Vale. Seguro que llegados a este punto se piensan que les vamos a hablar del COVID. Pues no. Les vamos a hablar de algo tan igualmente poco controvertido como el calentamiento global. Porque sobre lo indiscutible no se puede debatir. El calentamiento es una verdad científica incontrovertible y ya está. Y si la discutes te censuran en las televisiones, las redes sociales y la prensa vegetal. Ni sueñes con que se te conceda una subvención. Del gran negocio de la transición energética olvídate de participar. Hay parecidos con el COVID pero no, y ya verán por qué comenzamos diciendo que la vacuna contra un virus que no existe es la más eficaz. Un 100% eficaz. Lo cual de algún modo es un punto a favor de las vacunas contra el COVID. Hay que desconfiar de lo indiscutible 100% eficaz.
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Para tratar de esclarecer esta extraña mezcolanza de mensajes tenemos que remontarnos al año 2001 y a un artículo publicado por el diario El Mundo, en el que a la luz de los informes IPCC de Naciones Unidas publicados hasta entonces se nos dibujaba el mundo tal como sería en 2021. O sea, el presente en el que vivimos. Y esto es lo que se nos pintaba desde 2001 que pasaría en 2021.
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En una de las cartas geográficas, actualizada a mediados de 2020, ya no queda rastro alguno de muchas de las playas bañadas por el Mediterráneo y del Atlántico. El nivel de sus aguas, como pronosticaba el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), ha aumentado hasta cubrir gran parte de las costas europeas. Las olas de calor suben los termómetros por encima de los 40 grados.
Debido al incremento de las temperaturas (entre 1,4 y 5,8 grados centígrados), las zonas frías se han convertido en calientes y viceversa. En el norte de España el paisaje está salpicado de palmeras y la gente prescinde de los abrigos en el invierno. Los glaciares alpinos han desaparecido. Los pocos que quedan siguen en retroceso, lo que añadirá más agua a los océanos.
Pero la dilatación de los mares no es el único regalo envenenado que nos ha legado el efecto invernadero del siglo XX. El calentamiento de la atmósfera también ha disparado la tasa de evaporación marítima, contribuyendo a aumentar el número y la violencia de tormentas y huracanes, además de inducir otros desequilibrios meteorológicos.
Todo ello ha incidido sobre la alimentación, especialmente la agricultura, así como en la forma de vestir y planificar nuestras vacaciones.
Por desgracia, las predicciones hechas por los 3.000 científicos del IPCC han resistido bien el paso del tiempo. Uno de ellos advirtió: «Las consecuencias de este calentamiento las pagará toda la humanidad». Esto es lo que ocurre 20 años después de aquella alarma mundial que muchos prefirieron ignorar.
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En Europa, los deltas del Rin, del Ebro y del Guadalquivir ya han desaparecido ahogados por la subida imparable de los mares. Amsterdam parece Venecia. Los efectos del calentamiento terrestre han desfigurado por completo la fisonomía de las costas. En Cádiz la subida del mar y la baja actividad de la corriente cálida del Golfo han convertido la provincia en un lugar permanentemente amenazado por lluvias torrenciales, inundaciones y riadas, dejando para el recuerdo cientos de kilómetros de playas paradisiacas. Algo similar a lo que ocurre en La Palma, Fuerteventura y Lanzarote.
Mucho más al norte, las condiciones son igual de duras. En Galicia, las islas Cíes y la de Ons han dejado de ser un paraíso ecológico del ocio. Sus orillas, a las que en otros tiempos llegaban cientos de embarcaciones cargadas de curiosos, han sido tragadas por las corrientes del Atlántico.
Al otro lado de la Península Ibérica, el Mediterráneo amenaza la supervivencia de algunas de sus islas, como Sicilia o Córcega donde miles de personas se enfrentan a una subida de las aguas que ha puesto en serio peligro sus recursos pesqueros y agrícolas.
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Con el calor en alza, el mar también sube al ritmo de entre 4 y 10 centímetros por década. Y aunque parezca poco, es más que suficiente para que una gran parte de los ríos se vean afectados.Los nuestros ya ni siquiera se parecen a los que se ven en los libros. La evaporación ocasionada por las altas temperaturas, la contaminación y sobreexplotación de sus aguas para regadíos, ha mermado los cauces del Ebro, Duero y Tajo hasta convertirlos en ríos prácticamente muertos.
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A mediodía, todas las televisiones abren sus informativos con una estremecedora noticia: 1.600 millones de personas en todo el mundo pasan hambre. Justo el doble de las que estaban en iguales condiciones a finales del siglo XX. En esa época, la lluvia ácida ya había arrasado el 50% de los árboles en extensas regiones de Europa, el aire de las principales urbes alcanzaban niveles de contaminación intolerables y España perdía, por erosión, 1.000 millones de toneladas de tierra por año.
Hoy, recién entrado el 2020, casi la mitad del suelo fértil que aún queda en nuestro país está a punto de agotarse. Lo que concuerda con los temores de la asesora de Naciones Unidas, Teresa Mendizábal, quien hace dos décadas aseguraba que el 40% del territorio sufría la lepra de la tierra o desertificación. Los cereales, el maíz y los pastos, como ya preveían en aquellos años algunos estudios, se llevan la peor parte. Sobre todo en los países mediterráneos, donde las grandes extensiones de cultivos han sido invadidas por las megaciudades. Estos asentamientos, responsables de más del 80% de la reducción de la cubierta vegetal, han obligado a echar mano de las técnicas genéticas, con lo que se ha podido multiplicar las cosechas y compensar así la falta de terreno fértil. Es el triunfo definitivo de los campos transgénicos.
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¿Cómo se prueba la validez de una teoría científica? Pues comprobando que lo que predice se cumple. A sensu contrario, si no se cumple lo que predecía una teoría es que la teoría era falsa. No reduciremos toda la teoría sobre el calentamiento global a lo que pronosticaba este texto publicado por El Mundo en 2001, pero tampoco dejemos de hacer notar que en la teoría del cambio climático, como en el periodismo, hay muchas grietas por las que empieza a entrar el agua y hundirse la credibilidad, lo que nos devuelve al asunto de que la vacuna contra un virus que no existe es la que mejor funciona de todas.
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¿Dónde están los paseos invernales por el norte de España en manga corta y entre palmeras? ¿Cómo es que aún no han desaparecido ni Salou ni San Sebastián? ¿Qué pasará si dentro de otros 20 años seguimos teniendo un tiempo tan cruel e infame como el que llevamos semanas padeciendo este invierno?¿Creen ustedes que aquí va a pasar algo en el caso de que las predicciones del cambio climático no se cumplan? ¿Creen que alguien va a pagar por todo el montaje? ¿Creen que alguien va a devolver el dinero?
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Por el contrario, si dentro de 20 años todo sigue igual que ahora, que a su vez sigue aproximadamente igual que hace 20, nos dirán que la vacuna contra el virus que no existe ha funcionado, y que la prueba es que nadie muere del virus. Si en noviembre de 2041 al alcalde se le vuelve a llenar la ciudad de nieve sin haber echado sal nos dirán que gracias a todos los esfuerzos y todo el dinero gastado se ha conseguido frenar el cambio climático. Como hemos dicho muchas veces es una teoría a prueba de fallos. Si hace calor no se puede discutir el calentamiento, pero si hace un frío engelante también es culpa del calentamiento global. ¿Qué más prueba del éxito de la lucha contra el calentamiento global si en 2041 el clima sigue siendo igual que en el 2001 y que en el 2021? El dispositivo antivampiros por el que pagó usted 1.000 euros sin duda funciona, ¿o acaso ha visto un vampiro desde que lo compró? ¿Cómo se atreve a denunciar al vendedor?
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Por supuesto eso sólo llegará en el momento en que empiece a pasar más tiempo y alguien se dedique a ir rescatando la hemeroteca de las últimas décadas, cosa que por otro lado puede que tampoco llegue a pasar. En 2030 seremos felices pero no tendremos nada salvo un gobierno mundial, así que a lo mejor tampoco tenemos hemeroteca ni libertad para recordar las cosas que le molesten al gobierno mundial. Tampoco es que para hacer eso ni siquiera ahora andemos sobrados de libertad. Todavía podemos rescatar y publicar algunas cosas de la hemeroteca, pero a lo mejor es algo que aún se nos permite porque a fin de cuentas casi nadie lo hace. Eso sí, cuando alguien lo hace se comprueba que el profeta oficial ha vuelto a fallar. Lo que en todo caso queda claro es que, por más dinero que cueste, la lucha contra el cambio climático, si no existe, la vamos a ganar y que la eficacia de una vacuna contra un virus que no existe es del 100%.
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2 respuestas
Menudo timo el calentamiento global, es únicamente una excusa para machacarnos a impuestos y a pagar un 500% más por la energía.
El apocalipsis climático, las predicciones fallidas formuladas en los últimos 50 años:
• 1967: «Hambruna terrible para 1975»
• 1969: «Todos desaparecerán en una nube de vapor azul para 1989»
• 1970: «Edad de hielo en el año 2000»
• 1970: «América sufrirá racionamiento de agua en 1974 y de alimentos en 1980»
• 1974: El agujero de ozono es un «gran peligro para la vida»
• 1980: «La lluvia ácida mata la vida en los lagos»
• 1988: Las Maldivas estarán bajo el agua en 30 años
• 1989: La subida del nivel del mar «destruirá» a la mayoría de países en el año 2000
• 2000: «Los niños no sabrán qué es la nieve»
• 2004: Gran Bretaña tendrá clima siberiano para 2020
• 2008: El Ártico se quedará sin hielo para 2018
• 2009: El Ártico se quedará sin hielo para 2014
• 2013: El Ártico se quedará sin hielo para 2015
• 2014: Tan sólo restan 500 días antes del «caos climático»
Año 2019, tras semejante demostración de rigor científico, y después de escuchar en la ONU los vaticinios de la joven “profeta” Greta Thunberg, el ínclito Pedro Sánchez metió su mano en nuestros bolsillos y regaló 245 millones de euros para la “religión ecologeta”.
Hoy, a las puertas de 2022, la farsa sigue… y cada vez veo a mi alrededor más gente en la inopia.