La economía de Yoli Cohete

La economía parece haber pasado a un segundo plano en el debate político. Hasta cierto punto es normal. El hambre mueve el voto, los debates teóricos sobre la curva de tipos no. O sea, la economía sí puede mover el voto, pero normalmente sólo en una situación ya bastante extrema. El problema es que con lo que la mayoría ha votado vamos hacia ese extremo.

Los inversores no tienen un cohete para escapar de la Tierra a otro planeta, pero en cambio están a un click de que su dinero vaya para España, para Irlanda, para los EEUU o para Singapur. Lo del cohete es una fantasía de tertulia de peluquería pero la capacidad de los inversores para evitar un país es real. Si un gobierno da miedo, si un país no ofrece seguridad, los inversores lo evitan. El mundo está demasiado lleno de oportunidades interesantes como para, entre todas las alternativas posibles, venir a invertir a un sitio donde tu dinero depende de Pedro Sánchez, de Otegui, de Yolanda Díaz o de Rufián. El mundo está bastante mal, pero no tanto como para que el sanchismo sea percibido como lo menos malo del mundo. El resultado es que poco a poco se va secando el chorro inversor. España está dejando de ser percibida como un buen destino inversor.

Seguramente no es ajeno a todo esto el hecho de que la economía española ande estancada hace tiempo, el mercado laboral (maquillaje aparte) ande bastante deprimido y, en general, cunda la sensación de que cada vez cuesta más llegar a fin de mes, cada vez se llegue con menos dinero en la cuenta y que las cosas no van bien. A diferencia de lo que pasaba en otro tiempo ya no tenemos la sensación de que cada vez somos más ricos sino todo lo contrario. Hemos tocado techo y ni siquiera un techo muy alto. Apenas hemos recuperado el nivel prepandemia y en muchos sentidos estamos peor que en el año 2007, por ejemplo en lo que respecta a los niveles de paro. No es que tengamos la sensación subjetiva de que nos estamos empobreciendo, es que objetivamente nos estamos empobreciendo.

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El problema añadido es que los inversores pueden irse de un país cuando este se va al carajo, pero el hecho también es que un país se va al carajo cuando se van los inversores. Y en eso estamos. Y una vicepresidenta como Yolanda Díaz, admiradora de Hugo Chávez y de Fidel Castro, no ayuda demasiado a atraer la inversión. Si los inversores realmente tuvieran una nave interestelar, el remedio más sencillo no sería meterse en un cohete para huir del desastre, sino meter en el cohete al gobierno y mandarlo a otro planeta para evitarlo. Lo de la nave espacial es un asunto de ciencia ficción pero el destrozo que está generando a medio y largo plazo el gobierno es real. El Plan B nunca es un cohete sino la certeza de que, cuanto más caigamos, más tiempo y por menos dinero tendremos que trabajar para recuperar el nivel.

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