Puigdemont y el dinero de la UE: nuestros amigos y aliados europeos

Ser antieuropeo es absurdo. Ser europeísta a todo trance también lo es. Dicen que fue Kissinger el que dijo que los países no tienen amigos ni enemigos permanentes, sino sólo intereses permanentes. Sea como sea el enésimo desprecio a la justicia y la legalidad española a cuenta de la entrega de Puigdemont es una nueva y buena ocasión para reflexionar sobre la UE, en antieuropeísmo, el europeísmo y el españolismo que, en definitiva, es lo que realmente nos debería de preocupar.

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Para empezar los españoles tenemos una tendencia preocupante a pretender que los europeos nos resuelvan los problemas internos, como si a los belgas o los alemanes les tuviera que preocupar más la ETA o la unidad de España que a los pobres españoles. O como si, atendiendo a Kissinger, no estuvieran calculando cuáles son primero sus intereses en todos los asuntos antes que los de España. Los europeos nos ayudarán a resolver un problema o nos arrancarán la cabeza y la enterrarán en un pozo con ácido según les convenga.

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La euro-orden se ha demostrado que es una auténtica filfa, al menos cuando se trata de una euro-orden emitida por España. Se supone que en la UE no se cuestiona la justicia de los países miembros y que los países miembros son democráticos y aliados. Por consiguiente, las euro-órdenes deberían tener en teoría un carácter ejecutivo. El país en cuyo territorio hay un fugitivo lo entrega al país reclamante sin cuestionar su sistema judicial ni poner en marcha un juicio paralelo, o convirtiendo la euro-orden en un imaginario tribunal de instancia contra los tribunales nacionales. Además para eso ya existen en Europa otros órganos judiciales. La pregunta por tanto es si la euro-orden es una guasa con carácter general o sólo cuando afecta a los fugitivos reclamados por España. Lo segundo es casi peor que lo primero, pero en cualquier caso nada que pueda alimentar nuestra fe en el europeísmo.

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Otro de los puntos débiles de la UE es claramente la ausencia de una lengua común. Lo más parecido a esta es el inglés y resulta que los británicos se van de la UE. Cualquier nacionalista sabe que para generar una división basta una lengua particular, y cualquier unionista sabe que para superar las particularidades hace falta una lengua común.

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Por supuesto los europeístas convencidos y acríticos tienen con los acontecimientos actuales y la crisis que nos atraviesa una nueva oportunidad de señalar que, sin el apoyo de la UE, el estado español estaría quebrado y en default. Tienen razón pero la UE nos salva de la quiebra al mismo tiempo que nos empuja a ella. Es decir, como la UE nos apoya, nos da crédito y nos compra deuda, hemos perdido el miedo al déficit, al endeudamiento, a la prima de riesgo y a tener las cuentas totalmente desbarajustadas. Total, ya vendrá la UE a rescatarnos. O sea, la UE crea una cultura de la irresponsabilidad, la cual premia una y otra vez rescatándonos del abismo al que por otro lado nos empuja al financiar nuestros desequilibrios. La persona que siempre entrega dinero para otra dosis al yonki que llama a su puerta llorando no es la persona que le está ayudando a salir de la droga. Y claramente nosotros por culpa de la UE nos hemos convertido en unos yonkis del gasto. Sólo falta, aunque a lo mejor es casualidad, que dependiendo del color del gobierno que necesita desesperadamente dinero se le financie bajo condiciones draconianas o a fondo perdido. Esto ya sería incluso más grave que financiar la irresponsabilidad, sería comprar y vender elecciones y gobiernos desde el exterior.

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Por otro lado se podría considerar que en Europa a menudo parece que, incluso en los países de las hormigas, ganan las elecciones los partidarios de financiarles el gasto a las cigarras. A lo mejor estamos sobrevalorando la inteligencia de las hormigas. A lo mejor sería un error no aprovecharnos. El problema es que todo ese dinero no va a servir tanto para aprovecharnos como para comprar votos. El dinero que llega sin control puede que no sirva para comprar gobiernos y votos desde fuera, pero desde luego sí va a servir para comprar votos desde dentro con el dinero de fuera. Y por tanto el criterio para invertir no va a ser la rentabilidad económica, de la que por otro lado nuestros políticos suelen saber muy poco, sino la rentabilidad electoral.

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Para terminar y en defensa de nuestros queridos amigos y aliados europeos que protegen a Puigdemont, lo cierto es que resulta difícil convencer al exterior de lo grave e importante que resulta que nos entreguen a un tipo al que, en cuanto se le juzgue y se le declare culpable en España, el propio gobierno español piensa indultarle. Por no mencionar que todos los demás cómplices de Puigdemont son los líderes condenados de los partidos con los que ha pactado y formado gobierno el PSOE. Si no nos lo tomamos en serio nosotros, ¿cómo esperamos que se puedan tomar en serio en la UE el juicio o la extradición de los líderes del «prucés»?

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