Cataluña se hace dumping ella solita

En el debate sobre la armonización y el mal llamado “dumping fiscal», el principal polo de oposición a Madrid es Barcelona. Lógicamente, pues se trata de la otra gran ciudad española, pero también porque entre Madrid y Barcelona se ha establecido una tensión y una dualidad como la de Stahlstadt y France-Ville en Los 500 millones de la Begun, o como la de Berlín Oriental y Berlín Occidental. O sea, ambas ciudades encarnan la apuesta por dos modelos e idearios totalmente diferentes. Las quejas de Barcelona exigiendo una armonización encubren en el fondo el fracaso de su modelo. Es un reconocimiento escasamente implícito de que a Madrid con su modelo le está yendo mejor. Lo gracioso es que, ante tal evidencia, en vez de girar de postura y abrazar el modelo de Madrid, lo que pretende es que a Madrid se le imponga el modelo de Barcelona. Obviamente esto nos interesa a todos y va mucho más allá de Madrid y Barcelona. Este conflicto de modelos es uno de los espejos en el que nos miramos los demás para ver lo que funciona y lo que no.

La noticia anterior, publicada hace sólo unos días, pone de manifiesto que el dumping fiscal que padece Cataluña puede que no sea tal. Es decir, es Cataluña la que se despega de Madrid y de los demás subiendo los impuestos existentes y creando otros nuevos. La diferencia no se produce tanto respecto a los demás, o no sólo, por lo que los demás bajan los impuestos, sino por todo lo que Cataluña se sube los impuestos a sí misma. El dumping fiscal a Cataluña resulta que se lo hace ella solita.

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Aunque siempre se nos trata de asociar la idea de impuestos a la de calidad de los servicios públicos, lo cierto es que este concepto evita contemplar una cuestión clave como es la de la buena o la mala gestión. Si en dos comunidades hay 10 hospitales públicos, incluso asumiendo que el funcionamiento de esos 10 hospitales en cada comunidad sea muy parecido, lo cierto es que seguramente el coste no resulte idéntico. Si el coste de los 10 hospitales en una comunidad son 500 millones y en otra 450, a eso lo llamamos buena o mala gestión. El que gestiona mejor puede rebajar 50 millones de impuestos a los contribuyentes de su comunidad, lo que por otro lado puede redundar en un mayor crecimiento de la comunidad. Pero aún hay más.

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Esto no sólo va de colegios y hospitales como a veces pretenden hacernos creer. El coste de TeleMadrid, por ejemplo, es de 75 millones de euros, frente a los 284 millones de TV3, que es casi la mitad de lo que Cataluña ingresa por patrimonio. Hay por tanto 209 millones de diferencia entre ambos presupuestos. Esto significa que Madrid puede dedicar a Sanidad o Educación 209 millones que Cataluña dedica a propaganda independentista y ultraizquierdista. O que Madrid puede llevar a cabo una rebaja fiscal de 209 millones sin tocar el gasto en Educación o Sanidad.

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Por todo lo dicho, el supuesto dumping fiscal no tiene tampoco nada que ver con tener impuestos altos o bajos. Con unos impuestos del 80%, pero dos gestores diferentes, siempre podría haber uno eficaz que pudiera bajarlos al 70%, o uno torpe que no le cuadraran las cuentas públicas sin subirlos al 90%. Y con unos impuestos del 30% podría haber un gestor capaz de mantener los servicios con el 25% y otro incapaz de atenderlos sin subirlos al 35%. Durante años nos han estado diciendo que España no tenía un problema de gastos sino de ingresos, pero ahora tenemos ingresos récord y seguimos teniendo las cuentas públicas descalabradas y la deuda aumentando. Por más que suban los ingresos, la izquierda siempre sube más los gastos que los ingresos, aunque bien mirado a lo mejor es cierto que no tenemos un problema de ingresos ni de gastos, sino de que los políticos de izquierdas están al frente de la gestión.

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Podríamos añadir una reflexión adicional sobre los apuntes anteriores respecto a si es apropiado usar el término “dumping fiscal” para hablar de lo que se pretende hablar. El dumping es una práctica que consiste en que una empresa que se lo pueda permitir venda sus productos por debajo del precio de coste para hundir a la competencia. Esto no tiene nada que ver con la competencia fiscal. Por un lado, los costes públicos en Madrid y Barcelona son los que son. O sea, Madrid puede decidir que sus costes públicos sean tal o cual cantidad, y otro tanto Barcelona, pero ni una ni otra comunidad venden un servicio por debajo de su coste. Por otro lado, salvo que gestione mejor, Madrid puede gastar menos en Educación o Sanidad, pero al precio de tener peores hospitales y colegios. ¿Por qué Cataluña tiene tanto miedo de que los catalanes quieran ser como Madrid cuando, si tan malo es el modelo de Madrid, tendrían que ser los madrileños los que quisieran acabar abrazando el modelo catalán? Madrid no tendría por tanto una ventaja injusta sobre Cataluña en ningún caso arruinando, supuestamente, la sanidad y la educación. Lo más parecido a un dumping fiscal sería que a unas comunidades se les permitiera tener más déficit que a otras o endeudarse más que otras. Eso sería lo único parecido a permitir que unas jugaran con las cartas marcadas respecto a las otras. Por eso, y por cordura, lo suyo sería a lo mejor imponer la obligación de déficit cero.

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Naturalmente Laffer y su curva tendrían algo que decir también en este debate. Un exceso de impuestos asfixia la economía y acaba provocando una caída de la recaudación. Unos impuestos bajos pueden estimular el crecimiento lo que acaba generando un aumento de la recaudación. No necesariamente tener más impuestos significa recaudar más ni tener un servicio público mejor.

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La situación en Cataluña es consecuencia de la apuesta por un modelo político que va mucho más allá de la fiscalidad, y va desde el separatismo militante hasta la inmigración, pasando por la okupación. Pretender que Cataluña al apostar por su modelo es víctima de un dumping fiscal es como pretender que es víctima también de un dumping delincuencial. Cataluñá está como está no por las decisiones de los demás, sino básicamente por las decisiones de las propias instituciones catalanas. Si no les gusta el resultado son ellos y no los demás los que tienen que cambiar. 

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Por todo lo anterior, el debate sobre el mal llamado “dumping” fiscal no sólo es que parte de unas premisas totalmente falsas, sino que resulta un atentado contra el pluralismo político y la democracia. No puede ser que el modelo económico de la izquierda se convierta en obligatorio. No puede ser que si a las comunidades gobernadas por la derecha les va mejor, en vez de tomarse su modelo como referencia se les imponga el modelo de la izquierda para ocultar la diferencia y el fracaso de las políticas izquierdistas. Y menos aún puede ser que se defienda un absoluto centralismo fiscal por parte de quienes, por un lado, tienen como modelo el independentismo político y fiscal, y quienes por otro defienden una república federal. Irónicamente, la única forma que tiene Cataluña de tratar de condicionar la fiscalidad madrileña es formar parte de España y estar en disposición de chantajear al gobierno central. Todos estos disparates no pueden ser la alternativa a reconocer que el sistema de bajar impuestos, gestionar con más eficacia y no tirar el dinero sencillamente funciona mejor que el modelo catalán.

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