¿Qué pasa con el Credit Suisse y las bolsas?

Cuando las bolsas se desploman de forma intensa y persistente durante unos días siempre merece la pena prestar atención a sus señales de alarma. De la crisis de 2007 nos enteramos mucho antes por las bolsas que por los medios, no digamos por los gobiernos. De la gravedad de la crisis del COVID, nuevamente, volvimos a enterarnos mucho antes, y desde luego mucho antes del 8M de 2020, por las caídas bursátiles. Así que ahora que las bolsas vuelven a desplomarse con significativa intensidad hay que detenerse a observar lo que pasa, porque “nada” nunca suele ser la respuesta correcta.

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Los problemas en los mercados comenzaron en los EEUU con la quiebra de una insignificante entidad financiera llamada Silicon Valley Bank (SVB). Como su nombre sugiere, se trata de un pequeño banco local que opera en California a la sombra del jugoso negocio tecnológico. Durante la pandemia y a causa de los confinamientos, la demanda de tecnología se disparó en todo el mundo. Encerrados millones y millones de personas en sus casas, con todos los locales de ocio cerrados, el uso de dispositivos móviles, ordenadores o consolas de videojuegos experimentó un gran crecimiento. El resultado fue una nueva pequeña época de esplendor para las empresas tecnológicas de Silicon Valley y, al calor de esa ebullición de la demanda, bancos como Silicon Valley dispararon sus operaciones. Las tecnológicas necesitaban financiación para engrasar el crecimiento de su negocio y pequeños bancos como el SVB ofrecían las mejores condiciones a las peores empresas frente a las condiciones más exigentes de los bancos más grandes, internacionales y diversificados. El problema es que superada la pandemia y regresada la demanda tecnológica a sus cauces habituales se evaporaron las ventas extraordinarias pero quedaron pendientes de pago los créditos extraordinarios. Los pequeños bancos como el SVB quedaron particularmente expuestos.

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Pero la situación es más grave y compleja, por eso cunde el pánico en los mercados.

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Siempre se nos dice que para los bancos, sus márgenes y sus beneficios es muy malo que haya tipos de interés bajos y bueno que haya tipos altos. Pero esto no es del todo cierto, o por lo menos tiene su reverso. En cualquier caso, el regreso de la alta inflación al escenario económico ha conllevado la precipitada subida de los tipos de interés por parte de los bancos centrales y el aumento de las expectativas de los beneficios de los bancos. Hasta este momento.

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En principio, efectivamente puede parecer que para un banco es mucho más beneficioso prestar dinero al 8% que al 2%, pero esto es así hasta que la persona o la empresa a la que le se le ha prestado el dinero tiene que hacer frente a unos intereses tan altos que no puede hacer frente a los pagos del crédito. Prestar al 8% ó al 10% es estupendo, siempre que te puedan devolver el dinero, en caso contrario puede empezar un infierno para el banco. El escenario ante el que comienza a colocarse la economía ya no es el de unos tipos moderadamente altos que proporcionan fáciles y felices intereses a los bancos, sino el de unos tipos a los que muchos deudores no pueden hacer frente ni devolver el dinero. Además las subidas de tipos congelan el consumo y con ello los beneficios de las empresas. El escenario pasa de ser fabuloso para los bancos a ser catastrófico.

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Hay otro elemento importante a tener en cuenta y es que, aparte de en empresas tecnológicas u otras, los bancos también invierten el dinero de los depositantes en deuda pública y privada. Pues bien, el valor de esa deuda baja si suben los tipos. El bono que tú tienes al 2% pierde la mitad de su valor, deteriorando tu balance y comprometiendo tu solvencia, si los nuevos bonos que se emiten, en el nuevo escenario de inflación y subidas de tipos, ofrecen rentabilidades del 4%.

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Por la particular miniburbuja financiera que describíamos al principio, las costuras del sistema se han desgarrado por la parte más débil del tejido, unos pequeños y agresivos bancos de Silicon Valley, pero el problema no es la caída de esos pequeños bancos sino el problema de fondo que su caso pone de manifiesto. Por si quedaba alguna duda llega Credit Suisse y confirma que el problema no son tres casos aislados de unos bancos en California. Hay una crisis que empieza a apuntarse y es una crisis provocada por la inflación y las consiguientes subidas rápidas e intensas de los tipos de interés, es una crisis general y es una crisis que, lógicamente, al comienzo afecta a las entidades más vulnerables, como el SVB o incluso la propia Credit Suisse, acosada hace tiempo por malas decisiones y diversos problemas. El miedo de los mercados se produce ante la evidencia de que si la inflación sigue sin control y los tipos continúan subiendo, cada vez serán más las entidades financieras con problemas y cada vez serán entidades menos vulnerables quienes los tengan.

Lo bancos centrales se enfrentan por tanto a un dilema. Tienen que subir los tipos de interés para contener la inflación, pero si los suben mucho y muy rápidamente empiezan a aflorar los peligrosos daños colaterales.

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Nos enfrentamos por tanto a un problema general, como es el marco de la inflación y las subidas de los tipos de interés, pero también a un problema específico de contagio. Casi nadie tiene deuda del SVB. Del Credit Suisse ya hay más entidades que les pueden haber prestado dinero y quedado expuestas en alguna medida, pero lo esencial es entender que si C presta a B y B presta a A, cuando A tiene problemas no sólo B tiene problemas, también los tiene C. Y también D, por prestar a C. La cadena de contagio puede ser larga y el control de daños complicado conforme el escenario se prolongue y aumente el número de entidades financieras con problemas. Por eso se tiñen de rojo las bolsas, no por un hecho aislado y puntual en California.

Por el lado positivo, lo que venimos observando en las últimas semanas es que el precio del gas ha vuelto a niveles anteriores a los del inicio de la guerra de Ucrania, y lo mismo puede decirse respecto al petróleo. El mundo ha buscado o trampas al embargo o alternativas al suministro ruso y los precios se van normalizando, esto debería ir determinando una suavización de las condiciones inflacionistas. En todo caso la alarma de los mercados en estos días nos recuerda una vez más que la economía es un ecosistema delicado y complejo, en el que cualquier movimiento brusco suele tener consecuencias y en el que lo que se arregla por un lado puede significar un estropicio por otro.

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