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Un día cualquiera de la nueva normalidad, un día como hoy, podemos encontrarnos noticias como que, según un informe de Impulso Ciudadano, la Generalidad dedica más de 1.000 millones de euros al año a la “construcción nacional”. Seguramente la cifra se puede cuestionar, pero ya de entrada 253 millones se dedican a TV3 y otros medios de propaganda y adoctrinamiento nacionalista, por lo que en cualquier caso hablamos de una cantidad indiscutiblemente espectacular.
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La Generalidad destina 1.000 millones de euros al año a promover el separatismo https://t.co/qnyvgVdFkR pic.twitter.com/XYV6v40RzS
— Libertad Digital (@libertaddigital) September 30, 2021
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Un día cualquiera como hoy podemos encontrar también noticias como que un colegio público catalán les niega a unos padres la posibilidad de recibir los informes sobre sus hijos en español.
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#LoMásLeído Un colegio catalán se niega a traducir los informes de sus alumnos en castellano https://t.co/dDrOdoXzwg
— ABC.es (@abc_es) September 30, 2021
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Unas líneas más arriba ya nos parecía muchísimo que la Generalidad dedicara 253 millones, si no 1.000 millones, a adoctrinamiento nacionalista, pero es que todo el sistema educativo catalán, con unos 6.000 millones de euros de presupuesto, tiene como primera función el adoctrinamiento nacionalista de los niños catalanes y la construcción nacional. Cierto que en los colegios catalanes se enseñará a sumar además de a reclamar la independencia, pero si sólo se tratara de aprender a sumar seguramente a la Generalidad le daría igual tener la competencia de Educación o no.
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Cuando se producen unas elecciones, o cuando hay unos disturbios o una gran manifestación, solemos preguntarnos cómo es que tanta gente apoya al nacionalismo, o que una y otra vez vote a los partidos separatistas incluso ante la evidencia de que esos partidos llevan a Cataluña en una deriva económica y social catastrófica. Lamentablemente el día en que nos hacemos esa pregunta porque ha habido unas elecciones, o una manifestación, o unos actos violentos, suele ser un día distinto en el que leemos que la Generalidad se gasta cantidades salvajes de dinero en financiar medios nacionalistas, o en que de los colegios catalanes se erradica el español, o de que en los colegios catalanes se enseña el independentismo a la par que las matemáticas o la física con perspectiva de género. En realidad, ¿cómo pensar que puede haber menos nacionalistas de los que hay con todos los recursos que se movilizan desde la Generalidad para adoctrinar a toda la sociedad comenzando desde la infancia? En realidad pocos nacionalistas hay, aunque haya muchos, en proporción a este esfuerzo de adoctrinamiento descomunal.
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Un 155 económico
La derrota del nacionalismo catalán o vasco no implica por tanto, o no necesariamente, el despliegue de la Legión o el derramamiento de sangre. Seguramente es todo más fácil que eso. Para derrotar al nacionalismo basta con cortarle el suministro financiero. O veamos por lo menos en qué se queda si por una vez le cortamos la financiación pública. Si es que además, para mayor injusticia, resulta que el nacionalismo crece gracias al uso partidista del dinero de los nacionalistas y de los no nacionalistas, gracias al dinero de los catalanes o vascos no nacionalistas y gracias al dinero del resto de los españoles. ¿Qué podemos hacer para frenar al nacionalismo? Para empezar dejar de pagarlo a nuestra costa. Dejar de premiar el hecho de ser nacionalista. Dejar de permitir que el mero hecho de ser nacionalista sea una forma de recibir subvenciones, de colocarse en la administración o de ganarse la vida. Obviamente los resultados no llegarán de un día para otro pero, cuanto antes cortemos el riego, menos tiempo tardará en secarse la planta carnívora. Y con esto no sólo se combatirá el nacionalismo, sino que se liberarán recursos para bajar impuestos o para poder dedicarlos a cosas mucho más productivas.
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