Que la reforma laboral se encuentre ahora mismo en el foco del debate político es una buena ocasión para tratar de reflexionar sobre algunos conceptos respecto a los que la sociedad española maneja unos prejuicios totalmente desrazonados, pero sin embargo muy generalizados y no por casualidad. Es decir, esos prejuicios sirven para fidelizar a cierto tipo de elector y no interesa tratar de ponerlos en cuestión.
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Uno de esos prejuicios, por absurdo que sea, es el de que los empresarios quieren destruir empleo en vez de crearlo, o que a las empresas les va mejor si despiden trabajadores que si los contratan. Muchos españoles creen, alentados además por el discurso de los partidos de izquierdas, que las empresas aprovechan las crisis para realizar despidos, como si los empleados fueran una carga para la empresa. Como si los empresarios contrataran por bondad o despidieran por maldad. Como si cuantos menos trabajadores tuviera una empresa más beneficios tuviera. Y como si el paro se pudiera combatir prohibiendo los despidos, o por lo menos haciéndolos tan difíciles que fuera casi como prohibirlos.
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Pese a que pudiera parece evidente lo disparatado de todo lo anterior, no lo es para muchas personas, o los partidos de izquierdas no tendrían el respaldo social del que disfrutan. Por tanto nunca es una mala ocasión, y menos si el asunto se encuentra en el centro del debate, para señalar algunas evidencias como que casi todo el párrafo anterior conforma una serie de pensamientos totalmente aberrantes respecto a la realidad.
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Desde luego un empresario no contrata por bondad, pero tampoco despide por maldad. Tanto cuando contrata como cuando despide lo suele hacer por necesidad. Cuando el empresario contrata porque necesita trabajadores, suele ser a su vez una consecuencia directa de la prosperidad de su negocio. Si aumentan las ventas o la demanda de servicios, el empresario se verá obligado a aumentar el número de empleados. Si por el contrario se reducen la demanda y las ventas, le sobrarán empleados. Por tanto una empresa no va bien cuando despide empleados. Todo lo contrario, el principio general es que cuando una empresa necesita despedir empleados es que están bajando la demanda y las ventas de sus bienes y servicios. Ningún empresario quiere eso. Ningún empresario gana dinero despidiendo trabajadores en vez de vendiendo más, o necesita menos trabajadores cuanto más vende. Despedir trabajadores no es una forma de hacer negocio. Parece obvio, pero escuchando a muchos de nuestros políticos no debe serlo. Tampoco puede extrañarnos demasiado ya que muchos de nuestros políticos no es que no tengan ninguna experiencia como empresarios, es que a menudo no la tienen ni como trabajador.
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Cuando las cosas van mal o cambia el ciclo económico, una empresa se puede encontrar con que le sobra plantilla respecto al volumen de negocio. Entonces sí puede suceder que la empresa pueda ahorrar costes despidiendo trabajadores, pero es que por otro lado está perdiendo ventas e ingresos. Es más, si la empresa entra en pérdidas, lo que puede suceder es que sencillamente no pueda mantener la plantilla. Si se le obliga a mantenerla, por ejemplo prohibiendo los despidos, el resultado no será evitar algunos despidos, sino conducir a la empresa a la quiebra y desencadenar la pérdida de empleo de toda la plantilla.
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Pensar que los despidos se pueden evitar simplemente prohibiéndolos, o haciéndolos casi imposibles, es un pensamiento adolescente en la línea de que se puede pagar el gasto imprimiendo dinero, se puede acabar con la pobreza limitando los precios, o se puede acabar con la falta de formación regalando los títulos. Basta ver los países con menos paro y más salarios, por otro lado, para darse cuenta de que suelen ser países en los que el mercado laboral es mucho más flexible que el español. Si alguien tiene problemas para entender la teoría, que atienda por lo menos a los resultados. En España es más difícil despedir que en la mayor parte de países de nuestro entorno, pese a lo que tenemos mucho más paro y salarios más bajos. En realidad no es pese a ello sino por ello. Dificultar los despidos es al mismo tiempo dificultar las contrataciones. Las barreras de salida actúan como barreras de entrada. Un empresario no se piensa dos veces contratar a un empleado si sabe que mañana, si el negocio se tuerce, podría despedirlo. Si sabe que no va a poder despedirlo, estirará hasta el infinito la plantilla que tiene.
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Vivir en un mundo en el que no haya crisis, ciclos o empresas que vayan mal es imposible. El propio progreso implica la idea de movimiento. No vivimos en un universo inmóvil. Leyes y medidas que no permiten la adaptación al momento económico no tienen sentido y resultan contraproducentes porque ni son útiles ni se adecúan al mundo real. Prohibir los despidos podría tener sentido en una economía petrificada. Obviamente ni podemos ni debemos petrificar la realidad, pero podemos y debemos facilitar la adaptación a los cambios del mundo real. No podemos impedir los despidos cuando las cosas van mal, pero podemos facilitar la contratación cuando las cosas van bien. No podemos evitar la quiebra de empresas, pero podemos facilitar su creación. Una economía dinámica y adaptable genera más empleo cuando las cosas van bien y menos paro cuando van mal. En una economía y un mercado laboral adaptable los ciclos son menos extremos. En la reforma laboral que prepara el gobierno de la mano de la extrema izquierda se va a escuchar a todo el mundo menos a los empresarios. Es más, la reforma se considerará mejor en la medida en que más perjudique a las empresas. Destruyendo a los empresarios parece que mejor les irá a los trabajadores. Y así se piensan que se va a generar mucho empleo y prosperidad, como haciendo eso mismo se ha conseguido en… ningún lugar.
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Un comentario
Y una reforma que perjudique a los trabajadores, que les da incertidumbre e inestabilidad, ¿beneficia a los empresarios?