Ante el escándalo de los indultos, poco se habla del escándalo de la reforma del Código Penal para aguachinar el delito de sedición. Como indicábamos en análisis anteriores, los indultos del PSOE no son otra cosa que cambiar indultos por votos y cuando tu socio de gobierno es un delincuente encarcelado o fugado de la justicia el indulto de tus socios forzosamente se tiene que convertir en la base de tu política, lo raro sería que fuera de este modo. Pero la rebaja de las penas del delito de sedición no es sólo parte del escándalo, es otro escándalo.
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Desde luego la modificación del delito de sedición y la rebaja de las penas asociadas al delito parece tener como primera finalidad justificar los indultos. Es decir, si alguien está condenado a 10 años y se cambia la pena para ese delito a 1 año, claramente se está facilitando el poder justificar el indulto. ¿Cómo va a mantenerse en la cárcel a una persona 10 años cuando una persona que cometiera ahora ese mismo delito sólo iría a la cárcel 1 año? Lo escandaloso en este caso es que el indulto no es la consecuencia del cambio de la ley, sino que el indulto se convierte en la causa del cambio de la ley. Se está legislando ad hominen y se está vaciando de sentido y corrompiendo el estado de derecho para comprar los votos que el PSOE necesita para mantenerse en el poder a cambio de la impunidad de una serie de delincuentes. Lo de Bárcenas en comparación es un asunto insignificante, a fin de cuentas se trata sólo de un asunto de sucio dinero.
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Con ser grave lo anterior, la gravedad se multiplica teniendo en cuenta que los beneficiarios del indulto, cosa inaudita, manifiestan expresamente no sólo su falta de arrepentimiento, sino su voluntad de volver a cometer en cuanto tengan ocasión el mismo delito. Por esto mismo la modificación del Código Penal para descafeinar las penas es otro escándalo añadido. En caso de que los indultados y los partidos que comandan vuelvan a realizar los mismos hechos, resultará que se habrá dinamitado el tipo penal en el que encajaban esos hechos o se habrá bosonizado la pena correspondiente. ¿Hace falta detenerse mucho más en subrayar la gravedad de este hecho y que lo lleve a cabo el propio gobierno?
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El último apartado de este estrambote es la invención del indulto reversible. O de la concordia reversible, ya puestos. El indulto reversible no es, por un lado, sino la confirmación de que estos indultos son un precio político y un traje a la medida de los delincuentes asociados al gobierno. Si los indultados, la parte vendedora de diputados, no cumplen su parte en esta compraventa, la parte compradora de votos se reserva el derecho de recuperar el precio, o sea los indultos, revirtiendo su aplicación. Por otro lado, la reversibilidad implica una nueva traición a la legalidad. ¿Cómo iban a poder reincidir los indultados si no se les levanta la inhabilitación para recuperar sus cargos públicos? La reversibilidad ya nos anticipa no sólo que los indultados quedarán en libertad, sino habilitados para regresar a los mismos cargos desde los que promovieron el golpe en 2017.
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1 de marzo de 1936: Tras el decreto de amnistía del gobierno de Azaña, Lluís Companys regresa a Barcelona para hacerse cargo del Gobierno de la Generalitat. https://t.co/5BxtcuGBbJ #FelizDomingo pic.twitter.com/yKI9PMt74l
— MALDITA REPÚBLICA (@maldita_republ) March 1, 2020
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Lamentablemente sería tranquilizador poder decir que esto nunca se ha visto antes en la historia de España, sólo que sí se ha visto, y además con exactamente los mismos protagonistas, en 1936, respecto a lo sucedido en 1934. Desde luego queremos pensar que el contexto es lo suficientemente diferente como para que unos hechos algo similares no desencadenen unas consecuencias algo similares a las de entonces. Pero hay una cosa que sí es similar y es la gravedad de las actuaciones. Al menos en 1936, frente a las mentiras de Sánchez, el Frente Popular se presentó a las elecciones con la amnistía a los golpistas del 34 como elemento principal de su programa electoral. Hoy en día existen muchas dudas de que el Frente Popular ganara limpiamente las elecciones del 36, por otro lado si aquellas elecciones marcaron el avance final hacia el barranco unas elecciones ahora mismo probablemente significarían el frenazo a la locura de este gobierno que estamos necesitando.
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Un comentario
No hay dudas. Hay certeza de que ni el proceso electoral ni el escrutinio fueron democráticos. Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García lo demuestran con datos en su libro «1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular»