Una buena noticia para variar. Un juzgado anula la multa de 60.000 euros impuesta por el Ayuntamiento de Colau al autobús de Hazte Oír contra la ley sobre Violencia de género. Dicho osado autobús exhibía la frase de que la violencia de género no es tal, sino violencia doméstica. Algo que para políticos como Colau no se puede poner en cuestión. Si ustedes se fijan cada vez hay menos políticos en la izquierda dispuestos a tolerar que se puedan discutir sus postulados. Ninguno de sus postulados. No digamos uno tan principal y señero como el de la violencia de género.
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HazteOir, es decir, la libertad de expresión ha vencido en los tribunales a la alcaldesa Ada Colau. ¡Enhorabuena! https://t.co/m4AYhBNoCt
— Hispanidad (@web_hispanidad) May 29, 2022
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Nunca se pueden echar en saco roto los análisis de las noticias de hispanidad.com y este caso no es la excepción. El decano de los digitales españoles, al margen de que marque también sus distancias con Hazte Oír, señala sin embargo cuatro importantes objeciones a las tesis que subyacen bajo la ley del “sólo sí es sí” y la persecución del autobús.
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En primer lugar que la nueva ley, el feminismo de Irene Montero y compañía en general, se basa en la proposición de que el varón es malísimo y la mujer es buenísima, lo que no es cierto.
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En segundo lugar que las feministas argumentan que el hombre agrede o mata a la mujer por ser mujer, lo que es un sofisma. El hombre no mata a la mujer por ser mujer, sino por ser su mujer.
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En tercer lugar el hombre no tiene el monopolio de la violencia. Hay más violencias que la física. Sí es cierto que el hombre tiene sobre la mujer una ventaja a la hora de recurrir a la violencia física. Por eso recurre a ella. Por eso también los niños, los discapacitados o los ancianos reciben más violencia física de la que son capaces de infligir.
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En cuarto lugar la nueva ley es una ley totalitaria como las premisas de las que parte. Si te atrevés a discrepar de alguno de sus postulados, incluso el más insignificante, puedes estar incurriendo en un delito de odio.
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Volviendo al caso concreto del autobús y su eslogan, lo cierto es que resulta bastante evidente que la violencia de género no es violencia de género. Los hombres que matan mujeres normalmente matan a sus parejas o exparejas. Es decir, entre todos los miles de millones de mujeres que componen el género femenino, los asesinos de mujeres matan a su pareja, no a su vecina, a su prima o a todas las mujeres que se encuentran por la calle hasta que los detiene la policía. Si la víctima por tanto es la pareja, la mujer particular con la que el hombre tiene o ha tenido una relación, entonces resulta bastante evidente que no se trata de una violencia de género abstracta contra todas las mujeres por ser mujeres, sino contra una mujer en concreto con la que se tiene una relación sentimental. Está claro por tanto que el nombre que le pongamos a eso puede ser discutible y habría que reflexionar sobre si a esa violencia es más adecuado llamarla doméstica, pasional o intrafamiliar, pero el etiquetado de violencia de género es precisamente el más inadecuado y conducente a la confusión. Que a lo mejor es de lo que deliberadamente se trata, por otro lado. Por eso no permiten la discusión.
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Lo que en cambio no se discute es la necesidad de prevenir, perseguir y castigar esa violencia. De hecho, los seguidores de la ideología de género suelen ser los más flojos a la hora de perseguir esa violencia la llamemos como la llamemos. Sin embargo, acusan a los demás de estar a favor de esa violencia cuando nadie sostiene tal cosa. Lo que se discute no es la persecución sino la interpretación, el sentido y el etiquetado de esa violencia, así como la obligatoriedad de abrazar sin matices algo tan infundamentado, contradictorio, discutible y a menudo ridículo como toda la llamada ideología de género.
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