El modelo de taxis en Pamplona, esa cosa que no funciona

Los taxis en Pamplona no funcionan. Puede que no el mal funcionamiento no sea constante, pero está claro que el sistema no resulta satisfactorio con carácter general y que especialmente no funciona en determinados momentos. Y además de funcionar mal no resulta barato.

Aparte de ser vox populi es fácil encontrar problemas recurrentes con los taxis de Pamplona en las redes sociales y evidencias documentales de estos problemas. Todo el mundo sabe que hay un problema, ¿pero cómo abordarlo?

En realidad el problema del taxi en Pamplona no es exclusivo de Pamplona. En todas partes hay problemas con los taxis. Por eso también en todas partes han surgido alternativas como Uber o Cabify que han entrado en conflicto con el taxi. Determinadas formaciones políticas han visto en este conflicto una oportunidad para arremeter contra Uber o Cabify, como máximos exponentes del capitalismo salvaje, y ganarse el favor del mundo del taxi. Tal vez lo hayan conseguido, pero no han solucionado a la ciudadanía el problema del taxi, ni por lo que se refiere a disponibilidad ni por lo que se refiere a los precios.

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¿Y por qué hay un problema de fondo en todas partes con los taxis? Pues porque el sistema de los taxis parte de un punto de salida totalmente absurdo. Este punto de partida es establecer un numerus clausus de los taxis que tiene que haber en una ciudad, determinado por el gobierno al mejor estilo soviético y en virtud del cual para operar un taxi hace falta una licencia que se convierte en una brutal barrera de entrada en el sector y en un fondo de pensiones para el taxista.

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Podríamos decir que en este sistema todo está mal. Afortunadamente no hay un numerus clausus establecido por el gobierno para las panaderías, los restaurantes, las peluquerías o las tiendas de ropa que puede haber en la ciudad. De entrada porque no hay forma de saber las pescaderías o las peluquerías que le hacen falta a Pamplona (o a cualquier otra ciudad) y dónde tienen que estar. Como las ciudades crecen, el número inicial de taxis se queda pequeño si es que no fue pequeño desde el principio, pero no se puede aumentar primero porque quien ya tiene un taxi no quiere más competencia, por lo que el político de turno que quiera ampliar el cupo se mete en un conflicto con el sector, y segundo porque no hay una burocracia más rápida ni más eficiente que el mercado de proporcionar los taxis, las cafeterías o las carnicerías que la sociedad realmente necesita y demanda en cada momento.

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La disfuncionalidad del sistema de numerus clausus crea distorsiones como un número inadecuado de taxis respecto al tamaño de las ciudades, que para tener un taxi el taxista nuevo tenga que comprar a precio de oro una licencia por el taxista que se jubila, que el taxista que se jubila dependa para ello de esa licencia, que el precio para los usuarios sea un precio artificial, generado por una burocracia, y que pudiendo haber 100 personas comiendo del sector a lo mejor sólo haya 50. Esto ya se vio por ejemplo antes de liberalizar las farmacias. En definitiva es todo un desastre y la consagración de un sistema injusto e ineficaz.

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Comprensiblemente el taxista defiende su pan y su bienestar. Es lógico que no quiera más taxis o VTC haciéndole la competencia y presionando los precios a la baja, igual que el pescadero o el zapatero no querrían que se abrieran más pescaderías o zapaterías, aunque el taxista después no querrá pagar el pescado a precio de oro o el pescadero no querrá tener que ir descalzo. No obstante sí hay una cuestión que se constituye en el nudo gordiano del problema y es la transición hacia un modelo más lógico y eficaz. ¿Qué pasa con el dineral que el taxista ha pagado por una de esas escasas licencias que permiten operar en el sector y cuya venta será su plan de jubilación? Si eliminamos las barreras de entrada, ¿dejamos sin valor esa licencia por la que tanto pago el taxista para poder empezar? ¿Cómo mantener la convivencia de modelos distintos con distintos requisitos para operar? No se puede limitar el número de pescaderías, pero tampoco tener requisitos distintos para cada pescadería, que coloque a unas en desventaja. Para la transición hacia un modelo de mercado alguna solución justa que sea aceptable también para los taxistas habrá que encontrar, pero una que no consista en perpetuar la falta de lógica y eficacia del sistema o que deje vendido al consumidor.

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