La pobreza energética sostenible

En lo que respecta a la subida de las tarifas eléctricas en España, uno de los apartados generalmente silenciados es el del coste de los derechos de emisión de CO2, una pequeña virguería de nuestros salvadores del calentamiento global.

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En Europa disfrutamos del llamado Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea (RCDE UE), vigente desde 2005. El RCDE pretende combatir la emisión de gases de efecto invernadero por parte de las empresas que operan en las ramas de actividad más contaminantes mediante un mecanismo de “limitación y comercio”. La limitación marca la cantidad máxima de gases de efecto invernadero que, con carácter anual, puede emitir cada una de las instalaciones contempladas por el RCDE. Este límite, además, se reduce con el paso del tiempo, lo que genera una disminución gradual de la cantidad global de las emisiones. Por lo que se refiere al comercio, las instalaciones cuentan con un determinado volumen de derechos de emisión asignados gratuitamente, teniendo por otro lado la posibilidad de adquirir a través de subastas derechos adicionales. Es decir, hay empresas que emiten más de lo permitido y otras que emiten menos. Las que emiten más pueden seguir emitiendo comprando los derechos de emisión de las empresas que emiten por debajo de lo permitido. ¿Qué es lo que pasa? Pues que cada vez el coste de los derechos de emisión es más caro. No un poco más caro, sino como muestra este gráfico del Banco de España mucho más caro.

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El resumen operativo y simplificado sería que para luchar contra el calentamiento global los gobiernos han impuesto a las empresas un límite a las emisiones de CO2. Como una parte significativa de la electricidad se genera aún a través del consumo de combustibles fósiles, las empresas productoras tienen que comprar derechos de emisión para poder seguir generando electricidad. Como estos derechos cada vez son más escasos y caros  porque los límites de emisión son crecientes, la compra de estos derechos para poder producir electricidad encarece significativamente los costes y por consiguiente la factura de la luz.

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Podría pensarse que la solución a este problema podría ser la apuesta exclusiva por energías “limpias”, pero esta apuesta no puede ser exclusiva por una serie de problemas colaterales. Por un lado las energías contaminantes son más baratas. Se están encareciendo artificialmente para disuadir su generación, pero de hecho los costes son más baratos que los de las energías “limpias”. Es decir, o apostamos por las renovables o por el bajo precio de la electricidad. Hemos apostado por lo primero, pero entonces es esto lo que hay que explicarle a todo el creciente número de personas que van entrando en la categoría de padecientes de la pobreza energética. Por esto tampoco se tolera el cuestionamiento del calentamiento global, ¿alguien se imagina que estos colosales movimientos económicos no tuvieran un fundamento real? Por otro lado, las energías verdes tienen un grave problema de disponibilidad: no hay energía si no hay viento o sol. De hecho España tiene una capacidad de generación que casi triplica nuestro pico histórico de demanda máxima. Lo que sucede es que incluso con una capacidad de generación que triplica nuestras necesidades hay momentos en que nos falta la energía, si no sopla el viento o no hay sol. Obviamente no tendríamos este problema con la energía nuclear, ni de falta de disponibilidad ni de necesitar una capacidad de generación que triplique la demanda para intentar satisfacerla. Pero también en este caso hay una decisión política de por medio en contra de la energía de origen nuclear. Eso sí, hemos apostado por no producirla pero después se la compramos a los demás.

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Un conclusión políticamente incorrecta de todo esto, aparte de que la lucha contra el calentamiento global encarece significativamente el recibo de la luz, podría ser que las medidas contra el calentamiento global tienen como finalidad luchar contra el calentamiento global y hacer aún más archimegaricos a unos señores que se reúnen en Davos. Lo primero si no negable al menos es cuestionable, lo segundo no.

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