Este fin de semana se han multiplicado las manifestaciones antiabortistas en toda España. En el caso de Pamplona, la concentración se adelantó al sábado al coincidir el domingo la Javierada. Una Javierada que congregó a unos 10.000 peregrinos y que también se convirtió en un acto antiabortista, al realizar el arzobispo durante su homilía una enérgica denuncia de la injusticia del aborto y un llamamiento al respeto a la vida en todas sus etapas.
La concentración en Pamplona.
La concentración provida, que coincidió en un momento dado con una marcha por la independencia de Euskal Herria a su lado, ocupó una superficie cercana a los mil metros cuadrados. Así se desprende de los videos y las fotos. Asumiendo la presencia de un concentrado por metro cuadrado, podría estimarse en unas mil el número total de personas asistentes al acto.
La falta de coherencia interna de la nueva ley.
Resulta absurdo que la defensa de la vida humana no coincida con el inicio de la propia vida humana, sino con el establecimiento de una serie de plazos administrativos de carácter cambiante y arbitrario. La anterior ley del aborto establecía un supuesto de 12 semanas para los casos de violación. En la nueva ley desaparece el plazo de 12 semanas y se establece otro plazo de 14 semanas. Se establece por otro lado un segundo plazo de 22 semanas cuando es un hecho la supervivencia de niños nacidos antes de ese plazo. Evidentemente no hay ninguna racionalidad en creer que hay niños que empiezan a ser humanos a las 12 semanas, otros a las 14 y otros a las 22. Dentro de las 14 semanas es posible matar al bebé por cualquier motivo. Querer un niño y tener una niña, por ejemplo, puede ser un motivo. Paradójicamente, el asesinato de esa niña se presenta como un derecho de la mujer. Estadísticamente la mitad de las víctimas del aborto son niñas. Los cuerpos de estas niñas son destruidos en nombre del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. El Código Penal, en su artículo 144, mantiene en cualquier plazo de gestación una pena de prisión de cuatro a ocho años al que produzca el aborto de una mujer sin su consentimiento. Un castigo que no se entiende si el feto no es un ser humano a lo largo de todo el embarazo. Pero entonces tampoco se entiende que el consentimiento de la mujer para matar a su hijo haga que éste deje de ser humano. Todo lo anterior no se entiende salvo desde un completo desinterés hacia el hecho de si al abortar se está matando o no a seres humanos. Llamamos “progresismo” a este completo desinterés por saber si al abortar se está matando o no a seres humanos.
Un comentario
Quizá en este momento donde lo importante es sumar antes que dividir, convenga anotar que la Conferencia Episcopal Española ha presentado su «campaña anual por la vida» que se celebrará el próximo jueves 25 de marzo, naturalmente nueve meses antes de la Navidad.
Quiera Dios que además de dípticos y carteles que nos ayuden a despertar de la narcosis moral, desde la jerarquía de la Iglesia, desde las parroquias, desde las diversas catequesis, se diga por fin con voz alta y clara, muy clara, cuál ha de ser la postura del católico frente a las leyes injustas y ante aquellos que públicamente las promueven o facilitan.