Hemos podido conocer que el ejecutivo social-comunista instalado en el Palacio de la Moncloa tiene una subida fiscal sobre la mesa, la cual, presentada bajo un enésimo y falaz pretexto de «déficit de ingresos», estaría cuantificada en 80.000 millones de euros.
Al mismo tiempo, nos consta que se ha remitido un documento-proyecto acerca del llamado «plan de resiliencia» a la Comisión Europea, en el cual se ponía de manifiesto, sin posterior reproche eurocrático por el mundo, la intención de cobrar peajes por el uso de cualquier autovía o autopista en España.
En resumen, hablamos de nuevos motivos de incremento de un expolio fiscal que no es pecata minuta en España (supera con creces una tercera parte del Producto Interior Bruto), al mismo tiempo que la magnitud del endeudicidio es prácticamente astronómica.
Ahora bien, si bien uno no niega que este estatalismo, socialista como no podía ser de otra forma, está dispuesto a hacernos tributar hasta por respirar, abrir la boca o miccionar sin más, con tal de mantenerse en la dinámica de la deuda, el déficit y el constante, veamos por qué sí hay otro intríngulis en todo esto.
El pretexto «apocalíptico» ecologista, ahora por delante
Cualquiera debería de ser consciente, en mi opinión, de que el mito del «cambio climático» y la histeria colectiva generada en torno al «virus chino» han sido los dos pretextos perfectos para hacer de la libertad de circulación, en pleno siglo XXI, algo quimérico.
En base a ello, vemos cómo, bajo el pretexto de la concentración de dióxido de carbono, se trata de cercenar la libertad de circulación de ese individuo que tendría que ser, por deseo o por necesidad, usuario de un automóvil.
Madrid Central es uno de los ejemplos más mediáticos acerca de esta cuestión, igual que ese afán contradictorio en preocupaciones por financiar el llamado coche eléctrico. Pero tampoco hemos de olvidar el burdo y excesivo afán peatonalizador de muchas urbes.
Del mismo modo, se está tratando de establecer objetivos que, con vistas a la mitad del siglo, supongan la ausencia de vehículos con diésel de nuestras carreteras (sí, como en materia eléctrica, por su parte, se hace una promoción cientifista e interesada de las llamadas «energías renovables»).
¿Impuestos ecológicos encubiertos?
No es necesario dar cifras, sino, simplemente, recordar conceptos como las llamadas ecotasas y el afán de expoliar al conductor mediante la elevación de impuestos como los aplicados a los hidrocarburos y combustibles en general (como si ya no hubiera bastante con el IVA).
Igualmente, se pretende desincentivar (hasta prohibir) el uso de los aviones para vuelos de corta duración (es más, uno se puede encontrar la propaganda ecologista en algunos billetes del AVE de RENFE/ADIF).
Así pues, si resultase ser demasiado prohibitivo el coste del transporte en vehículo propio, se podría estar poniendo a prueba el experimento de la ingeniería social por vía fiscal, a fin de lograr que el propietario aborrezca «por fuerza indirecta» el uso de su vehículo propio.
Lo único seguro es un aditivo más a la ruina económica
Puede que, en cierto modo, intenten conseguir que conducir con coche, especialmente por autovía o autopista, sea una especie de «privilegio para los ricos». Pero aquí hay que tener en cuenta que esto tendrá graves consecuencias económicas.
Los costes del transporte, que es un eslabón imprescindible en cualquier cadena de distribución, serán encarecidos, lo cual repercutirá en el coste del producto final (alimentos de primera necesidad, material escolar, medicamentos, ropa, etc.).
Y como es obvio, los principales damnificados no serán sino las pequeñas y medianas empresas, junto a los autónomos, dada su capacidad económica. Tendrán que seguir soportando brutales subidas fiscales, más otros latigazos burocráticos y normativos.
Con lo cual, una vez dicho todo lo anterior, tengamos en cuenta que esta medida es un atraco fiscal en toda regla, que no beneficiará ni al conjunto de la sociedad ni al medio ambiente. Solo es un nuevo pretexto para el socialismo y, ya de paso, una movida más para darle cuerda al ecologismo.