La homosexualidad y el homosexualismo

Pese al Holocausto y la persecución que sufrieron los judíos, nadie más allá de reconocer y condenar aquello tuvo la ocurrencia de llenar las calles y los edificios oficiales de estrellas de David. No se creó el Día del Orgullo judío. No se organizaron cabalgatas ni desfiles para exaltar el judaísmo. No se llenaron las aulas de los niños de banderas israelíes ni se les colocaron estrellas de seis puntas. Una cosa era respetar a los judíos y otra promover el judaísmo. ¿Qué está pasando entonces con el movimiento LGTB y la dictadura ideológica del colectivo?

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De algún modo estamos pasando de respetar al homosexual y condenar la violencia contra los homosexuales, cosa que nadie cuestiona, a promover el homosexualismo. Sólo así se explica que lo que se pretende alcanzar ya no sea el respeto, sino que los niños empiecen a experimentar con la homosexualidad o a cuestionarse su sexualidad, incluso forzando los plazos naturales para plantearse todo este tipo de cuestiones y buscando una confusión inducida.

Llenar tan exageradamente las calles, los edificios oficiales o las escuelas de simbología homosexual salta a la vista que es algo más que perseguir el respeto a los homosexuales. Constantemente los medios publican encuestas y estudios celebrando que haya más homosexuales e induciendo a que haya más homosexuales. Es como si no se tratara de respetar a los homosexuales, sino de que cada vez hubiera más homosexuales. Un medio no puede negar la homosexualidad. No se le puede decir a un homosexual que su homosexualidad es una construcción social y que podría volverse heterosexual, pero constantemente en cambio se publican titulares, supuestamente respaldados por estudios científicos, que niegan la heterosexualidad.

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¿Y por qué se pretende promover la homosexualidad y negar o aminorar la heterosexualidad? Tal vez el enemigo a batir no es propiamente la heterosexualidad sino la familia, y se ataque la heterosexualidad al entender que la familia es su consecuencia. A ninguna dictadura le gustan las familias. Las familias son un contrapoder al gobierno. En las más feroces dictaduras, los hijos se convierten en delatores de los padres. Un individuo sin raíces y sin familia es más fácilmente manipulable para el estado, es una página en blanco para que se escriba sin tachones y sin contradicciones lo que quiera el gobierno.

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La heterosexualidad también es un enemigo para quienes predican del degrowth y una ecosostenibilidad basada en la limitación del crecimiento de la población. El maltusianismo actual se llama homosexualismo. El homosexualismo no es optativo. No se ofrece la libertad de rechazarlo. Todo lo que no es homosexualismo es tachado de homófobo. No cabe nada fuera del homosexualismo que no sea homofobia. La proliferación tan exagerada de lo homosexual y sus símbolos salta tanto a la vista que se nota que va mucho más allá de promover el respeto. No hay nadie que no condene la agresión a un homosexual. No hay enemigo. La inundación de simbología homosexual y su conversión en discurso dominante e indiscutible ya no es un fenómeno defensivo sino ofensivo, en el sentido que ataca y avanza ocupando todo el terreno. Ya no se trata de que los padres acepten a un hijo homosexual, sino que acepten que su hijo no es realmente heterosexual, que su heterosexualidad es una construcción social, un molde del que hay que liberarlo para que pueda alcanzar la felicidad. El homosexualismo es empezar a convertir a los padres en enemigos de la felicidad de su hijo heterosexual.

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2 respuestas

  1. Estupendo artículo.
    Lo dice todo. Lo aclara todo.
    Solo quiero añadir una cosa, y no es sobre la promoción de la homosexualidad:
    En esta misma linea va el ataque a la religión.
    Una persona sin familia y además, sin religión es la presa mas fácil para la manipulación total

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