Ucrania no es el problema mayor de España

El pasado sábado, 1 de julio, comenzó el turno rotatorio de España en la llamada Presidencia de la Unión Europea. Durante un periodo indeterminado, a cuento de la convocatoria electoral del próximo domingo día 23, Pedro Sánchez tendrá una mayor exposición representativa de cara a la eurocracia bruselense y las cabezas visibles mandatarias de los Estados miembros.

Para estrenarse en el puestecito, volvió a viajar bastantes kilómetros, con destino final en Kiev (Ucrania). En teoría, con ese viaje, quiso manifestar que «España apoyaría a Ucrania tanto tiempo como fuera necesario«. De igual modo, anunció una ayuda militar que, al parecer, ya se habría anunciado antes de marzo.

La imagen mediática e internacional que, en teoría, se proyecta, es que el Presidente del Gobierno de España es un hombre con altura de miras que está eminentemente preocupado por la opresión y amenaza post-soviética que sufren los ucranianos por parte de Rusia, que defiende a capa y espada, con fervor, la libertad de los europeos.

Pero a alguien cuya prensa no es la mejor ni en España ni entre quienes tienen algo de idea sobre el socialismo en el orbe, le viene muy bien esa clase de propaganda. Además, tenemos a alguien que disfruta bastante explotando su ego y escuchándose a sí mismo, dispuesto a hacer todo lo posible para acaparar protagonismo y poder.

Cualquier europeo oriental con pocos conocimientos sobre la realidad política española, pero con bastante miedo a que la integridad de su territorio sea atacada por el Kremlin, le podría dar la impresión de que España tiene a un «supuesto líder socialdemócrata sensato, moderado y realista«. Pero no es así, para nada.

Basta con saber que hablamos de una persona con deseos de ser un dictador posmoderno, que no es menos intervencionista que sus antecesores de partidos, que gobierna con orgulloso comunistas vinculados a las más sanguinarias tiranías comunistas del presente y no duda en contar con otra clase de agentes disgregadores, nacionalistas, revolucionarios y socialistas.

De todos modos, no es la cuestión de este breve artículo la misma. Más bien vamos a señalar o recordar ciertas contradicciones e incongruencias que no se pueden atribuir, bajo ningún concepto, a una actitud despistada de Pedro Sánchez. No lo es, no. Todo se hace con intenciones, sin empatía, sin pararse a pensar, sin reparar de cualquier otra manera…

Para empezar, nos habla de una amenaza de Putin contra Ucrania, pero no se nos ha de olvidar que él no deja de coquetear y arrodillarse constantemente a Mohamed VI, rey de Marruecos, nuestro principal vecino geográfico del Norte de África (más allá de cenar con él invirtiendo la posición de una bandera de España).

Marruecos no solo pretende anexionar las ciudades de Ceuta y de Melillael archipiélago canario. Aparte de que un sueño islamista es recuperar el dominio de Al-Andalus, interesa que España se convierta en un Estado satélite. De hecho, podría decirse que, en ese sentido, es una dinámica similar a la del Partido Comunista Chino, mediante la propaganda y la connivencia política.

Pero es que Marruecos no deja de utilizar masas migratorias como elemento de desestabilización, salvo excepciones honrosas. No hay ninguna clase de control fronterizo en zonas terrestres y marítimas. Además, las autoridades españolas, en vez de contener el flujo, prefieren mantener el «efecto llamada» del Bienestar del Estado y dar carta libre a la ingeniería social con truco que se da en Cataluña.

Lo que hoy se da en Francia, Suecia, Alemania y Londres, podría darse perfectamente en España (en cierta medida, a pesar de que la mayoría de inmigrantes extracomunitarios sean nuestros hermanos hispanoamericanos). De hecho, ya se ve la influencia de cierto factor en el aumento delincuencial en Barcelona y Bilbao (aparte de los MENAS que vienen a Madrid).

La cultura del Norte de África es totalmente distinta a la de Occidente, que se debe a un cristianismo que entendía el principio de la libertad natural para seguir a Dios. Además, cabe recordar que el Islam es una «falsa religión» que se basa en la sumisión, en el miedo y la amenaza contra el no creyente, contra la mujer y contra el no heterosexual.

Por otro lado, hay que decir que el PSOE no duda en negociar con quienes pretenden expandirse, imponiendo artificiales Estados-nación, sobre falacias conceptuales, en Navarra, en la Comunidad Valenciana y en las Islas Baleares. Con la norma y la propaganda en mano, partidos como ERC, Bildu, Junts y el PNV no dudan en repetir lo mismo que hizo Hitler en los Sudetes.

El independentismo tendría sentido si se basas en la secesión individual, en la autodeterminación al más puro sentido liechtensteiniano. Pero Sánchez no cree en eso. Más bien, está de acuerdo con los compromisos izquierdistas de destrucción de la Hispanidad en todo su conjunto, cueste lo que cueste.

Con lo cual, conviene ser consciente de que lo que pasa en Ucrania es mero pose por parte de Pedro Sánchez. Hemos de condenar el expansionismo ruso, sin duda. Hemos de pedir por la paz a nivel global, sin duda. Pero aparte de que Ucrania no sea nuestro problema, recordemos que Sánchez se aprovecha del morbo mediático y del sufrimiento de los eslavos en cuestión.

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