Según los últimos datos de la EPA, en España hay 20,4 millones de ocupados y 3,12 millones de parados. Todo el mundo sabe que con este gobierno, desde la reforma de la reforma laboral, contabilizar los ocupados y los parados, mayormente los parados, es un asunto un tanto vidrioso. Pese a que formalmente hay más ocupados ahora que antes de la crisis COVID, las horas trabajadas siguen estando por debajo. Los datos chirrían porque el maquillaje no puede taparlo todo. Alguien puede estar sin trabajar e incluso cobrando el paro y sin computar como parado porque tiene un contrato fijo discontinuo. Por otro lado, hay 1 millón más de ocupados que en 2019 pero sólo 250.000 parados menos. No es que parezca que estamos estancados, es que estamos estancados. O por lo menos casi estancados. Aunque hay algo de crecimiento real, hay en las cuentas del gobierno mucho más maquillaje que crecimiento.
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Por no hablar del dopaje. Por un lado España ha recibido decenas de miles de millones de euros de los fondos europeos Next Generation, y por otro el sanchismo ha aumentado la deuda pública española en 376.000 millones de euros. ¿Pero cuál es el resultado productivo de haber aumentado la deuda en 376.000 millones?
El Banco de España revela que Sánchez ha elevado la deuda pública en 376.000 millones https://t.co/TSATV5rSzV
— EL MUNDO (@elmundoes) July 19, 2023
Si relacionamos todas las magnitudes anteriores, nos hemos endeudado en 376.000 millones para tener un millón de ocupados más que en 2019. O sea, que cada ocupado ha costado 376.000 euros. ¿No es un resultado desastroso? Es como el que para ahorrarse el euro y medio que le costaba el litro de gasolina en la gasolinera, fabricaba gasolina él mismo con patatas, a un coste de 7 euros el litro. O es como la empresa que cada año se endeuda 1 millón de euros para tener un beneficio de 50.000. En primer lugar no hay relación entre el endeudamiento acometido y los resultados obtenidos. En segundo lugar habría que preguntarse cómo estaríamos sin ese endeudamiento. O, sea, cuál sería la situación real.
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Tenemos por tanto una radiografía económica en la que desde 2019 hemos mejorado algo la ocupación, pero apenas hemos rebajado el paro y apenas hemos aumentado nada el PIB, pero en cambio nos hemos endeudado salvajemente y hemos recibido ayudas multimillonarias todo lo cual no se está traduciendo en un impulso económico apreciable.
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La trampa es evidente, porque todo ese endeudamiento no es intrascendente. Es decir, si al endeudarte consigues mejorar tu productividad y crecer, el endeudamiento estaría justificado y podrías pagarlo con la mejora de tu productividad, pero si te endeudas sin conseguir crecer ni aumentar tu productividad, lo que te vas a encontrar es una cantidad mucho mayor de deuda que vas a tener que pagar con la misma productividad y la misma economía que tenías. España cerró 2019 con una deuda del 95% del PIB, frente al 112% del que presume ahora el gobierno. Naturalmente el sostenimiento de esa deuda exige el estrangulamiento fiscal de las empresas y las familias, que en buena medida explica el estancamiento. Si en 2019 el PIB español fue de 1,24 billones de euros, en 2022 fue de 1,32. O sea, que para que el PIB suba 80.000 millones nos hemos tenido que endeudar 376.000. Los datos del sanchismo vuelven a chirriar. El sanchismo nos lleva a la argentinización de la economia. No se puede hacer menos con más, que es la definición de una mala gestión.
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