Imagínense que tenemos en una calle dos zapaterías y un escenario de crisis. Para comprender cómo funciona el intervencionismo estatal frente al mercado, hemos creado dos mundos paralelos. En uno de ellos interviene el estado. En el otro, se le deja hacer al mercado.
Un mundo intervenido por el estado.
Estamos en nuestra calle imaginaria con nuestras dos zapaterías. Al llegar la crisis, los ciudadanos tienen menos dinero para comprar zapatos y empiezan a disminuir las ventas. Esto obliga a los dueños de las zapaterías a ajustar sus costes y mejorar su eficiencia. La menos flexible de las dos empieza a tener pérdidas. El estado decide que la gente no sabe mejor que él dónde comprar zapatos o cuántos zapatos necesita, así que para evitar que la zapatería cierre le proporciona una ayuda y la mantiene abierta con fondos públicos. Esto genera una presión sobre la otra zapatería, que ahora tiene que competir sin tener pérdidas con una zapatería que aunque tenga pérdidas es sostenida por el estado. El dinero con el que el estado ayuda a la zapatería en pérdidas, además, sale de los impuestos que paga la zapatería que tiene beneficios. Esta competencia desleal, en un mercado en el que ya no hay sitio para dos zapaterías, aboca a la otra zapatería a incurrir también en pérdidas. Ahora el estado tiene que subvencionar a las dos zapaterías para que no cierren ambas y todos los empleados no acaben en el paro. Como de las dos zapaterías en pérdidas tampoco se pueden recaudar impuestos, lo que sucede a continuación es que quiebra el estado. Al final, en este universo tenemos a las dos zapaterías quebradas, al estado quebrado y a todos en paro. Es más, hay desabastecimiento de zapatos.
Un mundo en el que se deja actuar al mercado.
Ambas zapaterías empiezan a notar los efectos de la crisis y a reducir sus costes. Una de ellas, sin embargo, no logra evitar las pérdidas. No hay suficiente demanda de zapatos. Al prolongarse la crisis, esta segunda zapatería acaba cerrando y sus trabajadores van al paro. Con una zapatería menos, los clientes que acudían a la zapatería cerrada se suman a la clientela de la otra zapatería. La zapatería superviviente empieza a vender más zapatos. Al recuperarse la venta de zapatos, la zapatería contrata más personal porque le faltan empleados. En la bajera donde estaba la otra zapatería, se abre un gimnasio. En este segundo universo las cuentas del estado están saneadas, las empresas ganan dinero, la oferta comercial se ajusta a la demanda de la clientela y los ciudadanos tienen trabajo. Todo el mundo puede comprar zapatos y además puede ir también al gimnasio.
Algunas variantes del esquema son que una zapatería pública compita con otra privada, que se ayude al gimnasio pero no a la zapatería, e incluso que todas las zapaterías sean públicas.