Estoy hasta las mismísimas de los manifiestos de ese «club» que algunos denominan «el mundo de la cultura». Salvo honrosas excepciones, pocas, todos esos que casi a diario intentan sentar cátedra, no son más que personas como usted y como yo cuya profesión es la de cantante y/o actor, es decir, de profesión «entretenedores», pero que creyeron saber más que nadie de la guerra de Irak (de la guerra de Afganistán no saben, no contestan), y creen saber más que nadie de la causa saharaui, o del sufrimiento del pueblo cubano…, por poner algunos ejemplos. Y aquí andamos, leyendo columnas diarias a cuenta de las barbaridades dichas por un entretenedor de esos a renglón seguido de la muerte de un disidente cubano tras pasar 85 días en huelga de hambre. ¿Y a quién le importa lo que diga un trabajador de cine y teatro para que se arme semejante revuelo? ¿Qué autoridad en la materia tiene ese señor? ¿Y quiénes se creen que son el grupito de actores que le han mostrado su apoyo para darnos al resto clases de convivencia, reflexión, lenguaje…? Reclaman libertad de expresión, pero para decir ellos lo que les venga en gana. De libertad de expresión para disentir, ni hablar. Y el último manifiesto, a favor del juez Garzón. Del juez Velasco, empeñado en esclarecer la connivencia entre ETA y las FARC e insultado gravemente por Venezuela, ni hablan, no sea que se les enfade el amigo de Fidel. ¡Menudo elenco!
«El mundo de la cultura» presume de implicación política, implicación por otra parte totalmente sectaria. Nunca se han manifestado por causas mucho más cercanas y que nos han afectado a todos, tales como el terrorismo etarra, o la guerra sucia contra ETA: el GAL, o la guerra sucia a favor de ETA: «caso Faisán», o sobre la corrupción en el Palau de la Música de Barcelona, -que algo les tocará si tan del «mundo de la cultura» se creen, digo yo- o sobre la corrupción de los políticos, o sobre la gestión de la crisis económica por parte del gobierno de Zapatero… Quizás si se manifestaran sobre temas más locales peligrarían las subvenciones que les dan los organismos públicos, subvenciones que ya superan la recaudación de las taquillas. Y eso, visto desde mi pertenencia al «mundo de las finanzas», (soy contable, oye) me parece un auténtico despilfarro en medio de esta crisis que sufre España.
Afortunadamente «el mundo de la cultura» es mucho más que «sin tetas no hay paraíso». Y mucho más que la mayoría de esos que dicen pertenecer a ese mundo y pasan por el «Pasapalabra» sin tener más capacidad que la de cumplir con el título del programa, es decir, con pasar palabra.