Cuando uno escucha el término “racionamiento” y este está relacionado con la satisfacción de necesidades básicas (por ejemplo, la alimentación), lo más habitual es que recuerde al sistema de distribución de alimentos que a día de hoy existe en Cuba (cartillas).
Entiéndase que, en esos casos, uno no puede comprar del supermercado aquello que necesite o desee, sino lo que le permita el Estado. En otras palabras, toda una estrategia de planificación centralizada.
Ciertamente, existe escasez de alimentos en países como Cuba, pero la tiranía comunista tampoco enmienda en la totalidad sus políticas de obstruccionismo comercial, de entorpecimiento de la iniciativa privada de los cubanos.
Pues bien, actualmente, lo mismo se estaría empezando a dar ya en economías mucho más desarrolladas como las que componen la Unión Europea (UE), en relación al consumo energético.
La dependencia gasística de Rusia hace temblar a Europa
Los yacimientos de gas de Rusia son las principales fuentes de dependencia gasística de muchos países europeos, con la excepción de países como España, Portugal, Irlanda, Reino Unido y Francia (líder en energías nucleares, como veremos más adelante).
No solo los vecinos de Rusia y Ucrania tienen una mayor dependencia, siendo Alemania uno de los ejemplos más notorios. Pero, mutatis mutando, ¿cuál es el principal motivo de nerviosismo y preocupación?
Evidentemente, hablamos de la situación derivada del ataque expansionista del Kremlin ruso contra Ucrania. Vladimir Putin utiliza los gasoductos para amenazar a países con relaciones de vecindad o gobiernos que están más alineados con el bloque de la OTAN y de Ucrania.
Hace dos fines de semana, Letonia, una de las tres repúblicas bálticas, dejó de recibir suministro energético ruso. Una medida similar se adoptó en primavera contra Polonia, uno de los aliados más relevantes de Ucrania, y Bulgaria.
Las consecuencias de la “transición energética”
Entes como la Comisión Europea han promovido, durante años, una especie de “transición energética y ecológica”, que básicamente forma parte de la agenda del ecologismo, mejor dicho, eco-socialismo. Hasta este año, consideraban la energía nuclear como contaminante.
Gobiernos como el español y el alemán han seguido esa estela durante años. Durante años ha habido varios cierres de centrales nucleares. De hecho, el único país donde hay una sólida provisión de energía nuclear, yéndose a instalar más reactores, es Francia.
Ha habido una considerable obsesión con la energía eólica, pese a su impacto ambiental y su problemática ante determinadas condiciones climatológicas y fenómenos meteorológicos (recuérdense las nevadas de Texas en 2021).
Soluciones que no enmiendan el problema
Desde la Comisión Europea no se ha propuesto ninguna medida que enmiende el estrangulamiento de la energía nuclear (pese a que el ecologismo alemán, uno de los mayores fortines de esta ideología en Europa, hayan dado marcha atrás en su “anti-nuclearismo”).
Han optado por proponer racionamiento en el uso del gas por parte de los distintos países europeos. Sí, bajo el pretexto de emergencia en caso de que Vladimir Putin optase por aplicar “cortes masivos” de suministro en Europa.
Ahora bien, la medida afectaría a países que, en base a lo mencionado anteriormente, no tienen una dependencia elevada de Rusia. Pero bueno, esto es lo que ocurre cuando las medidas se toman desde niveles superiores y se pretende regir un patrón homogéneo.
En cualquier caso, pese a esa “no dependencia mayor” que se da en algunos casos, hay países como España que sí han aprovechado ya la posibilidad motivada de regular más hábitos y necesidades de la población.
Se ha propuesto que los edificios estatales dependientes del gobierno central fijen topes a las temperaturas usadas en el aire acondicionado y la calefacción (de momento, en el caso de los usuarios domésticos, todo se queda en una mera recomendación).
Es más, uno podría temer una planificación centralizada, a la luz de estas medidas, que llevaría incluso a una invasión de la privacidad a fin de verificar que se cumpliría con hipotéticas limitaciones de consumo impuestas.
Bajo otra perspectiva, esto podría recordar a las limitaciones de la libertad de circulación que se impusieron en el pasado bienio bajo el pretexto de contrarrestar la propagación del coronavirus surgido del laboratorio de Wuhan.
En resumen, hay un problema que no se quiere solucionar abriendo la puerta a la libre iniciativa y la innovación tecnológica, sino a la planificación de la que tanto disfrutan los socialistas de todos los partidos.