Ayuso podría haber recibido un Ferrari de su hermano y la derecha seguiría estando más limpia

Con o sin razón, el bloque izquierdista-nacionalista en el gobierno se ha lanzado en tromba sobre el contrato del hermano de Ayuso. Es normal. Si el propio líder del PP ve algo sucio, terrible y sangriento en este caso, aunque sólo sea unas horas antes de archivarlo, cómo va a quedarse callada la izquierda ante este caramelo que le regala Casado. Aunque ya se sabe, hay que desconfiar de los desconocidos cuando te regalan caramelos. También cuando te los regala algún que otro conocido, por conocido.

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Lo malo que tiene siempre el elevado sentido de la ética de la izquierda es que sólo funciona cuando se trata de juzgar a la derecha. Funciona además de esta curiosa manera: todo lo que hace la derecha está mal y la derecha es siempre culpable de todo. Todo lo que hace la izquierda está bien y siempre es inocente de todo. Claramente esto no tiene nada que ver con la ética y tiene todo que ver con la hipocresía y el sectarismo. Así, por ejemplo, centramos toda nuestra atención en un contrato perfectamente legal y ético (desde luego por la parte de la Comunidad de Madrid) al mismo tiempo que Pedro Sánchez declara secreto el reparto y la gestión de los fondos de ayuda europeos. A ver, ¿cómo te indignas por lo de Ayuso mientras aceptas con total naturalidad el secretismo y la arbitrariedad en el reparto de decenas de miles de millones de euros? No es que bajo el secretismo y la arbitrariedad pueda florecer fácilmente la corrupción, es que de algún modo, ya sea para favorecer a ciertos territorios sobre otros por motivos electorales, para comprar los votos de cierto número de diputados, o directamente para llevárselo crudo, esto ya es corrupción, pero corrupción al por mayor.

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Entre los ataques de hipersensibilidad ética de estos días con el contrato de Ayuso, por supuesto, llama la atención el caso de Bildu. O sea, lo que nos falta por ver es a un partido liderado por un secuestrador dando lecciones de ética. A un partido que llama presos políticos a los asesinos de sus rivales políticos. O a un partido que normaliza que se reciba con bailes, cohetes y ramos de flores a los asesinos que salen de la cárcel. Ver hablar de ética a un partido que ha matado a la ética de un tiro en la nuca resulta ridículo, pero no mucho más ridículo que ver hablar de ética a los partidos que pactan con ellos, los convierten en sus socios y los normalizan. Por supuesto Bildu pone a un secuestrador al frente del partido, igual que integra al último jefe de la ETA en la cúpula de la coalición, para hacer ostentación de su aprobación a la violencia de ETA.

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Desde luego es posible que Ayuso, Casado, Abascal o cualquier líder de la derecha haga algo moral o legalmente reprochable, y habría que reprochárselo, pero el último que podría indignarse apelando a la ética y la moral es alguien que lamenta la caída de la URSS, celebra la dictadura cubana o cocina paellas con un chándal de la RDA. Hay cosas peores que la corrupción, a veces además de la corrupción.

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Volviendo contrato del hermano de Ayuso, tenemos que Madrid no pagó ninguna comisión al hermano de Ayuso por comprar las mascarillas ni el hermano a Madrid por vendérselas. Quien pagó la comisión al hermano fue la propia empresa por su trabajo, ya que las empresas tienen la manía de pagar a sus empleados y los empleados la de cobrar por su trabajo. Madrid se limitó a comprar 250.000 mascarillas FFP2 que necesitaba por 1.25 millones de euros. O sea, a 5 euros por mascarilla. Un precio razonable e inferior al que estaban pagando muchas otras administraciones. Obviamente no las compraba por ser el vendedor el hermano, sino porque las necesitaba. Es decir, que ni se compró por ser el hermano, ni se dejó de comprar por ser el hermano. Y por supuesto se compró al hermano y a todo el que pudo ofrecer material sanitario, no sólo al hermano. En todo esto, por otra parte, ni participó ni tuvo noticia alguna Ayuso. ¿Y es ético ganar dinero vendiendo mascarillas en una pandemia? Pues como mucho es una pregunta que habría que hacérsela al hermano, no a Isabel Díaz Ayuso. Pero entonces y volviendo al detalle del contrato resulta llamativo que el IVA de la compra ascendió a 262.000 euros. O sea, que al final sí encontramos un comisionista que se lucró por no hacer nada ni conseguir nada con la venta de mascarillas en plena pandemia: el estado.

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En definitiva Isabel Díaz Ayuso, al menos por lo que sabemos hasta el momento, parece bastante ajena a cualquier posible reproche ético, no digamos legal, respecto al asunto del contrato. Pero es que Ayuso podría haber recibido un Ferrari de su hermano tras la compra de las mascarillas y la derecha seguiría estando mas limpia que la izquierda y sus socios. Aunque claro, como no somos como la izquierda nosotros en ese caso no la defenderíamos.

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