O estás con el gobierno y la Agenda 2030, o eres un etarra con tractor

Conforme pasan los días resulta llamativo el in crescendo de los gubernamentales en la descalificación de la gente del campo que se manifiesta con sus tractores. En realidad ya no es que se les descalifique solamente, como al principio, cuando se les calificaba de empresarios, señoritos y millonarios. Tuiteros llamando señoritos a los agricultores y ganaderos, por supuesto desde la lejanía del ciberespacio. Ahora ya los terminales sanchistas han pasado a llamar directamente a terrorista a la gente del campo que se manifiesta, comparándola con los CDR y los “chavales” de Alsasua. Por supuesto estos mismos defendían a ultranza a los CDR y a los “chavales” de Alsasua. Muy terroristas no serán los tractoristas cuando todos los que apoyan a los terroristas se oponen a los tractoristas.

Quienes intentan criminalizar a los agricultores y ganaderos utilizan para defender al gobierno algunas de las imágenes de las protestas que están circulando. No las de los agricultores aporreados, multados, gaseados o disparados con pelotas de goma, sino algunas en las que empujan un coche de la Guardia Civil o un agente ha recibido una pedrada. ¿Pero es eso terrorismo? ¿Es equiparable a lo de los CDR o lo de Alsasua?

Para empezar lo de Alsasua no se determinó que fuera terorrismo, pero es que los defensores de los chavales no querían ni que hubiera juicio o que tuvieran que hacer frente a esa acusación. Una acusación que por otro lado tenía todo el sentido del mundo. Todos recordamos la videoguía previa al incidente, publicada por Alde Hemendik, de cómo había que echar a golpes a los policías de los bares. No se trató por tanto de un acto espontáneo. También sabemos todos del clima de terror en el que, en lugares como Alsasua, tiene que vivir el que se sale del círculo del nacionalismo y sus aliados. Y por supuesto sabemos que después de todo fueron  las víctimas del ataque en Alsasua y sus parejas las que tuvieron que dejar de vivir en el pueblo. Al final se trata de llamar “normalidad” a que los no nacionalistas no sean asesinados, pero tengan que vivir en un clima irrespirable hasta que se vayan o se conviertan. A eso se dedica la izquierda abertzale o el nacionalismo catalán a través de los CDR y otras organizaciones similares. Y sí, ese ambiente de terror para construir una uniformidad ideológica es terrorismo, oleo sobre lienzo.

Interesa subrayar todo lo anterior para tener claro que la tractorada no tiene nada que ver con el terrorismo, con los CDR, con la kale borroka ni con Alsasua. Naturalmente con esto no queremos decir que esté bien tirar una piedra a la cabeza a un policía. Que el culpable de hacerlo responda por ello. Pero empujar un coche de la policía o cortar una carretera, aunque sean cosas que también han hecho los CDR o los txavales de Otegui, no es equiparable a lo que están haciendo los tractoristas porque el contexto es totalmente distinto, y la valoración de un acto no es ajena al contexto. Es decir, no es lo mismo tirarse un pedo en el campo que en una recepción en el Palacio Real mientras le das la mano a Letizia, aunque el hecho objetivo sea el mismo. Si algún manifestante del campo lleva a cabo alguna acción reprobable que responda él particularmente por ella, pero ni es terrorismo esa acción individual ni es terrorismo la tractorada en general, porque la tractorada ni intenta declarar unilateral, antidemocrática e ilegalmente un estado independiente, ni intenta subervertir el estado de derecho y la Constitutción, ni secunda un golpe de estado, ni promueve la uniformidad ideológica a través del terror.

Dicho lo anterior, volvamos a las movilizaciones de la gente del sector primario y a lo crucial de la situación. Esta no es una protesta más. Este no es un problema con el que podemos simpatizar más o menos pero que afecta sólo  a unos señores con tractores que no tienen nada que ver con nosotros. Nos encontramos ante un momento histórico. Esta es una de esas situaciones importantes de verdad. Hay no sólo españoles sino partidos a los que se les está escapando la importancia del momento. El momento en que se decide lo que comeremos mañana es ahora. Si el sector primario queda desmantelado porque hay una agenda impulsada desde Davos que dice que tenemos que cambiar nuestro modelo alimentario, será muy difícil revertir ese desmantelamiento. Esto no tiene que ser una revuelta de la gente del campo sino una revuelta general. Los perjuicios, retrasos y molestias que nos puede causar la lucha de los agricultores y ganaderos son insignificantes, absolutamente insignificantes, comparados con los perjuicios que nos puede causar la derrota de la gente del campo. Que sean los davosianos los que cedan y escuchen a los manifestantes si tanto les preocupan las molestias a los ciudadanos. Ni siquiera es una cuestión de ser solidarios con la gente del campo. Cualquier egoísta que no sea imbécil puede ver que ahora tiene que estar con la gente del campo.

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