El colapso del sanchismo y el rescate de Feijóo

Pedro Sánchez salió ya derrotado a celebrar el debate de ayer. No tiene sentido por tanto preguntarse por quién fue el ganador. O por lo menos no tiene sentido preguntarse quién fue el perdedor. El perdedor fue Pedro Sánchez. Sólo las personas muy interesadas en la política son capaces de seguir un debate de 100 minutos, por lo que un debate de este tipo raramente se gana o se pierde esgrimiendo argumentos o asuntos que los espectadores ya conocen y sobre los que tienen una opinión más o menos formada y más o menos inamovible. Desde luego ayer no fue un día en que un debate se gana o se pierde por el contenido del debate. Por el contrario, el debate de ayer pasará a los anales de los facultades de Políticas como ejemplo de perder un debate por abordarlo bajo un desenfoque absoluto.

Para ganar un debate presidencial, tienes que parecer presidencial. Feijóo tiene aspecto presidencial, pero Pedro Sánchez es a fin de cuentas el presidente. Sin embargo, ayer Sánchez planteó el debate como si fuera un mero activista o un tuitero con sobredosis de cafeína. Asumiendo ese papel, era imposible que pudiera ganar. Su imagen a lo largo de todo el debate era la de alguien demasiado agresivo, chusquero, nervioso, alterado y descentrado. En una situación delicada no quieres ver a alguien que se descentra en un debate a los mandos del país. Por eso no merece la pena detenerse demasiado en los contenidos del debate. Esos contenidos no son a fin de cuentas más que un resumen de la actualidad del país en los últimos tiempos. Lo novedoso fue la imagen mamporrera y acelerada de Sánchez, la violencia de su lenguaje corporal. Lo que hemos estado viendo en las entrevistas de las últimas semanas pero llevado a su máxima expresión.

Una mera captura de la cara de Sánchez durante el debate puede parecer la caricatura de un análisis, pero en este caso no lo es. Es decir, la mueca que se ha viralizado de Sánchez no es una captura de pantalla más o menos desafortunada para Sánchez, sino un reflejo de su tono y su actitud a lo largo de todo el debate. Si quieres vender un buen vino, o incluso un mal vino a precio de un buen vino, no lo puedes presentar en una botella de plástico o en un tetra brick. El debate y las entrevistas de Sánchez han servido para conocer más al presidente a nivel personal, sólo que en su caso dar a conocer más a la persona ha sido un catastrófico error.

No es fácil explicarse la forma en que Sánchez abordó ayer el debate electoral. Puede ser que el presidente se autopercibiera tan superior a Feijóo que pensara que iba a arrasar; no a ganar, sino a arrasar. Consiguientemente, adopto un tono para arrasar en vez de un tono presidencial. Cualquier asesor sabe que en el gobierno el mamporrero tiene que ser como mucho el número dos, nunca el número uno. Elegir un tono de mamporrero en vez de uno presidencial, pensando que se va a arrasar, ya es un error, pero el error se multiplica exponencialmente si encima no se arrasa, cediendo además absurdamente al otro candidato el aire presidencial.

¿Quiere esto decir que Pedro Sánchez va a perder las elecciones? No necesariamente. Lo que quiere decir es que Pedro Sánchez está haciendo todo lo posible para perder las elecciones. Si las gana, será a pesar de haber hecho todo mal. Haciendo las cosas tan mal, sin embargo, cada día sus posibilidades de ganar parecen alejarse un poco más. El único punto fuerte de Sánchez es que tanto como el debate hace falta ganar el relato del debate. O sea, muchas personas lo que sabrán del debate será lo que escuchen hoy en los medios de comunicación, donde la izquierda ostenta un amplio control. La superioridad mediática de la izquierda le permite multiplicar por 3 cada acierto de Sánchez y dividir por 2 cada error. Así y todo lleva Sánchez unos días tan catastróficos, coronados por el debate de ayer, que ni toda la superioridad mediática de la izquierda puede esquivar fácilmente el siniestro total.

De todas las entrevistas que han ido jalonando el camino hacia el debate, el mensaje-fuerza que ha dejado Pedro Sánchez es el de que sus mentiras no son mentiras, sino cambios de opinión. O sea, que además de mentiroso es un mentiroso que toma a los españoles por tontos. Seguramente su narcisismo le ha llevado a Sánchez, como le pasó en las autonómicas, a centrar toda la campaña electoral sobre su persona. Centrar todo el debate sobre su persona y aparecer primero como mentiroso en las entrevistas, y después como una persona alterada y descentrada, es alfombrarle a la oposición el camino a la Moncloa. Lo peor del sanchismo resulta que era Sánchez. No se pueden hacer las cosas peor.

Hemos dicho que todos los datos y argumentos esgrimidos durante el debate palidecen frente a la errónea forma de presentarse ante el pueblo español. Esto no quiere decir sin embargo que en el debate de ayer no apareciera algún asunto de calado sobre el que también merezca la pena un momento de reflexión. Irónicamente, lo más significativo en este sentido lo puso sobre la mesa Feijóo. El líder del PP le presentó a Sánchez un acuerdo para que el PP y el PSOE, aunque no tuvieran mayoría electoral, se apoyaran alternativamente según quién fuera el más votado para excluir del gobierno al resto de partidos y al resto de la sociedad.

Junto al descalabro personal de Sánchez, esto fue lo más significativo y preocupante de ayer. El problema es que el autor de esta macabra alternancia antidemocrática no fue Sánchez sino Feijóo. La propuesta del líder popular implica la pretensión de perpetuar al PP y el PSOE en el poder mediante una mayoría artificial. Democracia es que gobierne la mayoría, no el más votado, cosa que no parece tener nada clara Feijóo. La propuesta implica además la evidencia de que Feijóo prefiere depender del PSOE que de VOX. Incluso teniendo la mayoría absoluta con VOX, Feijóo preferiría formar un gobierno que dependiera del PSOE. La propuesta del líder popular, en vez de desalojar del poder al sanchismo, es que o gobierne para siempre el sanchismo o que haya un gobierno del PP dependiente del sanchismo. ¿Cómo puede ser Feijóo la alternativa al sanchismo mientras se ofrece a poner la gobernabilidad del país en manos del sanchismo? ¿Qué clase de alternativa representa Feijóo si, de no tener mayoría absoluta, su deseo sería gobernar en minoría dependiendo del apoyo del PSOE? El propio formato del debate, por otro lado, no fue otra cosa que la recreación de un bipartidismo que ya no es real.

De todas las cosas del debate de ayer, por consiguiente, lo tercero menos importante es el chorreo de datos y argumentos ya conocidos y sobradamente manoseados. Lo segundo menos importante, siendo sin embargo muy importante, es el colapso personal de Sánchez como candidato. Y lo más importante fue seguramente la oferta de formal de Feijóo de perpetuar en el poder una alianza entre el PP y el PSOE. ¿Cuál sería la diferencia programática de que hubiera un gobierno PP-PSOE o de que hubiera uno PSOE-PP? Tal vez habría una alternancia de personas en el sillón presidencial, pero gobernando siempre con las mismas ideas. Como en China. ¿Y cómo llamamos a esa alternancia de personas sin alternancia de ideas? ¿Democracia? ¿En qué se distinguiría entonces el debate de ayer de un debate entre dos candidatos del PSOE en unas primarias? Si el elector de centro-derecha quiere un cambio real, además de vencer a la izquierda tendrá que buscar con su voto la forma de imponérselo a Feijóo.

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Un comentario

  1. Vi un ratito, sanchez no dice mas que sancheces. Feijo se instala en el aglutinante pensamiento unico, y ofrece un pacto a pedro-pinocho sanchez, para que nada cambie.

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