Nos encontramos ante un político fuera de lo habitual. Un político que dice cosas como que el gasto social debe tender a desaparecer, porque lo contrario indica que vamos mal. No le falta lógica a esta proposición. Si cada vez hay más gente que necesita de una prestación, de un subsidio, de una ayuda o de algún tipo de subvención, esto es casi como reconocer que cada vez hay más gente necesitada, más gente pobre, más gente que precisa una ayuda para poder subsistir. Los políticos suelen presumir de todo lo que han aumentado el gasto social, y todo lo que han incrementado las ayudas y prestaciones, como si esto fuera un logro y no la verificación de que esa política económica cada vez genera más pobreza y más dependencia. El modelo ideal, precisamente, sería uno en el que cada vez menos gente necesitara una ayuda del estado para vivir, un modelo en el que cuando un político viera cómo se le multiplican las ayudas que tiene que dar tuviera que avergonzarse, pedir perdón y proponer un cambio de rumbo en su política. Por no mencionar el hecho de que si cada vez hay más gente necesitada de recibir ayudas públicas y menos gente capaz de generar recursos para financiar esas ayudas públicas, las ayudas públicas se vuelven insostenibles. Obviamente puede haber gente necesitada y habrá que ayudarla, pero apuntarse como una medalla que cada vez haya más ayudas como consecuencia de que cada vez haya más gente necesitada es un fraude al electorado, un ilógico económico y un bomba de relojería en las entrañas del estado del bienestar.
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Otro punto de vista impopular y contracorriente del portavoz de VOX en asuntos económicos es el que se refiere la digitalización de la administración, cosa que parece algo así como un bien absoluto que nadie cuestiona pero que sin embargo debería suscitar algunos interrogantes. Es decir, la digitalización debería implicar una reducción (y un ahorro) de la plantilla de la administración. O sea, si hacen falta 10 personas para hacer un trabajo y tras digitalizarlo siguen haciendo falta 10 personas para hacer ese trabajo, algo falla con la digitalización o con la productividad de los funcionarios en las áreas burocráticas. Por otro lado, por inobjetable que resulte la digitalización, no se puede dejar de tener en consideración la gran cantidad de población que cada vez se siente más incapaz de sacar adelante digitalmente las complejidades burocráticas de la administración. No se puede avanzar mucho más aprisa de lo que lo puede hacer el propio conjunto de la población.
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En octubre de 2021, bastantes meses antes de la guerra en Ucrania, Rubén Manso trasladaba al Secretario General del Tesoro una pregunta curiosa: ¿cuál sería la máxima cantidad prudente de deuda que debería tener el estado español? Desde luego para esas fechas, como muchos otros observadores no sometidos a la disciplina del gobierno, Manso ya advertía de que estaban empezando a asomar en el horizonte preocupantes tensiones inflacionistas, de ahí el sentido de la pregunta. Y es que gracias a los bajísimos tipos de interés hemos estado disfrutando de una anormalidad consistente en pagar unos 30.000 millones de intereses aunque se multiplicara nuestra deuda. Puede parecer razonable endeudarse más en vez de ajustar los presupuestos si total al bajar los tipos se van a pagar los mismos intereses, pero como apuntaba el portavoz de VOX eso tiene un grave riesgo cuando las tensiones inflacionistas imponen un cambio en la política monetaria y suben los tipos. Entonces el deudor descubre que el volumen de deuda es muy importante y que resulta muy distinto tener que pagar un 1% más sobre un volumen de 500 mil millones de euros que sobre un volumen de más de un billón.
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Esuchar a Rubén Manso hablar sobre la inflación resulta asimismo interesante porque suscita un asunto sobre el que poco se ha hablado. Por un lado tenemos la propia inflación, que está rondando cifras en torno al 8-10%. Por otro lado tenemos las subidas salariales aprobadas por el gobierno, del 2,5%. Pero por otra parte tenemos la decisión del gobierno de no deflactar y adecuar a la nueva inflación los tramos del IRPF. Más o menos todo el mundo puede ver que si la inflación sube el 10% y los salarios sólo el 2,5% se está produciendo un empobrecimiento de los asalariados, pero lo que muchos españoles no ven tan claramente es que al no deflactar los tramos del IRPF lo que se produce es una subida encubierta de impuestos la cual viene a comerse prácticamente la subida salarial. Es decir, no sólo es que la inflación es mucho mayor que la subida salarial, sino que a su vez esa subida salarial se la come la no deflactación del IRPF. Usted sólo nota que es más pobre a fin de mes, Manso le explica el porqué. O en este caso el por quién.
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Sin duda uno de los caballos de batalla de Manso es la deuda pública, respecto a la que le hemos escuchado en los últimos meses ofrecer algunos datos llamativos y poco tenidos en cuenta por el conjunto de la población. De 2007 a 2019, para dejar de la lado el COVID y la excepcionalidad de ese período, la deuda pública española creció en 800.000 millones de euros, tanto con gobiernos del PSOE como del PP y más o menos a partes iguales. El PIB, sin embargo, sólo creció un 15% lo que representa mucho menos que los 800.000 millones de deuda. Muchas veces se nos suele decir para justificar el gasto público que tal o cual gasto no es gasto en realidad, sino inversión. Los datos sin embargo prueban que no. Todo ese dinero prestado lo gastamos en cosas que no multiplican la riqueza como haría una buena inversión. Por el contrario, los aumentos del PIB son varias veces menores al aumento de la deuda. Esto no sólo significa que crecemos a base de endeudarnos, sino que el crecimiento obtenido es sólo una fracción del endeudamiento generado para producirlo. También significa que cada vez somos más insolventes y nuestro gasto público es más insostenible. Si de ganar 100 pasas a ganar 115 y de deber 400 a deber 1.200, eres mucho menos solvente ahora que ganas 115 y debes 1.200 que cuando ganabas 100 y debías 400.
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No sólo está muy bien que algún diputado explique todas estas cosas que a menudo se nos escapan, sino que volviendo a la idea inicial es importante, repasando su histórico de intervenciones, comprobar quién es capaz de hacer diagnósticos y predicciones correctas y quién no. Escuchando a los economistas suele pasar que todos parecen decir cosas razonables, pero la clave es ver al cabo de los meses o los años quién acertó y quién no. El que hizo predicciones que se han cumplido o tuvo mucha suerte o es que manejaba las claves correctas. El que hizo previsiones que no se cumplieron es que no manejaba la teoría correcta para interpretar la realidad. Manso pertenece a los economistas del primer grupo y, mientras otros quedan descartados, sus previsiones y sus diagnósticos tienen credibilidad. Es como el astrónomo que predice un eclipse. El eclipse verifica o desmiente las teorías acerca del universo del astrónomo. Si Manso dice que hay eclipse, vaya encendiendo la luz.
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Un comentario
Pues habrá que asumir que en VOX también saben de economía. Los del pp ni están ni se les espera, viven de rentas pero se les acaba. Muy buen resumen.