de haber salido de la atmósfera. No se puede despreciar por tanto alegremente que los iraníes puedan atacar y hacer daño. Por no mencionar las dificultades en las que seguramente pueden poner a un portaaviones si, por ejemplo, se les ocurre lanzar 500 misiles y drones a la vez contra el mismo. O el nivel al que puede quedar afectado todo el transporte comercial de la zona en una posible escalada del conflicto. Todo ello asumiendo que Irán no tenga ya alguna bomba atómica o que una de las variables del conflicto sea precisamente abortar ese posible escenario para el futuro.

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La incorporación de Irán al conflicto ha dejado colgando de la brocha a nuestro bienamado presidente del gobierno, al que le han saltado por los aires todos los cálculos para convertirse en el líder mundial del reconocimiento del estado palestino. Conviene recordar sin embargo que, si no nos fallan los cálculos, ya hay 139 países que -la mayoría desde hace mucho- reconocen al estado palestino. No se entiende por tanto muy bien, salvo en términos de propaganda y política interna, todo el bombo que le estamos dando a Pedro Sánchez con el reconocimiento del estado palestino. El problema de fondo más bien, para una paz duradera, es que el reconocimiento de las partes sea mutuo y Hamás o Irán reconozcan al estado israelí. Además no se trata sólo de reconocer al estado palestino o israelí, sino determinar exactamente su capitalidad y sus fronteras. Lo que le ha pasado a Sánchez es que, viendo la impopularidad creciente de Israel y el sufrimiento de los civiles palestinos, pensó que podía capitalizar internacionalmente esa corriente de simpatía hacia Palestina reconociendo su estado. Para encabezar esa corriente y anotarse el tanto, en vez de esperar acontecimientos y consensuar ese reconocimiento con los principales países de nuestro entorno, lo que hubiera diluido su protagonismo, se lanzó a la piscina sin medir el agua que había. Como en Oriente Medio el tablero siempre es peligroso el ataque de Irán le ha pillado a contrapié, ha paralizado la cuestión palestina en espera de acontecimientos y ha dejado sólo a Sánchez haciendo de nuevo el ridículo.

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Un suceso importante que pese a todo el protagonismo que está cobrando Irán estos días parece pasar inadvertido es el intento de asesinato de Alejo Vidal-Quadras. Aunque el asunto parece olvidado ya sea por interés político, ya sea porque la investigación se encuentra en un callejón sin salida, el hecho es que nos encontramos ante un posible atentado contra un español en España llevado a cabo por agentes iraníes o contratados por los servicios secretos iraníes. Otro posible lío diplomático para Sánchez del que seguramente prefiere no saber nada y que también le pillaría a contrapelo. Oriente Medio es un vecindario en el que todos los inquilinos son conflictivos y en el que todo es turbio y complejo. Por tanto, por más que deseable, resulta complicado encontrar un punto de acuerdo al que pudiéramos llamar paz el cual pudiera ser libremente aceptado como un mínimo común denominador para todos. Mientras no se encuentre ese de momento utópico común denominador para la paz todo será conflicto.

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