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Jesús resucitado es el Señor, el kyrios, el que tiene todo el poder y al que se le debe toda gloria. Así lo ha querido Dios Padre, creador de todo. El gran kerigma, la gran predicación es Jesús vive, ha resucitado, es el Señor, ha sido constituido Juez de vivos y muertos. Y todo esto acontece en un hombre, en una humanidad unida en la persona con Dios. Lo que llamamos unión hipostática. Una vez dijo: Yo soy el día. A Pablo le cegó con un rayo de luz. Si él no ilumina todo será tiniebla.
Pablo, agradecido a esta enorme experiencia, escribió algo que está en el top ten, entre los diez mejores párrafos de la Biblia: El cual se despojó de sí mismo tomando condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre. De esta forma se humilló a sí mismo rebajándose hasta dejarse matar con una muerte de cruz. Por lo cual, Dios le exaltó y le otorgó un nombre sobre todo nombre para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el infierno y toda lengua proclame que Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre (Flp 2, 7-11).
Señor, yo necesito dueño y mi dueño eres tú. Un dueño absoluto. Con esta pandemia de coronavirus lo he aprendido mejor. Deseo con toda mi alma que este mundo esté bajo tu señorío para que todo tenga sentido, que haya un Señor de todas las cosas ante quien se doble la rodilla en los cielos, la tierra y los abismos. Tú, Señor, que nos conoces, nos has dado a tu hijo Jesús como dueño y lo resucitaste para asumir la creación entera bajo su dominio y señorío. Me encanta doblar mi rodilla ante él. Un hombre con personalidad divina es el sentido último de la creación. Gracias porque me has dado la vida para que yo también pueda participar de estas maravillas.