El pucherazo de Melilla y el conflicto en la zona gris con Marruecos

Si Marruecos hoy atacara militarmente Melilla sería noticia. La noticia. La única en todos los informativos de España. No ha sucedido tal cosa, por suerte, pero está sucediendo algo muy grave en Melilla, con mucho menos eco mediático del que merece. De los dos escenarios posibles que explicarían los hechos el menos grave ya sería gravísimo. El menos grave sería que un partido pro-marroquí estuviera amañando las elecciones en Melilla a una escala masiva a través del voto por correo. El escenario más grave, obviamente, es que Marruecos estuviera detrás del intento. En cualquiera de los escenarios, de todos modos, la suerte de Melilla claramente está en juego. Nos encontramos seguramente ante uno de esos conflictos internacionales que los analistas ubican en la llamada zona gris, una zona intermedia entre la guerra y la paz, en la que caben todo tipo de acciones hostiles, ilegales, 30prebélicas o incluso bélicas siempre que la autoría quede en cuestión.

Llama la atención que todo esto suceda en un momento en que Marruecos se supone que es nuestro muy mejor amigo. Bien es cierto que hemos comprado esa amistad a un alto precio, enemistándonos con Argelia con todo lo que implica infartar en un momento energético crucial el transporte del gas argelino. Decimos que hemos comprado la amistad de Marruecos a un alto precio pero quizá sea una exageración decir esto. O sea, efectivamente hemos pagado un alto precio por ella pero, ¿nos ha llegado el paquete a casa? ¿Hemos recibido realmente la amistad o la alianza por la que hemos pagado? Lo que está pasando en Melilla podría disipar totalmente las dudas, ¿pero cómo revertir ahora la relación con Marruecos? ¿Hacemos la vista gorda o volvemos a tragarnos las avalanchas humanas contra la valla? ¿Por eso hacemos la vista gorda? ¿Por eso los medios le prestan menos atención de la que merece el asunto? Al final, además, nuestra política exterior quedaría deshecha: ni con Argelia, ni con Marruecos. Si viene desde Marruecos, manipular las elecciones para poner la mayoría en manos de un partido pro-marroquí es un acto de guerra, lo llamemos como lo llamemos, miremos o no miremos.

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Si, por el contrario, el escenario en el que nos encontramos es el de un partido pro-marroquí que ha preparado un pucherazo, pero que lo ha hecho por cuenta propia, el escenario es menos grave y más fácil de abordar, pero gravísimo de todos modos. No es además la primera vez que este partido intenta algo por el estilo, su líder de hecho ya fue condenado por ello. Pero esta persona sigue siendo la líder del partido, lo que dice bastante de esta formación y sus intenciones.

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Analizábamos recientemente el problema para la democracia española de que haya diversos partidos que no es que tengan distintas recetas para arreglar los problemas de España, sino que lo que quieren es directamente destruir España. ¿Cuál es el sentido de permitir la existencia de estos partidos? La satisfacción y creciente fuerza de estos partidos, empezando por Bildu, sugiere que su proyecto de destruir España progresa adecuadamente, o al menos eso perciben ellos. Consecuencia de esta percepción es también su inquebrantable apoyo a este gobierno. Aunque se ha hablado mucho de la ilegalización de Bildu, lo sucedido en Melilla pone de manifiesto que el debate de la legalidad o ilegalidad de los partidos no se agota con Bildu. Y el grave problema que ya tenemos sólo puede empeorar no haciendo nada al respecto. ¿O a nadie se le ocurre que la guinda que le falta al pastel o el tornillo que le falta al gobierno Frankenstein sería un partido islamista? A lo mejor es el momento de reflexionar sobre si todos los partidos caben en democracia, incluso los que quieren destruir el país y la democracia. Más aún si hemos diseñado un régimen en que para eso, que ya sería una barbaridad, ni siquiera haría falta tener el 51% de los votos, sino tan sólo sólo el 2%, siempre que ese 2% resulte decisivo para formar gobierno. O estamos ciegos o salta a la vista que nuestro sistema no está funcionando.

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Por volver a la política exterior y a las relaciones con Marruecos con las que comenzábamos, en realidad no sería tan raro que el vecino del sur nos atacara justo en el momento en que hemos roto con todo el mundo y lo hemos sacrificado todo para tratar de ser sus mejores amigos. De este modo hemos renunciado a nuestras alternativas y nos hemos vuelto dependientes totalmente de Marruecos, o sea hemos multiplicado absolutamente nuestra vulnerabilidad respecto a Marruecos, que es justo lo que le sucede a un país antes de ser agredido por otro. No sería nada extraño ni casual, si se confirma ese escenario, que sea justo ahora cuando nos asesta un golpe como este Marruecos. Sería el resultado lógico de la política sanchista en los últimos años.

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