Al hilo de los recientes acontecimientos en Cuba, recuerdo cómo, en alguna ocasión, he escuchado decir que el cristianismo es el mejor comunismo e, incluso, el fallecido líder cubano Fidel Castro decía que los monjes y misioneros cristianos eran los mejores comunistas. Además, ciertas corrientes teológicas llamadas “de liberación” han incorporado a su doctrina algunos postulados del pensamiento fundado por Karl Marx (como la lucha de clases). Ahora bien, tenemos que tener la suficiente formación como para hacer un discernimiento serio y que no nos vendan gato por liebre, porque comunismo y cristianismo son del todo incompatibles, debido a varias razones:
1º) El comunismo es una doctrina atea por principio, mientras que el cristianismo es una fe religiosa, también por principio. Es una primera y sustancial diferencia. Tanto es así que el comunismo postula que la religión “es el opio del pueblo”, una “superestructura opresora”, una especie de “droga” o “camelo” usada por las clases dominantes como instrumento para controlar al pueblo, aliviando y dándole sentido a sus padecimientos, mediante la idea de un mundo de dicha ilusoria y la promesa de una vida eterna. El comunismo quiere establecer la “Jerusalén terrestre”, el Paraíso terrenal (que luego no es tan paraíso, porque reparte la miseria entre todos), por contraposición a la “Jerusalén celeste” y al “Paraíso eterno”, en la otra vida, predicados por el cristianismo. Esto es un punto clave. Y no hay más que remitirse a la experiencia en los países donde ha llegado a triunfar el comunismo para percibir cómo la religión ha sido fuertemente combatida, en mayor o menor grado según lugares, para darse cuenta de que comunismo y cristianismo, comunismo y religión, resultan antagónicos.
2º) El comunismo, al defender la lucha de clases (la de los oprimidos contra sus opresores), tiene a la violencia como algo estructural, intrínseco de su doctrina y como un instrumento normalizado para alcanzar sus fines. En suma, el comunismo no es una doctrina de paz, mientras que el cristianismo predica y busca la paz con todas sus fuerzas y con la gracia de Dios. Lenin decía que, para hacer tortillas, hay que romper algunos huevos, queriendo indicar cómo lograr determinados fines requiere el uso de la violencia. La experiencia también es tozuda en este sentido: son millones de muertos (algunos hablan de hasta 100 millones) los que ha ocasionado el comunismo en todo el mundo a lo largo de la historia, con asesinatos, más represiones, desapariciones, etc., muy ligados todos, no lo olvidemos, a una concepción dictatorial también intrínseca a su doctrina: aquella que habla de “la dictadura del proletariado”. Lo hemos visto en la reacción de las autoridades cubanas estos días. Es decir, el comunismo tiene una raíz de pensamiento del todo perversa. Alguien podrá replicar que la Iglesia también ha causado muchos muertos en las Cruzadas y con la Inquisición, pero, aun en el supuesto de dar por cierto ese argumento (sin más matices, por otra parte, necesarios), no llega ni de lejos a los millones y millones de muertos causados por una ideología intrínsecamente maligna como el comunismo.
3º) El cristianismo subraya la dignidad intrínseca e inviolable de cada ser humano (hijo de Dios, hecho a imagen y semejanza de Él). Cada persona, por el mero hecho de serlo, ha de ser respetada por sí misma, es inviolable desde su concepción hasta su muerte naturales y siempre ha de ser tratada como sujeto, fin de cualquier acción, nunca como objeto ni como medio para conseguir otros fines. En cambio, el comunismo subraya más la colectividad que la individualidad o dignidad personal, de modo que, en él, la persona está en función del colectivo y, como muestra la experiencia, no hay mayor problema en sacrificarla o en menospreciarla si se estima oportuno “por el bien del colectivo” o “de la comunidad”. Así pues, el principio ético del que parten el cristianismo y el comunismo (la valoración o no de la persona como ser digno e inviolable) difiere totalmente en ambos casos.
4º) El comunismo se distingue del cristianismo en cuestiones de concepción social, como el no respeto a la propiedad privada, a la libre iniciativa social y al principio de subsidiariedad o a la democracia. A pesar de que algunos comunistas se presentan como muy demócratas, se comprueba luego que todo es bastante fachada. No hay que olvidar NUNCA que el comunismo tiene, según afirmábamos antes, como postulado base una dictadura, la del proletariado, que, dicho así, parece dulcificar las cosas, pero que es dictadura al fin y al cabo -y muy dura, por cierto, como también muestra la experiencia-; y esta misma experiencia muestra cómo acaba convirtiéndose en la dictadura de unos pocos que viven muy bien en el poder, como auténticos mercenarios del lujo más capitalista, a costa de una mayoría sometida, subyugada, que vive y lo pasa muy mal. Precisamente, el cristianismo lleva «en su sangre» combatir tamaña desigualdad e injusticia.