Estamos muy quemados con Chivite

Navarra ha sido pasto de unos incendios devastadores en las últimas 48 horas. Suerte hemos tenido de que no haya habido víctimas mortales, pero las pérdidas materiales son abrumadoras. Por supuesto todo ha sucedido en el marco de una ola de calor particularmente intensa, en la que han venido a confluir todos los factores posibles para generar un escenario catastrófico. El problema es la parte de todo desastre en la que el gobierno puede hacer algo. En lo que respecta a esa parte no sólo se puede sino que se debe juzgar la actuación del gobierno y, como lamentablemente viene siendo habitual, la actuación del gobierno foral cada vez que hay que afrontar una situación extraordinaria ha vuelto a ser nefasta tirando a funesta. Las situaciones ordinarias tampoco es que se le den muy bien al gobierno foral.

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Desde luego para hacer frente a los incendios de las últimas horas hay que deducir que el gobierno foral contaba con todos los recursos humanos y materiales necesarios, bien es cierto que nada es suficiente ante determinados desastres. Es decir, hasta el cambio de gobierno en 2015 el cuerpo de bomberos era una queja constante contra UPN por la falta de recursos humanos y materiales. Una vez llegó el gobierno del cambio, sin embargo, se pusieron más pegatinas en euskera en los medios existentes y desparecieron las quejas por ensalmo. O sea, que los días pasados debía haber todos los medios necesarios.

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Asumiendo que los incendios no fueron provocados por agentes de Putin y que no se vio a Franco paseando alrededor de ninguno de los focos, el gobierno foral no ha podido evitar la tentación de recurrir al calentamiento global para echar balones fuera. El problema es que no se explica que el calentamiento global tenga una incidencia muy superior en Navarra que en otras comunidades que no han sido pasto de las llamas en la medida de la nuestra en los últimos días, y que la ola de calor en España sin duda ha sido un marco idóneo para el desastre pero no un marco inusitado o a una distancia incomparable de otros precedentes históricos. Si Chivite hubiera sido presidenta en 1897 hubiéramos estado igual de vendidos que ahora.

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Decíamos que ante un marco natural inamistoso, el ser humano a menudo tiene un espacio de actuación limitado, pero dentro de ese espacio limitado siempre suele haber un margen para la buena o la mala gestión. En el caso de las inundaciones, por ejemplo, no es lo mismo que los cauces de los ríos estén o no estén limpios o que haya embalses y obras hidraúlicas para controlar las avenidas de los ríos. En el caso de los fuegos el gobierno también debe dar cuenta de la limpieza de los montes y de la situación de los cortafuegos. Por no hablar de las formaciones que, como en el caso de los ríos o los montes, se oponen por principio a la naturaleza antrópica. O sea, a toda obra o a toda interacción humana con la naturaleza destinada a que la naturaleza sea cuidada, pero al mismo tiempo interferida para nuestra seguridad o nuestro provecho. Tal vez habría que aclarar si esta sacralización de la naturaleza salvaje que defienden algunas formaciones políticas ha podido jugar algún papel en este desastre.

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A primera vista los agricultores parecen estar en el punto de mira como sospechosos principales de muchos de los focos. Pese al riesgo de ponerse a cosechar en las circunstancias en las que nos encontrábamos, muchos de ellos se vieron en la tesitura de intentar cosechar pese a todo o arriesgarse a perder la cosecha. El problema es que la orden foral prohibiendo que se cosechara no llegó hasta estar ya ardiendo media Navarra. Es decir, que en todo caso si la solución era prohibir cosechar, esa solución llega después de arder media Navarra y casi al terminar la ola de calor en vez de justo antes de empezar. El gobierno foral toma las medidas contra los incendios tras los incendios. Cada vez que el gobierno foral se enfrenta a una situación extraordinaria llega tarde. No se anticipa nunca. No evita los desastres jamás. Lo hemos visto con las inundaciones. Lo hemos visto con las mascarillas que eran como ponerse casco para jugar al ping pong. Seguramente con el caso de los incendios ha vuelto a pasar.

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Por lo que respecta a los agricultores toca analizar hasta qué punto algunos comportamientos puedan haber sido irresponsables, con o sin orden foral, ya que estamos perdidos si hay que esperar al gobierno para evitar algún mal. Ahora bien, junto a bomberos, pilotos, militares y cuerpos de seguridad, tampoco cabe dudar de la colaboración, la generosidad e incluso el valor de los agricultores en general para ponerse ante las llamas con su maquinaria, abrir cortafuegos y hacer un trabajo impagable para poner a salvo no sólo los campos, sino también las viviendas y a la población.

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