No cabe duda de que la izquierda no tiene complejos. Las cuestiones que en el Tribunal Constitucional se pudren durante años en los cajones cuando existe una mayoría conservadora, se resuelven en cuestión de semanas o meses cuando existe una mayoría progresista, naturalmente suscribiendo en todos sus términos los planteamientos progresistas. De este modo, apenas conformada la nueva mayoría izquierdista del TC ya se han ventilado los recursos sobre el aborto, la eutanasia y la educación diferenciada. Todas las limitaciones que plantea la izquierda al derecho a la vida o a la libertad educativa son constitucionales, ya sea porque lo diga realmente la Constitución o el Tribunal Constitucional.
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La pregunta ahora es si algo de lo que pueda plantear la derecha en caso de que haya un cambio de gobierno puede ser constitucional. Es decir, podemos asistir a la presentación sistemática de recursos por parte de la izquierda contra todas y cada una de las leyes que pudiera aprobar un Parlamento de mayoría derechista, y declararlas todas inconstitucionales el TC en un plis plas.
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De todas las cosas graves y peligrosas que ha hecho el gobierno de Pedro Sánchez, puede que la más grave y peligrosa sea el asalto al Constitucional. Es decir, siempre ha habido mayorías progresistas o conservadoras, lo cual de hecho ya era una anormalidad, porque los jueces no los tienen que nombrar los políticos cuyas cosas tienen después que juzgar, pero nunca ha habido nombramientos de magistrados con un perfil tan sectario y carente siquiera de una cierta apariencia de imparcialidad. La designación de activistas y juristas de partido como magistrados del Constitucional no puede tener otro fin que el de conformar un rodillo judicial y como tal se está comportando el nuevo tribunal. Todas sus sentencias son previsibles. Todas sus sentencias son favorables a la izquierda. Todas sus sentencias desprecian la posibilidad de buscar un consenso con los magistrados no izquierdistas. Y todas sus sentencias se expiden a toda velocidad.
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El asunto es tan grave como que sin independencia judicial no es posible la democracia. No hay dictaduras con una justicia independiente. Ni democracias con una justicia parcial. Tan difícil sería garantizar el derecho a la presunción de inocencia de los no izquierdistas como evitar la impunidad de los izquierdistas. O a la inversa, si cambiara la mayoría. Sin independencia judicial, no sólo es que el gobierno y la mayoría puedan cambiar las leyes, sino que además pueden incumplirlas. No hay estado de derecho ni justicia sin independencia judicial. Igual que no puede haber liga ni juego limpio sin independencia arbitral. No puede ser que una de las partes en litigio sea la que designa al juez. Un juez puede tener muchas taras, pero la imperdonable es la de no ser imparcial. Si la independencia absoluta no existe, la moraleja no puede ser aceptar que los jueces puedan ser totalmente dependientes, sino tratar de buscar lo más parecido a la independencia absoluta, la mayor independencia posible.
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Una reforma constitucional de la Justicia para garantizar su independencia debería ser uno de los pilares de la propuesta electoral a los españoles de cualquier mayoría alternativa a la actual. Irónicamente, la independencia judicial es algo que reclama la mayoría de los españoles y que prometen todos los partidos políticos, cuando están en la oposición. Una propuesta electoral solvente para garantizar la independencia de la Justicia podría recabar un amplia mayoría electoral y casi podría ser el punto único o al menos uno de los más importantes de un programa electoral. A fin de cuentas para ganar unas elecciones hace falta o sintonizar con una mayoría social o tratar de conformarla. En este caso no sólo para ganar unas elecciones, sino para salvar la democracia. Nos escandalizamos por el caso Negreira en el fútbol, pero hemos normalizado que los partidos políticos se repartan el nombramiento de los jueces lo que es como normalizar que el Madrid y el Barcelona se repartieran el nombramiento de los árbitros.
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2 respuestas
Es sin duda el mayor golpe a la democracia. A partir de ahora estamos gobernados por una dictadura de izquierdas.
¿De quién depende la Fiscalía, el TC….? Pues eso. Pero lo peor de todo es: ¿De quién depende Sánchez? Viendo el PIN de la solapa que lucía el otro día me temo lo peor. El mismo PIN que tanto gusta a Espartza. Ahora se entiende finalmente el Quesito, de oveja Latxa.