«A quien tenga un patrimonio de un millón de euros, pues hombre, le aplicamos un Impuesto sobre el Patrimonio como hace cualquier país serio”. Es una frase de Pablo Iglesias durante el debate televisado que tuvo lugar en Telemadrid, el único de hecho en esta campaña en el que participaron todos los candidatos. Lamentablemente este tipo de cuestiones han sido eclipsadas a balazos por el propio Iglesias. Para ser sinceros, como van a ver, tiene todo el sentido que Iglesias tape el debate fiscal con balas postales o cualquier otro sucedáneo de la tinta de calamar.
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Por lo visto, en Europa no debe quedar ningún país serio, puesto que el impuesto de patrimonio es ahora mismo una rareza española. No hay ningún otro país en Europa que tenga en vigor este impuesto. Algunos países ni han llegado a tener este impuesto por el que se paga por la propiedad de bienes por los que ya se ha pagado para su adquisición.
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La metedura de pata de Iglesias sugiere que le preocupa mucho más el teatro, como el de llegar en taxi (aunque después una vez hecha la foto se fuera en otro coche con chófer), que enterarse correctamente de los datos. Un candidato serio no puede acudir a un debate ignorando totalmente los datos de los asuntos sobre los que está hablando. Decir que los países serios aplican el impuesto de patrimonio cuando España es el único país europeo que conserva esta figura impositiva es hacer el ridículo y evidenciar una ignorancia oceánica, impropia -esta vez sí- de un candidato en un país serio.
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De hecho, la propia España suprimió también el Impuesto sobre Patrimonio en el año 2008, durante el gobierno de Zapatero. En una entrevista concedida a The Economist, Zapatero justificaba de esta forma la eliminación del impuesto: «El impuesto sobre el patrimonio se ha convertido en un tributo que recae sobre las clases medias, pero no sobre las más altas, que encuentran diversos instrumentos y fáciles mecanismos de elusión». El entonces presidente señalaba que «incide desigualmente en el tratamiento fiscal de los españoles» y que su supresión, además de garantizar la igualdad, suponía un «estímulo para que en este país no se penalice el ahorro». Cierto es que el propio Zapatero, muy zapaterilmente, recuperó el impuesto en 2011 de una forma supuestamente transitoria, para hacer frente a su catastrófica gestión de la crisis, aunque como suele ocurrir con los impuestos una vez aprobados 10 años y varios gobiernos después aquí seguimos con ellos.
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Que el impuesto sobre el patrimonio sólo exista en España (exceptuando Madrid, que bonifica al contribuyente el 100%) pone asimismo en evidencia el demagógico discurso sobre la armonización fiscal. ¿Acaso son paraísos fiscales todos los países de Europa menos España? La alternativa es que es España la que se ha convertido en un infierno fiscal. ¿Vamos a pensar que todos los países de Europa son insolidarios con nosotros al eliminar ese impuesto o que la fiscalidad española resulta abusiva al mantenerlo? Y si en ningún otro país europeo existe el impuesto sobre el patrimonio, ¿por qué no armonizar la fiscalidad española con la europea eliminando también este impuesto? Si cuando hablamos de armonizar impuestos sólo lo hacemos para subirlos y nunca hay armonizaciones por abajo entonces la palabra adecuada no es armonización. De todos modos salta a la vista que la política fiscal del candidato Iglesias carece de todo conocimiento y rigor. Los españoles deberían empezar a exigir a los políticos que no suban jamás ningún impuesto hasta demostrar al menos estas tres cosas: que el dinero lo necesitan para algo absolutamente esencial, que el dinero para esa cosa esencial no se puede sacar de algún gasto no esencial, y que no se puede obtener el dinero de otra forma porque ya es absolutamente imposible mejorar más aún la gestión.
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