La intimidación social-comunista no ha funcionado en Madrid

Ya tuvieron lugar en Madrid esos comicios electorales que algunos veníamos reivindicando desde el pasado otoño, a nivel autonómico, ante el empeño de la filial partitocrática del Elíseo francés en colaborar con Pedro Sánchez, instalado muy desgraciadamente en Moncloa, con su reeditado Frente Popular.

No ha habido muchos errores en la demoscopia, con la salvedad de las especialidades culinarias del CIS, que solo sirven para recordarnos que existen muchos entes estatales plenamente inútiles y que es posible valerse de los mismos para distorsionar la opinión pública, por medio de la ingeniería social.

La derecha sociológica no ha sido dominada por el miedo

Isabel Díaz Ayuso ha conseguido arrasar, quedándose a muy pocos escaños de la mayoría absoluta. Al mismo tiempo, ese partido que denotaba «ultraderechismo», «odio» e «intolerancia» no se ha visto cepillado por el «efecto Ayuso», sino que se ha mantenido, mejorando su total de votos y afianzándose como la segunda fuerza, tras el PP, en «feudos de la derecha» como Pozuelo, Salamanca y Las Rozas.

Más bien, se le habría vuelto la cosa en contra a esa izquierda frentepopulista dispuesta a revivir el Pásalo y otras cosas de ese tipo. Aunque sociológicamente sumen mayoría en sus bastiones, estos nos dejan también detalles muy interesantes. Por ejemplo, el hecho de que en muchos de estos, el PP haya sido la lista más votada o que en Villa de Vallecas, PP y VOX hayan sumado más que PODEMOS solo.

Si acaso pueden celebrar algo, solo habrá que limitarlo a la anestesista pistolera cuya licencia médica tenía que haber sido revisada en su día por el colegio oficial matritense, que no solo ha conseguido ganarle el pulso al Marqués de Galapagar (que por cierto anuncia que se retira), sino pisarle bastante los talones a Ángel Gabilondo, visto como un estorbo por el mismo PSOE, que ha perdido a su bote salvavidas naranja y afrancesado.

Dicho esto, me gustaría hacer una serie de valoraciones, pero no limitadas al panorama poselectoral en general, sino a lo que yo creo que debería de ocurrir así como de tenerse en cuenta, dentro de mis convicciones y de mis preocupaciones y compromisos.

Sumar más que «toda la izquierda arrejuntá» no exime de elegir entre dos caminos

Ciertamente, PSOE, PODEMOS y Más Madrid suman menos escaños que el PP por sí solo. Pero dado que no tenemos unos marcos electorales directos y presidencialistas, todo depende de lo que se dicte por parte de bloques políticos (si no nos gusta esto, preocupémonos más de reformar el sistema electoral).

Así pues, si consideramos «legítimo» que los recogenueces sabinistas, el brazo político de ETA o los secuestradores del prusés catalán condicionen la gobernabilidad estatal en España, ¿por qué no si se trata de un partido de derechas, conservador, cuya existencia no es algo a deplorar con rotundidad bajo ningún concepto?

Soy consciente de que aún muchos españoles son inconscientes de la importancia de la cuestión cultural, espiritual y moral. También asumo que incluso «en parte de la derecha mediática» puede haber presiones, a fin de poner a VOX entre la espada y la pared, dando a entender que culpa suya sería acabar con nuevas elecciones o una hipotética «victoria izquierdista».

El voto a VOX tiene una explicación y un sentido

En línea con lo anteriormente expuesto, hay que tener en cuenta que ha habido una considerable proporción de votantes que han respondido ante las urnas bien preocupados por el avance del «marxismo cultural» o por la inseguridad en sus barrios (invasión migratoria y okupación), si no es que en general les sigue cansando el entreguismo casadista al PSOE (ojo, que pese a este, Ayuso ha podido arrasar).

Con lo cual, es comprensible y adecuado que se espere no solo que VOX exija presencia en las plantillas de la nueva Administración (en cierto modo, sería lo de menos), sino que condicione la gobernabilidad a la derogación de leyes ideológicas, el respeto a la familia y el compromiso con la dignidad humana, aparte de hacer lo posible contra la invasión migratoria norafricana.

Es más, algunos hemos confiado en VOX, dentro del posibilismo electoral estratégico, no solo para frenar a «la izquierda», sino para canalizar por vías político-parlamentarias o partitocráticas las reivindicaciones propias de quienes, día tras día, sin miedo, libramos una batalla cultural contra la progresía (y contra el dirigismo económico y el demoníaco estatismo también).

Con lo cual, si bien estamos tranquilos porque podremos seguir disfrutando de una libertad relativa y política mayor que en Extremadura y Cataluña, queda mucho por hacer. E independientemente de la existencia de VOX (que ha de hacer lo que debe), sigamos batallando desde la sociedad en defensa de los principios no negociables y la libertad de mercado, entre otras cosas.

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